viernes, 1 de mayo de 2020


MANUEL M. DIÉGUEZ: Un incansable luchador casi olvidado en Cananea. Parte I.
Gustavo A. Moreno Martínez moremar@prodigy.net.mx

INTRODUCCIÓN

El Gral. Diéguez fue un incansable luchador social que defendía con la vida lo que consideraba justo. Desde los campos del sur de Sinaloa y los oscuros túneles de las minas de Cananea, todo el noroeste, norte, oeste, centro y noreste del país; bregó por la justicia de los obreros y por un estado constitucionalista luchando contra los empresarios insaciables y los enemigos del carrancismo hasta su muerte, cuando junto con Carranza fue traicionado por aquellos con quienes había luchado codo a codo por el establecimiento de una Constitución que diera derechos reales a todos los ciudadanos del país. Nace en el estado de Jalisco, pero se le ubica como sonorense porque en este último estado vivió parte de su vida e inició su carrera política y su etapa revolucionaria. Se le considera parte del llamado “Grupo de Sonora” y formó parte del constitucionalismo al que defendió hasta fallecer. Espejuelos casi siempre obscuros; estatura regular; delgado, mirada franca. Un bigote largo y no muy bien cuidado. Color cetrino, frente amplia, severo y, sin embargo, atrayente. Serio y con alguna frecuencia muy comunicativo.[1] Debido al aspecto canoso y sumamente delgado con el que salió de la prisión de San Juan de Ulúa, después de 5 años encarcelado, le pusieron el apodo de “El Viejo”, sobrenombre con el que cargo el resto de su vida. Este documento pretende dar a conocer la vida y participación de Diéguez en los movimientos sociales del país, pero haciendo énfasis en su participación en Cananea y Sonora, con la idea de establecer que al menos la Ciudad del Cobre ha sido injusta con él, ya que, como a otros hombres que igualmente participaron en los mismos eventos, debería habérsele honrado en Cananea desde hace mucho tiempo de diferentes formas.
SUS ORÍGENES
Manuel Macario Diéguez Lara nace en Guadalajara, Jalisco el 10 de marzo de 1874, sus padres fueron Crisanto Diéguez Vela (1848-?) y Juana Lara Macías (1850-1938). Sus abuelos paternos fueron Manuel Diéguez e Ygnacia Vela y sus abuelos maternos Adrián Lara y Bárbara Macías. Tuvo 3 hermanos y seis hermanas: Crisanto Wistano (1877-1920), María Ysaura (1879-?), Porfirio (1881-?), Álvaro (1882-1935), Felicitas (1885-?), Elvira (1886-?), Carolina (1889-1970), Cliseria (1889-?) y Magdalena (1892-?).[2]

Acta de nacimiento de Manuel M. Diéguez Lara (Imagen: Reg. Civ. de Jal.).

Siendo el mayor de todos los hermanos, Manuel muy pequeño fue llevado a Tequila, Jal., ya que para 1877 nace en ese lugar su hermano Crisanto, poblado donde permanecieron por lo menos hasta 1885, ya que al año siguiente se encontraban viviendo de nuevo en Guadalajara, sitio donde permanecieron probablemente hasta después de 1890, ya que en 1892 nace su hermana menor en el poblado de Magdalena, unos 15 km al noroeste de Tequila, para entonces Manuel ya contaba con 18 años de edad.

Cursó sus estudios primarios con buenas calificaciones en Guadalajara, al terminar se matriculó en el Seminario Conciliar pero por falta de vocación lo abandona, según una versión, según otra, fue debido a una enfermedad de su padre y la precaria situación económica de su familia es que lo lanzan a la vida en los primeros años de su adolescencia. A esa edad tuvo que abandonar sus juegos, distracciones y paseos, para ganar algún dinero a fin de ayudar al sostenimiento de su familia. Después, fue profesor rural en San Cristóbal de la Barranca, Jalisco y luego en Magdalena, Jal. fue empleado de rentas, pero no ganaba los suficiente o probablemente su espíritu aventurero lo obligan a dejar su estado natal.

Probablemente antes de cumplir su mayoría de edad, entre 1894 y 1895, marchó a El Rosario, Sinaloa donde comenzó a trabajar como jornalero de una hacienda de beneficio; sin embargo, este trabajo, al igual que en el resto del país, era muy mal pagado por lo que decidió marchar a Mazatlán. En ese puerto, el 6 de marzo de 1899, ingresó a la Marina en el Barco de Guerra “Oaxaca” como “Criado de 2a. Categoría” permaneciendo en la Armada de México probablemente hasta finales de 1901. El tiempo que duró en la marina le dieron varias herramientas de vida, entre ellas, el Idioma Inglés, gracias al cual logra obtener empleos mejor remunerados.
EN CANANEA

En Guaymas, Sonora se dio de baja de la Armada para emplearse en el mineral La Colorada donde permanece muy poco tiempo, ya que probablemente a finales de 1901 o principios de 1902 llega a Cananea donde se contrató como ayudante en la oficina del pagador de la mina Oversight ubicada en Chivatera, perteneciente a la Cananea Consolidated Copper Company (4C),  propiedad de William C. Greene.


