CUITACA 1884.
ANTECEDENTES
Cananea hacia la mitad de la década de los 1880´s era un
poblado de alrededor de unas 300 habitantes permanentes, continuamente asediado
por los apaches quienes, para planear sus ataques, se la pasaban vigilando los
piquetes de soldados que mantenía el Gral. Ignacio Pesqueira en el cuartel de
la Cananea Vieja que iban y venían vigilantes de los intereses del General, de
la misma manera se cuidaban de aquellas partidas que enviaban el gobierno
federal y las autoridades de Arizona que bajo convenios con el Gobierno de
México, perseguían a los apaches para cuidar los intereses de los americanos en
el norte de Sonora. De los habitantes permanentes que había hacía finales de
1884, probablemente una tercera parte eran americanos que se sentían protegidos
por las autoridades estatales y ya desde entonces se comportaban de una manera
prepotente con los pobladores mexicanos, incluyendo a las autoridades locales
de la entonces incipiente Comisaría de Cananea. Muestra de su prepotencia y de
la protección que les daban las autoridades estatales a estos americanos es lo
sucedido el domingo 22 de noviembre de 1884, en el campamento de la Copper King
Mining Company en Cuitaca.
Cuitaca es un poblado que se
localiza a unos 18 km al oeste de Cananea y actualmente pertenece al municipio
del mismo nombre, pero hasta 1901, había pertenecido a Arizpe, aunque por la
distancia a la cabecera municipal, en las emergencias se solicitaba ayuda al Distrito
de Magdalena a través de Santa Cruz. El nombre original de Cuitaca es Cuitacacari como se puede observar en
el plano de 1692 que se le atribuye a Adam Gilg. Era una ranchería pima donde
los jesuitas establecieron una misión, aunque seguramente no era de las
importantes, pues no se construyó una iglesia de materiales sólidos como en
Cocóspera, la misión más cercana, distante unos 14 km al oeste del poblado
original de Cuitacacari.
Fragmente del plano de Adam Gilg de 1692 donde aparece Cuitacacari al oeste de Cananea. |
Hacía los tempranos 1880´s,
Charles S. Benham adquirió la mina de Cuitaca y otras minas en Cananea y en
1881 las rentaría a dos estadounidenses: D. A. Bennett de California y Ben
Williams de Bisbee de la Copper King Mining Company. En este campamento, para
finales de 1884, había cerca de 30 personas (La Constitución 07/11/1884), la
mayoría de origen estadounidense y el superintendente de la mina era Bennett,
quien era una persona bastante prepotente.
EL INCIDENTE
El domingo 22 de Noviembre
de 1884, alrededor de las tres de la tarde, dos americanos conductores de
carretas de carga de nombres Lee Sanders y J. Lamb, empleados del transportista
Crooks, en estado de embriaguez cometían desórdenes en el poblado de Cuitaca. El
agente de policía del lugar pidió auxilio a tres ciudadanos mexicanos con el
fin de imponer el orden; pero lejos de obedecer al agente de la autoridad, entraron
en un altercado con el policía, durante el cual Lee fue maltratado. Lamb corrió
y fue a la tienda de la Copper King y se apoderó de dos pistolas cargadas y un rifle,
y le dio una pistola a su compañero de parranda. Lee volvió con el policía y le
exigió una disculpa por las “ofensas”. El policía trató de desarmarlo, pero
dispara hiriendo a uno de los auxiliares del policía en una pierna. El policía regresó
el fuego disparando a Lee en el pecho matándolo instantáneamente. Lamb corrió y
trató de esconderse, pero fue alcanzado por el policía y lo hiere en un costado.
Aun así, Lamb pudo escapar, y fue a las obras de rebaje de la mina y notificó a
todos los empleados americanos de lo que había ocurrido. Se armaron y se
dirigieron hacia la escena del tiroteo donde yacía Lee. Mientras tanto, el
policía y sus fortuitos auxiliares se habían atrincherado en una casa que
funcionaba como cárcel. Cuando los estadounidenses se acercaron les notificaron
a la policía que no pretendían hacerles daño, pero exigieron que el asesino de
Lee fuera puesto en manos de la ley. La respuesta fue una descarga de advertencia
del policía, que no impactó a nadie, los norteamericanos devolvieron el fuego y
el policía y acompañantes corrieron a ponerse a salvo y regresando el fuego, fueron
perseguidos por casi kilómetro y medio; sin embargo, algunos recibieron heridas
menores. Otra versión dice que el policía y sus acompañantes, después del
primer tiroteo, se fueron a un arroyo con el objeto de lavar la pierna de la
persona herida, después llegarían los americanos y se inicia la persecución.
Mientras tanto, un mensajero
había sido enviado por el policía a Santa Cruz para avisar de los sucesos al
comandante de los rurales, quien llegó por la noche con un destacamento de
cuarenta hombres y exigieron la rendición de los extranjeros. Los
norteamericanos no querían rendirse, pensando que les aplicarían la ley fuga,
como acostumbraban los rurales en esa época, huyendo del sitio un par de ellos,
mientras que el resto del grupo fue persuadidos por el superintendente de la
Copper King para que se entregaran bajo el argumento que el hablaría con el
Gobernador. Los que se entregaron fueron trasladados a Santa Cruz, quienes
fueron acompañados por los dirigentes de la empresa.
