domingo, 27 de agosto de 2017

CUITACA 1884.
Gustavo A. Moreno Martínez moremar@prodigy.net.mx

ANTECEDENTES

Cananea hacia la  mitad de la década de los 1880´s era un poblado de alrededor de unas 300 habitantes permanentes, continuamente asediado por los apaches quienes, para planear sus ataques, se la pasaban vigilando los piquetes de soldados que mantenía el Gral. Ignacio Pesqueira en el cuartel de la Cananea Vieja que iban y venían vigilantes de los intereses del General, de la misma manera se cuidaban de aquellas partidas que enviaban el gobierno federal y las autoridades de Arizona que bajo convenios con el Gobierno de México, perseguían a los apaches para cuidar los intereses de los americanos en el norte de Sonora. De los habitantes permanentes que había hacía finales de 1884, probablemente una tercera parte eran americanos que se sentían protegidos por las autoridades estatales y ya desde entonces se comportaban de una manera prepotente con los pobladores mexicanos, incluyendo a las autoridades locales de la entonces incipiente Comisaría de Cananea. Muestra de su prepotencia y de la protección que les daban las autoridades estatales a estos americanos es lo sucedido el domingo 22 de noviembre de 1884, en el campamento de la Copper King Mining Company en Cuitaca.

Cuitaca es un poblado que se localiza a unos 18 km al oeste de Cananea y actualmente pertenece al municipio del mismo nombre, pero hasta 1901, había pertenecido a Arizpe, aunque por la distancia a la cabecera municipal, en las emergencias se solicitaba ayuda al Distrito de Magdalena a través de Santa Cruz. El nombre original de Cuitaca es Cuitacacari como se puede observar en el plano de 1692 que se le atribuye a Adam Gilg. Era una ranchería pima donde los jesuitas establecieron una misión, aunque seguramente no era de las importantes, pues no se construyó una iglesia de materiales sólidos como en Cocóspera, la misión más cercana, distante unos 14 km al oeste del poblado original de Cuitacacari.

Fragmente del plano de Adam Gilg de 1692 donde aparece Cuitacacari al oeste de Cananea.
Hacía los tempranos 1880´s, Charles S. Benham adquirió la mina de Cuitaca y otras minas en Cananea y en 1881 las rentaría a dos estadounidenses: D. A. Bennett de California y Ben Williams de Bisbee de la Copper King Mining Company. En este campamento, para finales de 1884, había cerca de 30 personas (La Constitución 07/11/1884), la mayoría de origen estadounidense y el superintendente de la mina era Bennett, quien era una persona bastante prepotente.

EL INCIDENTE

El domingo 22 de Noviembre de 1884, alrededor de las tres de la tarde, dos americanos conductores de carretas de carga de nombres Lee Sanders y J. Lamb, empleados del transportista Crooks, en estado de embriaguez cometían desórdenes en el poblado de Cuitaca. El agente de policía del lugar pidió auxilio a tres ciudadanos mexicanos con el fin de imponer el orden; pero lejos de obedecer al agente de la autoridad, entraron en un altercado con el policía, durante el cual Lee fue maltratado. Lamb corrió y fue a la tienda de la Copper King y se apoderó de dos pistolas cargadas y un rifle, y le dio una pistola a su compañero de parranda. Lee volvió con el policía y le exigió una disculpa por las “ofensas”. El policía trató de desarmarlo, pero dispara hiriendo a uno de los auxiliares del policía en una pierna. El policía regresó el fuego disparando a Lee en el pecho matándolo instantáneamente. Lamb corrió y trató de esconderse, pero fue alcanzado por el policía y lo hiere en un costado. Aun así, Lamb pudo escapar, y fue a las obras de rebaje de la mina y notificó a todos los empleados americanos de lo que había ocurrido. Se armaron y se dirigieron hacia la escena del tiroteo donde yacía Lee. Mientras tanto, el policía y sus fortuitos auxiliares se habían atrincherado en una casa que funcionaba como cárcel. Cuando los estadounidenses se acercaron les notificaron a la policía que no pretendían hacerles daño, pero exigieron que el asesino de Lee fuera puesto en manos de la ley. La respuesta fue una descarga de advertencia del policía, que no impactó a nadie, los norteamericanos devolvieron el fuego y el policía y acompañantes corrieron a ponerse a salvo y regresando el fuego, fueron perseguidos por casi kilómetro y medio; sin embargo, algunos recibieron heridas menores. Otra versión dice que el policía y sus acompañantes, después del primer tiroteo, se fueron a un arroyo con el objeto de lavar la pierna de la persona herida, después llegarían los americanos y se inicia la persecución.

Mientras tanto, un mensajero había sido enviado por el policía a Santa Cruz para avisar de los sucesos al comandante de los rurales, quien llegó por la noche con un destacamento de cuarenta hombres y exigieron la rendición de los extranjeros. Los norteamericanos no querían rendirse, pensando que les aplicarían la ley fuga, como acostumbraban los rurales en esa época, huyendo del sitio un par de ellos, mientras que el resto del grupo fue persuadidos por el superintendente de la Copper King para que se entregaran bajo el argumento que el hablaría con el Gobernador. Los que se entregaron fueron trasladados a Santa Cruz, quienes fueron acompañados por los dirigentes de la empresa.