La mina “Oversight” a principios del Siglo XX. (Tomada de: Sosa, 2003).

A su llegada a Cananea para vivir consigue casa en Buenavista (El Pueblo o Pueblo Nuevo). No se sabe si ya venía con su pareja o la conoce en Buenavista, pero el 11 de septiembre de 1902 nace su hijo Adolfo cuya madre es María Palomera Curiel, originaria de Mascota, Jal. También en Buenavista, el 15 de enero de 1906 nacería Esther su hija menor. En las actas de nacimiento de ambos hijos se especifica que son solteros y los hijos son naturales, por lo que se infiere que no estaban casados.

Desde su llegada a Cananea, Diéguez se empieza a dar cuenta de la problemática de los mineros mexicanos, así como la de los trabajadores gringos quienes entre 1902 y 1903 realizaron cuatro huelgas. La inmensa mayoría de estos trabajadores gringos era una mezcla de obreros pertenecientes a uniones o sindicatos proletarios de los Estados Unidos como la Western Federation of Miners (WFM) y la Industrial Workers of the World (IWW), todos ellos de ideas socialistas y sindicalistas que actuaban rápidamente cuando las condiciones de trabajo no les eran favorables. Serían primero ellos, después el Magonismo, quienes darían al incipiente proletariado cananense las bases para la construcción de una conciencia de clase, una precaria organización y una forma de luchar por sus derechos laborales y humanos.

Como testimonio de lo que se estaba gestando socialmente en Cananea, en el mes de mayo de 1903, se le envía a Porfirio Díaz un amplio documento firmado por setenta ciudadanos de Cananea, donde se resumía el enojo de obreros y comerciantes, sobre el problema de la propiedad urbana y las desigualdades sociales. En el documento se exponía con claridad el interés especulativo de la empresa 4C y se ponía en evidencia la complicidad de las autoridades. Entre otras muchas cosas el escrito decía:

“Agobiados por el enorme peso de la tiranía y opresión que jamás se viera, ejercida por la Cananea Consolidated Copper Co. y sus inhumanos empleados, de quienes las autoridades locales, instituidas para hacer respetar y sostener las garantías que a todo hombre otorgan la Constitución General de la República y la del Estado, no son más que ejecutores de los delitos que día a día se cometen contra el pueblo”.

“¡Oh!, es increíble lo que pasa! estos atropellos de lesa humanidad y lesa civilización causa hasta hilaridad e indignación de los yankees quienes en tono de reconvención y como calificándonos de cobardes e indignos, nos han preguntado ¿Por qué los mexicanos toleran ser tratados como bes-tias y expulsados por extranjeros de su propio pueblo?”

“Lo hemos tolerado no por temor a los gringos, ni diez veces más que fueran, lo toleramos por temor al poder público, por temor a las autoridades que armadas del poder público para garantizar nuestros derechos de libertad de comercio, industria y trabajo, por el sueldo y beneficios que reciben de la Compañía se convierten en nuestros principales enemigos y verdugos”.

Con todo este entorno socio-económico, Diéguez se empieza a relacionar con algunos líderes que lo acompañarían durante años. Uno de los primeros con los que se relaciona fue Fernando Palomarez quien desde finales del siglo XIX ya se había enrolado con los liberales y fue delegado de Sinaloa para asistir a la ciudad de San Luis Potosí al Primer Congreso Liberal en febrero de 1901; sin embargo, no pudo asistir por falta de fondos económico y por su activismo político tuvo que huir de Sinaloa y se refugia en Cananea. En esta ciudad primero trabajó como jornalero de pico y pala, después se hizo empleado de la oficina de correos.[3] Desde Cananea Palomarez siguió en contacto con los Flores Magón y a principios de 1905 los sigue a los Estados Unidos donde se encontraban refugiados desde un el año anterior. Desde allá es comisionado por la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano (PLM) como Delegado Especial para operar en Sonora.[4]

En 1904, Diéguez tiene contacto con Francisco M. Ibarra, quien desde Sinaloa, arribaría a Cananea y se establece en Buenavista como comerciante de abarrotes. Ibarra era amigo de Baca Calderón y probablemente fue quien lo invitó a Cananea.

Después llegaría Esteban Baca Calderón quien a mediados de 1904, procedente de Nayarit, después de una corta estancia en Sinaloa, llega al sur de Sonora donde conoció de primera mano las causas de la interminable Guerra del Yaqui de parte de Adolfo de la Huerta y el ingeniero Juan de Dios Bojórquez. De la Huerta era un activista liberal que tenía contacto con los Flores Magón y que después tomaría contacto con Fernando Palomarez. En marzo de 1905, después de pasar un año en la zona sur del estado, Baca Calderón arribaría a Cananea donde obtuvo trabajo en el piso de carga de la fundición de metales de la 4C como carrero. Francisco M. Ibarra lo presentaría a Diéguez y otras personas de la misma ideología. Este ambiente social le agradó y resolvió darse de alta en la mina Oversight, donde el trabajo consistía en distribuir entre los barreteros de todos los frentes la pólvora que necesitaran. Después ingresa al personal destinado a la extracción del metal en esa misma mina.[5]

