sábado, 20 de febrero de 2021

1915: Revolución y minería en el norte Sonora.

1915: Revolución y minería en el norte Sonora.

Gustavo A. Moreno Martínez moremar@prodigy.net.mx


Las confusas condiciones prevalecientes en el norte de Sonora a mediados de 1915, se iniciaron, en gran parte, por un acuerdo hecho con el general Scott del ejército de los Estados Unidos, donde se firmó la evacuación de Naco el 11 de enero de 1915 por el Gobernador José María Maytorena y el General Plutarco Elías Calles, quedando Naco como terreno neutral, pero abandonado en una ruina total. En este acuerdo los maytorenistas se retiraban hacia el oeste (Cananea y Nogales), mientras los carrancistas se retiraron hacia el este y se concentraron en Agua Prieta. La intención de esta interferencia amistosa estadounidense era evitar los disparos a través de la frontera que ya habían causado mucho daño durante más de cien días de sitio a esa población.

En Sonora el acuerdo produjo una condición que se acercaba al caos, ya que las autoridades estadounidenses acordaron con los villistas que tampoco atacarían Agua Prieta, pero a los constitucionalistas de Agua Prieta se les permitió asaltar el campamento villista al sur y al oeste; así se creó una condición absolutamente imposible. Los carrancistas destruyeron el ferrocarril que permitían la comunicación entre Nogales y Cananea, mientras que los villistas destruían los ferrocarriles que comunicaban Agua Prieta, Nacozari y El Tigre. Ante esto, las empresas mineras realizaron denodados esfuerzos para ajustar sus actividades hasta el punto de permitirles continuar o reiniciar operaciones, ya que Cananea estuvo cerrada por varios meses. El gobierno estadounidense ayudó un poco a éstas empresas mineras. Finalmente, villistas y carrancistas otorgaron permiso para operar las minas y reparar los ferrocarriles, y cada facción retuvo el 100% de los impuestos de guerra ahora exigidos, siendo estos, mayores que los que se cobraban antes de que comenzara la lucha de facciones.

 

Tropas revolucionarias en el campo minero El Tigre (Foto: D.P).

Como consecuencia de la depreciación de la moneda mexicana y la absoluta escasez de provisiones en todo el norte de Sonora, las empresas mineras y la población circundante recurrieron parcialmente al trueque. Los agricultores cuando entregaban suministros a las minas, a menudo rechazaban el dinero y preferían que se les pagara con café, azúcar o ropa. Los propios mineros trabajaban solo tres o cuatro días y sacaban alimentos y suministros de las tiendas, pero inmediatamente las empresas mineras se negaron a entregar las limitadas existencias de sus tiendas y procedieron a pagar salarios en papel. Los mineros dejan de laborar, ya que no querían trabajar por papel moneda. Para contrarrestarlo, la empresa minera de Cananea, cuyas minas habían estado cerradas durante varios meses a un costo superior a medio millón de dólares, y recién habían reiniciado operaciones en julio, pagó a sus empleados en dólares de plata mexicanos, que fueron comprados y enviados desde China, por un monto de alrededor de $400,000 dólares. Esta acción por parte de la administración de la minera de Cananea resultó en una fuerte migración, no solo de los campamentos mineros de Nacozari y El Tigre a Cananea, sino de los ejércitos rivales contendientes.

Revolucionarios en la estación del ferrocarril de Cananea (Foto: C. M. C.).

Las luchas de los villistas y carrancistas en Sonora no podían tener efecto alguno en la pacificación final de México; si no fuera por el enorme costo para las industrias estadounidenses que operan en ese estado, sus representaciones serían de comedia o farsa, ya que estos eran, en gran parte, los principales afectados. Para esas fechas ya no se empleaba mano de obra extranjera en el norte de Sonora, excepto para trabajos de supervisión y técnicos especializados.