Según declaraciones hechas ante el Juez las armas que portaban los americanos fueron proporcionadas por el superintendente D. A. Bennett, con objeto, según se declara, de desarmar a los otros americanos ebrios que provocaron el desorden, sin embargo, esta declaración no tiene sentido, pues los hechoa ya había ocurrido. Habiendo tenido conocimiento de los hechos el Juez local de Santa Cruz, en cumplimiento de su deber, se presentó en Cuitaca e hizo las averiguaciones, presentó al Juzgado a quince americanos y a los mexicanos que habían tomado parte en los acontecimientos y después de las primeras informaciones, liberó a cinco de ellos que no habían tenido participación y remitió el proceso y a los detenidos al Juez de primera instancia de Magdalena en donde continuó la causa su proceso legal. Los americanos que quedaron presos eran: A. J. Watts, J. V. Moore, Stephen Hinkle, W. S. Fleming, Thomas White, Frank S. Mills, Ernest Sholl, Daniel F. Stetson, Henry James y Mike Fishel.

Tan pronto como los detenidos llegaron a Magdalena, el superintendente Bennett, con su característica prepotencia, pretendió hacer presión sobre las autoridades de Magdalena para que le entregaran los trabajadores de la empresa sin cumplir con las prevenciones legales conducentes, al no lograr su objetivo se volcó sobre los medios de comunicación estadounidenses, haciendo declaraciones en el sentido de que estaban presos injustamente y exagerando lo ocurrido para desacreditar a la policía y a las autoridades, fue tal el alboroto que armó, que algunos periódicos hablaban de había comenzado un baño de sangre con hasta 29 muertos, otros decían que podía haber guerra, mientras otros proponían que la política de los Estados Unidos debía imponerse en México. Aunque para los primeros días de diciembre algunos periódicos empezaron a dudar de la gravedad del incidente, publicando que parecía ser una tormenta en un vaso de agua.

Cuando la noticia llega al Gobierno del Estado hizo todo lo que podía hacer en este caso: recomendar que se activaran las prácticas judiciales, a fin de terminar pronto el proceso.

Para esos primeros días de diciembre, también, habían empezado a surgir especulaciones sobre las causas de incidente y se expresaron opiniones en el sentido de que tuvo su origen en el asesinato de un niño mexicano de apellido Quiñones y otras personas en las montañas de Huachuca en julio de ese mismo año, por cierto un caso sin resolver; sin embargo, los americanos solo estaban buscando pretextos para desacreditar a las autoridades mexicanas y decir que el ataque y detención de los americanos era una venganza, porque el crimen del niño y las otras personas las había cometido supuestamente un americano.

Para mediados de enero de 1885, dado que el proceso seguía y los americanos implicados permanecían presos en Magdalena, se había iniciado una guerra de “periodicazos” entre la prensa estadounidense y la mexicana, los primeros atacando y criticando a las autoridades mexicanas por que no liberaban a los americanos, mientras que los segundos defendían el actuar de las autoridades argumentando que lo hacían conforme a ley.

Mientras tanto, para finales de ese mismo mes de enero, aunque inicialmente no se encontró una explicación, la Copper King despide a sus trabajadores y detiene sus operaciones en Cuitaca y el poblado queda prácticamente vació, aunque se argumentaba que pronto iniciaría operaciones de nuevo. Después se supo que  Bennett había huido de Sonora, ya que la fiscalía lo encontró culpable de armar a los americanos para atacar a la policía de Cuitaca.

Sin embargo, el proceso siguió su curso y aunque al parecer desde mediados de enero ya se había absuelto a todos los americanos presos, no se liberaron en virtud de que la sentencia del Juez de Magdalena tenía que ser revisada por el Supremo Tribunal de Justicia del Estado, a donde había pasado el proceso.

Para finales de febrero de 1885 todos los presos habían sido exonerados y liberados por el Supremo Tribunal, sin embargo, esto debió haber sido por presiones de Estados Unidos, ya que a pesar de que Bennett los incitó y proporcionó las armas, ellos tomaron la decisión de disparar y herir a los ayudantes de la policía, por lo tanto, debieron de ser encontrados culpables al menos de intento de asesinato, pero optaron por acusar a Bennett a sabiendas de que ya había huido del país. Todos les hechos fueron del conocimiento del Cónsul de los Estados Unidos en Guaymas y del Ministro de Relaciones de la República Mexicana, lo que hace suponer que fue una negociación al más alto nivel, sin importar, como siempre pasó durante el porfiriato, los mínimos derechos de los mexicanos, siempre doblando la cerviz frente a los americanos.

BIBLIOGRAFÍA
Sonnichsen, C. L.- Colonel Green and the Copper Skyrocket. The University of Arizona Press, 1974.

HEMEROGRAFIA
El Fronterizo, September 15, 1882.
La Constitución, Noviembre 07, 1884.
Daily Alta California, November 28,1884.
Sacramento Daily Record-Union, November 28, 1884.
The Arizona Champion, November 29, 1884.
Wichita Daily Eagle, November 29, 1884.
Weekly Phoenix Herald, December 04, 1884.
Bismarck Weekly Tribune, December 05, 1884.
Arizona Weekly Citizen, December 06, 1884.
The Arizona Sentinel, December 06, 1884.
Arizona Weekly Citizen, January 10, 1885.
La Constitución, Enero 16, 1885.
Arizona Weekly Citizen, January 17, 1885.
El Monitor Republicano, Enero 21, 1885.
Arizona Weekly Citizen, January 24, 1885.
El Foro, Febrero 13, 1885.
Arizona Weekly Citizen, February 14, 1885.
El Monitor Republicano, Febrero 20, 1885.