Para 1905, posteriormente o casi al mismo tiempo que Baca Calderón, arribaría a Cananea el licenciado neoleonés Lázaro Gutiérrez de Lara quien había radicado en Chihuahua donde fue juez de Primera Instancia, después, en 1902 se establece en Arizpe, Sonora y dirige el semanario “El porvenir” de perfil liberal y en 1905 se establece en Cananea donde practica la abogacía y se distinguía entre los hombres de su gremio por un espíritu de fraternidad y de cooperación social en todas las dificultades de la vida. Ejercía su profesión sin convertirse en explotador de la gente de limitados recursos.[6]

No bien hubo llegado Baca Calderón a Cananea cuando junto con Francisco M. Ibarra empezaron a explorar el terreno para iniciar una labor de convencimiento entre los obreros y otros personajes para adherirlos al PLM, entre las personas que consideraban con mayor apertura liberal, más capacitadas para comprender los peligros que entrañaban los movimientos preliminares de una rebelión. Manuel M. Diéguez el ayudante del rayador de la mina Oversight, fue uno de los hombres en que más confiaban por la rectitud de sus principios, su influencia y carisma en aquella sociedad.[7]

A principios de 1905 el PLM establece una base en Douglas para desde allí influir en el norte de Sonora impactando notoriamente en Cananea, donde los liberales empezaron a establecerse a mediados de ese mismo año. Su plan no era provocar disturbios laborales sino crear el ambiente propicio para derrocar a Porfirio Díaz. Después, llegan a Cananea José López, Enrique Bermúdez y Antonio de Pío Araujo, a forma de avanzada de la revolución magonista, sin embargo, aún no tenían una idea muy clara de cómo desarrollarla y operarla junto con los obreros. Establecieron contacto con Esteban Baca Calderón, Francisco M. Ibarra, Manuel M. Diéguez y Lázaro Gutiérrez de Lara; quienes ya habían empezado a tener reuniones para organizar la forma de influir entre los obreros para concientizarlos sobre sus derechos laborales y humanos.

Como constancia de que la politización y concientización de los obreros estaba penetrando hasta los niveles más bajos del obrerismo en Cananea, el 7 de Noviembre de 1905, desde esta población, el minero Guadalupe Mendoza escribe una carta a Ricardo Flores Magón que textualmente decía:

“Llo y todos los demás que estamos al corriente de saber los diceres y los males [……] que actualmente sufre toda la nación mas que uno solo que es el que le voy a decir junto. Primero que usted, como conocedores de todas las personas que pueden contrivullir con los fondos suficientes para la compra de unos seis u ocho mil armas con su respectivo parque y que se haga con la recerba posible al llamamiento de jefes y oficiales que se pongan a la vanguardia del pueblo que esta con desesperación porque llegue ese dia de que agan reuniones reservadas [……] para defender la causa que ustedes defienden.”

Poco a poco el grupo fue creciendo y el momento de dar un paso más llegaría a inicios de 1906, ya que justo un día después de que naciera Esther (Lunes 15/01/1906) la hija de Manuel M. Diéguez, en la casa de Cosme Aldana se constituye la sociedad secreta Unión Liberal Humanidad en Buenavista, se conforma básicamente por 15 obreros liberales magonistas que ya tenían tiempo reuniéndose. Manuel M. Diéguez es nombrado Presidente, Francisco M. Ibarra Vicepresidente y Esteban Baca Calderón como Secretario. Es de mencionar que dos hermanos de Diéguez: Crisanto y Álvaro, también se encontraban en Cananea trabajando en la 4C.

A partir de la formación de la Unión Liberal el grupo se volvió más activo y el 1 de Marzo de 1906, Regeneración publica el artículo Nuestro Falso Progreso: La Esclavitud del Obrero, atribuido a Diéguez y Baca Calderón, publicación que refería a las condiciones laborales, económicas y sociales que prevalecían en Cananea desde 1898 y se habían agravado a partir de 1902, escrito que entre otras muchas cosas, decía:

“Los prostíbulos, los garitos, la insolencia de la compañía Minera y las arbitrariedades de la policía y las autoridades continúan siendo el escándalo de los hombres honrados. La Compañía Minera es la propietaria de todo en Cananea, hasta de la vida de los ciudadanos”.

“Esta tiene en Chivatera una sucursal de Banco y Tienda de Raya, y sus pagos los verifica con boletos y préstamos en el Banco sujetos a un tanto por ciento de interés. Los obreros de la Fundición y de la Concentradora de metales, reciben su sueldo en la matriz, -El Ronquillo- según el sistema de explotación que queda indicado y que se extiende a los campos de la "Elisa" y "Puertecitos" que tienen también una sucursal. De ese modo, todos los trabajadores están obligados a consumir los efectos de la Compañía o a recibir inicuamente menoscabados los jornales y sueldos de que disfrutan. Y no hay manera de eludir la tiranía de la Compañía extranjera. Un empleado de los yankees vigila el camino, que como dijimos, era de la absoluta propiedad de la Compañía, para que ningún comerciante del Ronquillo introduzca la carne a los campos mineros”.

“La Compañía vendía hasta hace poco a un peso el kilo de carne, con lo que robaba á ojos vistos a los consumidores. Ahora, los abasteros del Ronquillo la venden a cuarenta centavos el kilo”.