Según declaraciones hechas
ante el Juez las armas que portaban los americanos fueron proporcionadas por el
superintendente D. A. Bennett, con objeto, según se declara, de desarmar a los
otros americanos ebrios que provocaron el desorden, sin embargo, esta
declaración no tiene sentido, pues los hechoa ya había ocurrido. Habiendo
tenido conocimiento de los hechos el Juez local de Santa Cruz, en cumplimiento
de su deber, se presentó en Cuitaca e hizo las averiguaciones, presentó al Juzgado
a quince americanos y a los mexicanos que habían tomado parte en los
acontecimientos y después de las primeras informaciones, liberó a cinco de
ellos que no habían tenido participación y remitió el proceso y a los detenidos
al Juez de primera instancia de Magdalena en donde continuó la causa su proceso
legal. Los americanos que quedaron presos eran: A. J. Watts, J. V. Moore, Stephen
Hinkle, W. S. Fleming, Thomas White, Frank S. Mills, Ernest Sholl, Daniel F.
Stetson, Henry James y Mike Fishel.
Tan pronto como los
detenidos llegaron a Magdalena, el superintendente Bennett, con su
característica prepotencia, pretendió hacer presión sobre las autoridades de
Magdalena para que le entregaran los trabajadores de la empresa sin cumplir con
las prevenciones legales conducentes, al no lograr su objetivo se volcó sobre
los medios de comunicación estadounidenses, haciendo declaraciones en el sentido
de que estaban presos injustamente y exagerando lo ocurrido para desacreditar a
la policía y a las autoridades, fue tal el alboroto que armó, que algunos
periódicos hablaban de había comenzado un baño de sangre con hasta 29 muertos,
otros decían que podía haber guerra, mientras otros proponían que la política
de los Estados Unidos debía imponerse en México. Aunque para los primeros días
de diciembre algunos periódicos empezaron a dudar de la gravedad del incidente,
publicando que parecía ser una tormenta en un vaso de agua.
Cuando la noticia llega al
Gobierno del Estado hizo todo lo que podía hacer en este caso: recomendar que
se activaran las prácticas judiciales, a fin de terminar pronto el proceso.
Para esos primeros días de
diciembre, también, habían empezado a surgir especulaciones sobre las causas de
incidente y se expresaron opiniones en el sentido de que tuvo su origen en el
asesinato de un niño mexicano de apellido Quiñones y otras personas en las
montañas de Huachuca en julio de ese mismo año, por cierto un caso sin
resolver; sin embargo, los americanos solo estaban buscando pretextos para
desacreditar a las autoridades mexicanas y decir que el ataque y detención de
los americanos era una venganza, porque el crimen del niño y las otras personas
las había cometido supuestamente un americano.
Para mediados de enero de
1885, dado que el proceso seguía y los americanos implicados permanecían presos
en Magdalena, se había iniciado una guerra de “periodicazos” entre la prensa
estadounidense y la mexicana, los primeros atacando y criticando a las
autoridades mexicanas por que no liberaban a los americanos, mientras que los
segundos defendían el actuar de las autoridades argumentando que lo hacían
conforme a ley.
Mientras tanto, para finales
de ese mismo mes de enero, aunque inicialmente no se encontró una explicación,
la Copper King despide a sus trabajadores y detiene sus operaciones en Cuitaca
y el poblado queda prácticamente vació, aunque se argumentaba que pronto
iniciaría operaciones de nuevo. Después se supo que Bennett había huido de Sonora, ya que la
fiscalía lo encontró culpable de armar a los americanos para atacar a la
policía de Cuitaca.
Sin embargo, el proceso
siguió su curso y aunque al parecer desde mediados de enero ya se había
absuelto a todos los americanos presos, no se liberaron en virtud de que la
sentencia del Juez de Magdalena tenía que ser revisada por el Supremo Tribunal
de Justicia del Estado, a donde había pasado el proceso.
Para finales de febrero de
1885 todos los presos habían sido exonerados y liberados por el Supremo
Tribunal, sin embargo, esto debió haber sido por presiones de Estados Unidos,
ya que a pesar de que Bennett los incitó y proporcionó las armas, ellos tomaron
la decisión de disparar y herir a los ayudantes de la policía, por lo tanto,
debieron de ser encontrados culpables al menos de intento de asesinato, pero
optaron por acusar a Bennett a sabiendas de que ya había huido del país. Todos
les hechos fueron del conocimiento del Cónsul de los Estados Unidos en Guaymas
y del Ministro de Relaciones de la República Mexicana, lo que hace suponer que
fue una negociación al más alto nivel, sin importar, como siempre pasó durante
el porfiriato, los mínimos derechos de los mexicanos, siempre doblando la
cerviz frente a los americanos.
BIBLIOGRAFÍA
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