Debido a las malas condiciones del ferrocarril al sur de Agua Prieta, enormes cantidades de concentrado de cobre se habían quedado varadas en Nacozari y en la compañía minera El Tigre se quedaron hasta $300,000 en lingotes y concentrado en banda. Por supuesto, estas acumulaciones de metales preciosos era una invitación a las bandas de elementos desorganizados de Sonora, para atacar y asaltar los asentamientos mineros, como lo hicieron en septiembre de 1912, cuando el general José Inés Salazar entró al mineral de El Tigre y robó 21 barras de plata. Cuando su banda de 375 hombres partió, se llevaron todas las provisiones y suministros que pudieron cargar. La compañía en ese momento tuvo la suerte de que las tropas federales ya estaban en camino desde el norte, y la banda de Salazar fue rápidamente puesta en fuga, dejando la plata y otros botines cargados en burros que vagaban por las montañas. Las barras de plata, que pesaban unas 200 libras cada una, eran tan pesadas que cuando los burros se echaron no pudieron volver a levantarse, por lo que muchos murieron de esa forma. Los mineros de El Tigre, que buscaban en las colinas los lingotes perdidos, pudieron localizarlo por medio de los buitres que volaban en círculos sobre sus cabezas. De hecho, todos los lingotes fueron recuperados y Salazar fue completamente derrotado por el general Obregón, ahora mano derecha del general Carranza, en su primera batalla de importancia.

La energía se suministraba a la mina El Tigre por medio de una línea eléctrica de 65 millas (105 km) de largo que transmitía mil caballos de fuerza a través de una corriente de 40,000 voltios. Esta línea había sido cortada repetidamente por las facciones contendientes. Es probable que si esta línea no hubiese existido, la mina habría cerrado operaciones desde muchos meses antes, ya que en varias ocasiones se habían robado todos los caballos y mulas de los cargueros que trabajan para la empresa. Para esas fechas había sido posible reparar la línea tan pronto como la cortaban.

Hubo muy pocos enfrentamientos entre las dos facciones en Sonora durante 1915, realmente  no hubo batallas campales, siendo la lucha de carácter inconexo. Casi parecería como si el objetivo principal de ambas facciones fuera ponerse en una posición tal en que pudieran cobrar impuestos a las empresas mineras para mantener la lucha por el poder. Los grandes terratenientes se habían refugiado en los Estados Unidos; los cultivos sembrados ese año era de escasa extensión y, si bien, no hubo casos de hambruna en el norte de Sonora, las condiciones difícilmente podrían haber sido peores de lo que eran, la única característica salvadora era el hecho de que las tres grandes empresas mineras continuaban operando al mejor nivel de su capacidad. Aunque lamentablemente proporcionaban fondos a las facciones contendientes para seguir combatiendo, también daban un medio de vida a la población circundante.

Todo parecía indicar que Nacozari y El Tigre se verían obligados a adoptar el plan de Cananea de pagar en plata mexicana, aunque la facción maytorenista, ahora en control en Sonora (con la excepción de Agua Prieta) se oponía al abandono del uso del papel moneda impreso por ellos. No había duda de que el pago con plata a los mineros tendería a expandir el trueque que estaba de moda en esas fechas, ya que las diversas emisiones de papel moneda, que sumaban muchos millones de pesos, eran de curso legal, pero eran rechazados por todos los que podían. En general, la perspectiva era que, a menos que el gobierno estadounidense reconociera rápidamente a alguna de las facciones contendientes y se le permitiera fortalecerse mediante préstamos externos, Estados Unidos se vería obligado a intervenir, voluntaria o involuntariamente. Como Estados Unidos no quería reconocer a ninguna de las facciones, las condiciones solo podían empeorar progresivamente, ya que ninguna de las partes podía recibir el apoyo suficiente para establecer una pacificación permanente en todo el país. La población trabajadora ya mostraba, en muchos sentidos, que estaba absolutamente cansada de la lucha interminable, pero la ausencia de un espíritu público y la incapacidad para expresarse públicamente hicieron que sus deseos fueran de poca importancia para los líderes revolucionarios.

Mientras tanto, el gobierno estadounidense pensaba que: Villa era un buen soldado y con un pequeño ejército bajo su dirección personal, en general siempre había tenido éxito, pero tan pronto como se esforzaba por emprender un trabajo administrativo o un trabajo militar a mayor escala, sus esfuerzos dejaban de tener éxito. Carranza, por otra parte, pensaba que no era un soldado, y si bien Washington no había podido manejarlo tan satisfactoriamente como lo hizo con Villa, evidentemente era el mejor representante del movimiento constitucionalista mexicano. En cambio, para ellos, Zapata era inferior a los otros dos líderes, decían que simplemente era un líder guerrillero glorificado sin un propósito político real.

Para octubre las condiciones cambiarían, el gobierno estadounidense reconocería a Venustiano Carranza y a los constitucionalistas, y para finales de ese 1915 maytorenistas y villistas serían derrotados y expulsados de Sonora después de cruentas batallas que iniciaron en Agua Prieta y terminaron en Hermosillo.

Fuente principal:

Mining and Scientific Press, San Francisco, Ca. July 17, 1915