“Bastará con que hablemos de los procedimientos que se siguen acerca de los mexicanos en uno solo de los campos mineros, para que se tenga una idea de lo que sucede en los demás. Veamos lo que sucede en cualquiera, en la Oversight Mine, por ejemplo. Esta mina está en la cima de una quebrada, la del campo Chivatera. Ocupa unos mil trabajadores, de los cuales seiscientos cincuenta son mexicanos y trescientos cincuenta extranjeros. El trabajo se divide en ademadores, barreteros, carreros y rezagadores y los salarios son como sigue: ademadores $4.00 oro diarios; barreteros, $3.50 oro diarios; carreros y rezagadores exclusivamente para los mexicanos, $3.00 moneda mexicana diarios, a pesar de que esos trabajos son los más pesados, incesantes y abrumadores”.[8]

Preocupado por esta publicación, Ricardo Flores Magón con fecha de 3 de marzo, desde San Luis Missouri, USA manda una carta a Manuel M. Diéguez y Esteban B. Calderón en la que lamenta la columna del 1 de marzo, donde, entre otras cosas, les dice:

“Mucho he sentido la publicación, por ustedes, nuestros bravos y leales amigos, pero no hubo manera de impedirla. Si hubiera recibido a tiempo sus apreciables letras, crean que con gusto habría retirado ese artículo.”

"No solamente ustedes pueden salir perjudicados por esa malhadada publicación, sino que también la causa, pues si bien es cierto que Cananea no es el único punto en que los correligionarios se organizan para el fin de obtener la libertad y el bienestar del pueblo, es indudable, por otra parte, que ustedes son necesarísimos en ese punto para los trabajos del Partido Liberal".[9]

Se intuye que una indiscreción podría revelar la identidad de quienes habían sido hasta entonces corresponsales de Regeneración en Cananea, porque entre otras cosas, también les dice a Manuel M. Diéguez y Esteban B. Calderón que adopten un seudónimo para evitar ser descubiertos en caso de la intercepción de la correspondencia. Pero en realidad, su preocupación iba más allá: de descubrirse o de adelantarse lo que se fraguaba en Cananea, podía comprometer la Revolución Magonista en el resto del país.

Mientras tanto seguía la comunicación en los liberales de Cananea y con miembros de la Junta Revolucionaria del Partido liberal Mexicano y el 6 de Abril Esteban Baca Calderón, dirige una carta a Antonio I. Villarreal que entre otras cosas decía:

“Es verdad que ya está preparado el espíritu público, pero no me satisface completamente lo que hemos podido hacer hasta hoy. Quisiera que todos los mineros de aquí se dieran cuenta, de una manera más práctica, de que la dictadura es su peor enemigo, y que sientan a toda hora el justo deseo de derrocarla”.

Mientras tanto, Enrique Bermúdez y el grupo que había llegado a Cananea meses atrás editaron un semanario llamado "El Centenario" y el primer número vio la luz el 7 de abril de 1906. Para entonces, también el periódico Regeneración llegaba a Cananea y Gabriel A. Rubio era el corresponsal que lo distribuía en Cananea al menos hasta estas fechas, logrando con esto una mayor penetración entre los obreros, que aunque la mayoría no sabía leer, siempre había quien podía hacerlo y lo leía para un determinado grupo.

Durante ese mismo mes de abril, a través de Diéguez, la Unión Liberal recibe una circular por medio de la cual se invita a todas las agrupaciones a enviar sus propuestas para la redacción del Programa del Partido Liberal Mexicano.

Durante el resto mes todo fue preparación para los festejos del 5 de mayo, pero previamente la Unión Liberal se transforma en Junta Patriótica que la preside Manuel M. Diéguez, además, se engrosan las filas con nuevos integrantes. Durante los festejos del 5 de mayo se manifiestan en contra de las pésimas condiciones de trabajo en las que se encuentran los obreros de Cananea, primero sería Baca Calderón quien pronunciaría un elocuente discurso durante el mitin, después los haría Enrique Bermúdez y el discurso oficial de esta fiesta de los mineros de Cananea, estuvo a cargo de Lázaro Gutiérrez de Lara quien aunque no era gran orador, se superaba al calor de las multitudes. Les habló sobre sus intereses de clase, ya que en él se manifestaban desde entonces tendencias socialistas.[10]

Aunque William C. Greene, las autoridades locales y estatales ya empezaban a preocuparse de lo que sucedía en Cananea desde meses antes, los eventos del 5 de mayo los puso en alerta y después de esto Rafael Izábal, Gobernador de Sonora, tuvo una conferencia con Greene y llegaron al acuerdo de que la 4C debería rebajar cincuenta centavos a los salarios de los mineros mexicanos porque, en primer lugar, estaban muy inquietos y listos para provocar dificultades, y en segundo lugar, porque los braceros agrícolas abandonaban el campo para ir a las minas en busca de mejores jornales y era necesario tomar esa medida para evitarlo. Quizás por eso, desde mediados de mayo se dejaba sentir entre los trabajadores, un ambiente de inquietud al comentarse los propósitos de la Junta Patriótica, Unión de Obreros según otros, de emplazar a la compañía para que diera un tratamiento igual a los mexicanos, tanto en las jornadas de trabajo como en el pago de los salarios, tema recurrente en las reuniones de los liberales y los mítines se hicieron más frecuentes durante los últimos 10 días de mayo.

Aunque la Junta Revolucionaria del Partido liberal Mexicano no estaba de acuerdo en lanzarse a la huelga en las minas de Cananea, pues pensaban en un movimiento más generalizado, ellos pensaban en una revolución; sin embargo, todo parece indicar que a finales de mayo, los obreros ya habían hecho saber a Greene la petición de aumento de salario y reducción de la jornada de trabajo, pero como respuesta la 4C, a través de dos mayordomos, comunicó a los rezagadores, carreros, barreteros y ademadores de la mina Oversight que la extracción del mineral quedaba sujeta a contrato, quedando, así, en manos de los mayordomos la reducción de operarios y el incremento de las cargas de trabajo al resto de los obreros. Como contra-respuesta, aunque no se sabe quién o quienes lo decidieron, optan por iniciar la huelga y enfrentarse a la empresa minera.

Greene y las autoridades locales, a través de sus espías, supieron que iniciaría la huelga aunque no sabían dónde ni a qué hora, pero ya estaban preparándose repartiendo armas entre los empleados de confianza de la empresa y las autoridades, quienes empezarían a vigilar la ciudad.

Todo parece indicar que Manuel M. Diéguez y demás dirigentes de la Unión Liberal Humanidad también fueron rebasados, ya que la huelga estalla al amanecer del día 1 de junio y ni Diéguez ni Baca Calderón estaban presentes, de hecho fueron a buscarlos a Buenavista y solo se presenta este último. Manuel M. Diéguez declararía durante su juicio que él no estaba enterado de huelga. De hecho Baca Calderón escribiría en sus memorias lo siguiente:

“A Diéguez le causó contrariedad la intempestiva resolución de los mineros, porque consideró, y con plena razón, que sin una organización general y sin una fuerte suma de dinero para satisfacer las necesidades de los trabajadores durante la suspensión de labores en la mina la huelga estaba condenada al fracaso.”
“Yo le manifesté mi resolución de acudir al llamado de los mineros y le expresé también mi opinión en el sentido de que si no obsequiábamos sus deseos quedaríamos descalificados como hombres de acción ante el concepto público.”[11]

Diéguez se integraría horas después cuando los obreros ya habían parado e invitaban a otros departamentos a incorporarse a la huelga y a eso de la nueve de la mañana los obreros caminaban rumbo a la comisaría de El Ronquillo a donde llega Diéguez y Baca Calderón, este último ya había empezado a elaborar un pliego petitorio, ya que habían acordado junto con Filiberto Vazquez Barroso, Presidente Municipal, reunirse a las diez de la mañana en esa comisaría para interceder por los obreros.

A eso de las 10 de la mañana se presentan los 14 delegados elegidos en la Comisaría (Manuel M. Diéguez, Justo Félix, Enrique Ibáñez, Francisco Méndez, Álvaro L. Diéguez, Juan N. Ríos, Manuel S. Sandoval, Valentín López, Juan C. Bosh, Tiburcio Esquer, Jesús J. Batres, Mariano Mesina, Ignacio Martínez y Esteban Baca Calderón)[12][13], a donde también llegó Greene  y estuvo hablando con ellos pero no quedaron satisfechos y les pidió que presentaran sus demandas por escrito. Los representantes optaron por retirarse a elaborar la propuesta y presentarla en la tarde.

Al no obtener respuesta a sus demandas, la huelga siguió creciendo, los obreros emplearon toda la mañana en recorrer los diversos departamentos de la empresa sacando a todos los trabajadores mexicanos que se unían al grueso de los huelguistas, quienes iban encabezados por un grupo de obreros de mayor categoría.

A eso de las 3 de la tarde, los representantes de los mineros presentaron el pliego petitorio que firmaron los comisionados antes mencionados, quienes entregaron a las autoridades el memorándum. El nuevo documento elaborado por Baca Calderón, probablemente viendo la reticencia de la empresa a mejorar las condiciones, sobre todo salariales, muestra cierta flexibilidad porque ya no exige los 5 pesos diarios, sino un aumento general de un peso sobre el sueldo de cada trabajador. El comunicado firmado por los 14 delegados, entre otras cosas decía:

“Los que suscribimos, delegados designados por los mineros mexicanos para representar ante usted, manifestamos: Que con menoscabo de nuestros intereses y de nuestro decoro personal hemos servido a la compañía que usted preside, porque nunca hemos encontrado estímulo ni bases de equidad en el sueldo asignado a los mexicanos. Con verdadera pena comunicamos a usted que dos mayordomos de Oversight tuvieron en proyecto sacar por contrato la extracción del metal, y, en consecuencia, muchos de nuestros compatriotas hubieran quedado sin trabajo; por tal motivo, los mineros mexicanos han decidido no trabajar más en las condiciones en que hoy han servido………. Deseamos, pues, que se utilice la inteligencia de los mexicanos y se mejore la organización a que han estado sujetos. Desde luego proponemos a usted que a todos los mexicanos en general se les pague un peso más sobre el sueldo que han disfrutado. No debemos omitir otra consideración de orden superior, si a los mineros mexicanos se les otorga justicia en el caso que nos ocupa, ocho horas de trabajo serán suficientes para que el trabajo de todos rinda tantos o más productos”.


Obreros de Cananea frente a la Comisaría de El Ronquillo durante la entrega de pliego petitorio. Alrededor de las 3 de tarde del 1 de junio 1906 (Foto: D. P.).
Después de entregado el pliego petitorio al representante de la empresa y ver la poca seriedad con que se estaba tomando sus peticiones, después de las tres de la tarde, los obreros decidieron marchar hacia la maderería de La Mesa, único departamento de la empresa que faltaba por visitar e invitar a los trabajadores mexicanos a unirse a la huelga. Al llegar a la maderería George A. Metcalf el gerente de ese departamento los recibe con chorros de agua a presión, los obreros enojados arrojan piedras para que suelte la manguera y la respuesta fue una detonación que mata a uno de los obreros que se encontraban frente a la maderería. Los chorros de agua y después el disparo fue lo que detonó la violencia que duraría al menos dos días más y que terminaría con la muerte de al menos 50 mexicanos y 12 americanos muertos, además de una cantidad similar de heridos.[14] Después que los rurales comandados por Emilio Kosterlitzky hubieron tomado control de la ciudad y expulsados a los voluntarios (mercenarios) y Rangers traídos a Cananea por el gobernador del estado Rafael Izabal el día 2 de junio por la noche la ciudad estuvo en una tensa calma hasta otro día en que el ejército comandado por Luis E. Torres hizo su entrada por la mañana y las persecuciones de los huelguistas continuaron tanto por rurales como por el ejército.

El día dos de junio Lázaro Gutiérrez de Lara fue aprehendido por increpar al gobernador a su llegada a Cananea, pero fue soltado dos días después y huye hacia Arizona. Mientras que el ejército seguía buscando a los supuestos líderes de la huelga y el día 5 de junio son citados por el Gral. Torres para negociar pero son aprehendidos Manuel M. Diéguez, Esteban Baca Calderón y Francisco M. Ibarra a quienes, después de catear sus casas, se les encontraron varios manuscritos que los comprometían.[15] Fueron encerrados en la cárcel de Cananea, después son enviados a la prisión de Nogales y finalmente son recluidos en el penal de Hermosillo. Ese día 5 además de aprehender a estos tres líderes, se encarcelaron a otras 28 personas, incluido Crisanto L. Diéguez, hermano de Manuel M.


Huelguistas enviados al penal de Hermosillo. 1) Crisanto L. Diéguez, 2) Esteban B. Calderón, 3) Manuel M. Diéguez, 4) Francisco M. Ibarra (Foto: D.P.)

Fueron consignados al Juzgado de Distrito de Nogales, posteriormente iniciaría su juicio en el que con fecha 9 de julio de 1907 son liberados la mayoría de los encarcelados excepto a quienes consideraban los líderes de la huelga: Manuel M. Diéguez, Esteban Baca Calderón y Francisco M. Ibarra, quienes son acusados de asonada o motín, ataques a la libertad de la industria y el comercio, robo con violencia, incendio, homicidio, sedición e injurias; cargos bajo los cuales fueron sentenciados el 8 de mayo de 1908 a 15 años de prisión, sentencia confirmada mediante ‘Resolutiva dictada por el Primer Ministro Sr. Lic. Seráfico Robles Secretario del Supremo Tribunal de Justicia del estado de Sonora de fecha 10 de agosto de 1908 en la ciudad de Hermosillo, Son.’[16]

En este documento se confirma la sentencia dictada a estos tres líderes el 8 de mayo de 1908 por el Juez 2o de Primera Instancia del distrito de Arizpe a los prisioneros de la Huelga de Cananea de 1906, dictamen que textualmente decía:

“Hermosillo, agosto 10 de 1908. = Vista la causa que instruyó el juez segundo de primera instancia del distrito de Arizpe contra Tomas Rico, Pedro Bonillas, Teodoro Miranda, Alejandro Aragón, Cesáreo Flores, Juan Padilla, Telésforo Martínez, Federico Rosas, Felipe Godoy, Lázaro Montalvo, y Blas Valdés por asonada o motín; contra Crisanto L. Diéguez, por ataques a la libertad de la industria y el comercio; contra Antonio Q. Murrieta y Timoteo Padilla por robo con violencia; contra Jesús P. Preciado, Manuel León y Federico Rodríguez por motín y robo; contra José Betancourt por incendio; contra Waldo Molina, Arturo Vizcarra, Nieves Castro, Heliodoro Guzmán, Homobono Albé, Cesáreo Vázquez por asonada, contra la libertad de la industria y comercio, incendio y homicidio; contra Nicómedes Huizar por incendio, sedición e injurias; contra Francisco Zamora, Refugio Cázares, Pedro Castro, Hermenegildo Ríos, Refugio Alcántar, Francisco M. Ibarra, Manuel M. Diéguez y Esteban B. Calderón por todos los delitos anteriores, más el de homicidio; siendo Ibarra 36 años de edad, soltero, natural del Fuerte Sinaloa, de esta vecindad y comerciante; Manuel M. Diéguez de 33 años, soltero, natural de Guadalajara, vecino de esta ciudad y minero y Calderón de 30 años, soltero, originario de Santa María del Oro, Tepic y minero.”

“Visto el auto fecha 9 de julio del año próximo pasado en que se decretó la libertad de los acusados con excepción de los tres últimos, la sentencia promovida en 1ª. instancia y la apelación que de ella interpusieron los penados; la defensa al pedimento fiscal y lo expuesto en la vista.”[17]

Durante los cateos que realizaron en la casa de Manuel M. Diéguez, además de información que lo comprometía, encontraron un rifle Mausser y una pistola colt. Respecto a su participación en la organización de la huelga, en el transcurso del juicio Diéguez declararía que:

“………había tenido noticias de los acontecimientos ocurridos el día 1º. y 2, parte por haberlos presenciado y parte por referencias; que lo presenciado fue lo ocurrido por la mañana del día 1º en la mina “Oversight” en que se reunieran los trabajadores de esa mina con el fin de solicitar de esa compañía un salario de cinco pesos diarios y disminución de las horas de trabajo; que como a las cuatro de la mañana fueron a despertarlo a su casa algunos trabajadores, entre los que acordaba a su hermano Álvaro Diéguez y Juan N. Ríos con objeto de decirle que el pueblo decía que fuera a la mina pues los trabajadores estaban declarados en huelga pidiendo cinco pesos diarios y 8 horas de trabajo, que este llamado supuso que obedecía a que siempre había influido en el arreglo de las dificultades surgidas entre trabajadores y mayordomos, y con ese motivo todos aquellos lo querían; que calculando que esa petición era formulada en un proceder inconveniente, manifestó que no iría, cosa que al fin hizo en virtud de que Esteban B. Calderón lo decidió a que fuera, y llegando a ese lugar el mayordomo Tom Trager le preguntó si él era el organizador de la huelga, a lo que contestó negativamente. A nuevas preguntas manifestó que ni él, ni acompañado de otros individuos, había celebrado reunión alguna con objeto de organizar la huelga pretendiendo únicamente él y Calderón formar una “Unión Minera” con el fin de que los trabajadores se ayudaran mutuamente, y que, al propalar entre los mineros esa idea, propaló asimismo la de conseguir aumento de salarios, que había tenido reuniones con otros individuos, pero con motivo distinto a las de la “Unión Minera” y que esas reuniones las celebraban en una asociación denominada: “Unión Liberal Humanidad”, la cual tenía por objeto propagar entre el pueblo la idea de que tomara parte en las elecciones de aquella municipalidad, diciendo también que sus tendencias eran las de destruir y derrocar al actual gobierno, cosa que le parecía lícita siempre que se hiciera de una manera pacífica. Que sostenía correspondencia con los miembros de la llamada “Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano” que eran los redactores del periódico Regeneración que se publicaba en San Luis Missouri. Con el fin de hacer propaganda con ese periódico “La Unión Liberal Humanidad”, de la cual era presidente, era una sucursal de la que antes se ha dicho trabajaba bajo la dirección de ella y sujeta al mismo programa operando únicamente en Cananea. Que en efecto, Esteban B. Calderón, con conocimiento del exponente, dirigió una correspondencia a ese mismo periódico relativa a los hechos de la negociación, y que por temor de las consecuencias que podían resultarles, escribió a la dirección diciendo que no publicaran esa correspondencia, refiriéndose a estos hechos la carta que les dirigió Ricardo Flores Magón el 3 de marzo; que las cantidades de dinero que se mandaban a este último individuo eran para ayudarles, pues les decían que estaban en la miseria, que no concurrió a todas las sesiones de la “Unión Liberal Humanidad”, y recuerda que, en una de ellas tomó la palabra Calderón para manifestar la necesidad que había de socorrer a los redactores para que pudieran sostenerse y seguir publicando ese periódico. Que regularmente fue presidente de la Junta Patriótica encargada de los festejos del cinco de mayo en Buena Vista, campo minero de la negociación de Cananea, y como tal, intervino en la formación del programa, que hasta la mañana de ese día tuvo conocimiento del discurso de Calderón, y aunque no le aconsejó que no lo publicara, siempre le hizo ver que estaba subido de color y que por último no había tomado ninguna participación en los acontecimientos de los días 1º. y 2 en que se estuvo en su casa.”[18]

Esteban B. Calderón declararía en el mismo sentido:

“…….que como a las tres de la mañana del día 1º, estando durmiendo en su casa, llegaron a ella Álvaro Diéguez y Juan Nepomuceno Ríos con objeto de hablarle para que fuera a la mina Oversight en representación del pueblo que estaba declarado en huelga pidiendo aumento de salario y disminución de trabajo, que una vez levantado se dirigió a casa de Manuel M. Diéguez…….”[19]

Esto mismo escribiría Baca Calderón en sus memorias por lo que es claro que ni la Unión Liberal Humanidad o Junta Patriótica. ni la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano participaron en la organización de la huelga y solo intervinieron a petición de los huelguistas en las negociaciones  que se dieron el día 1 de junio hasta las 3:00 p.m. en que se entregó el pliego petitorio a Pedro D. Robles, comisionado por Greene como representante de la 4C para que asistiera a la junta a la comisaría de El Ronquillo. Después de eso no existe evidencia de que hayan acompañado a los huelguistas en su ruta hacia la maderería de La Mesa donde inicia la violencia de parte de los hermanos Metcalf.

PRISIONERO EN SAN JUAN DE ULÚA

Como se mencionó anteriormente, con fecha 10 de agosto de 1908 se ratificó la sentencia de 15 en años de prisión a estos tres líderes. Después de habérseles negado el recurso de amparo, Diéguez y Baca Calderón todavía permanecieron un año más en los calabozos de la penitenciaría de Hermosillo, hasta que en agosto de 1909, fueron remitidos en calidad de criminales a la fortaleza de San Juan de Ulúa, no sin antes haber rechazado con dignidad el ofrecimiento que les hacía el general Luis E. Torres a través de un ayudante de la Primera Zona Militar, de ponerlos en absoluta libertad si "deponían su actitud de independencia y rebeldía".[20] De Ibarra no se supo que pasó, pues no se tienen evidencias de que haya ingresado a San Juan de Ulúa.

Con la sentencia a cuestas y condenados a servir en obras públicas, al llegar a la fortaleza, después de vestirlos con saco y pantalón rayado, fueron encerrados en una de las galeras destinadas a los reos comunes, de donde junto con éstos y bajo la vigilancia de torvos capataces, los sacaban diariamente para desempeñar diversos trabajos de conservación de la fortaleza. En esta forma permanecieron algún tiempo, ya que por reiteradas gestiones de los médicos de la prisión tuvieron la fortuna de ser comisionados en la enfermería, alcanzando con ello un gran beneficio al ser tratados cortésmente por los mismos profesionistas quienes les guardaban especiales consideraciones. Así transcurrieron algunas semanas, pero a causa de intrigas que un practicante, tipo porfiriano que los odiaba por sus luchas en favor de los obreros, urdió en su contra ante el sicario Grinda, particularmente en contra de Calderón y éste fue privado de dicha comisión y nuevamente se le obligó a desempeñar los anteriores trabajos entre golpes de los capataces.

En vista de las pésimas condiciones en que se hallaban los presos de San Juan de Ulúa, Baca Calderón envía una carta al diario "La Opinión", que se editaba en la ciudad de Veracruz, que había emprendido una campaña en favor de los allí recluidos, carta donde se quejaba de las pésimas condiciones de vida y los maltratos a los que eran sometidos, sin embargo, esta no tuvo ningún efecto en el trato que se le siguió dando hasta su liberación.
Diéguez, al quedar solo en la enfermería, tuvo oportunidad de llevar a efecto una labor verdaderamente humanitaria, prodigando sus cuidados no sólo a sus compañeros que caían enfermos por los maltratos, por la pésima alimentación y el ambiente mortal de los calabozos, sino también a los delincuentes que la desgracia o el crimen había llevado a aquel presidio “fatídico y siniestro”. Pero no por el hecho de estar allí comisionado y ser de la estimación de los médicos, escapaba de pasar las noches en las nauseabundas y húmedas galeras, donde permanecía desde las seis de la tarde hasta las cinco de la mañana, hora en que se tocaba diana y se repartía el primer alimento que diariamente se daba a todos los reclusos.[21] Disfrutó de los beneficios de su comisión hasta principios de 1911, en que por circunstancias desconocidas fue de nuevo encerrado en la galera en que se hallaba Baca Calderón, donde junto con éste, en medio de sus propios problemas, siempre se dedicó a enseñar a escribir y leer a muchos presos.

En el mes de julio de 1911, después que Diéguez y Baca Calderón enviaran al Presidente de la República una carta abierta solicitando su liberación, Zenón Torres, un ex-miembro de la Unión Liberal Humanidad, tomando esa carta como base escribió una columna sobre los eventos de la huelga de Cananea en 1906 bajo el título: “Los Mártires de Cananea. Diéguez y Calderón”, columna que se publicó de nuevo el 2 de agosto y que a continuación se transcribe textualmente:

“Una reciente carta abierta dirigida al C. Presidente de la República, por los señores Manuel M. Diéguez y Esteban B. Calderón, nos trae a la memoria el recuerdo de los sangrientos sucesos de Cananea, por los cuales esos paladines han vivido largos cinco años[22] en los calabozos de San Juan de Ulúa.

El que esto suscribe fue uno de los miembros de esa agrupación que laboraba en bien de los trabajadores mexicanos y en contra de un Gobierno despótico y tirano que protegía incondicionalmente a los extranjeros, con mengua de los pobres y sufridos mexicanos. Deben recordarlo muy bien los señores Diéguez y Calderón que en compañía de Lázaro Gutiérrez de Lara, Antonio Q. Murrieta, José Carmelo y otros cuyos nombres escapan a nuestra memoria, nos reuníamos para combatir a la odiosa tiranía representada por el americano Mr. Greene y por Mr. Metcalf, de tan infausta memoria.

Desde las columnas de un periódico local primero, y después desde “El Correo de Chihuahua”, “El Clarín del Norte” y “El Progreso Latino”, el que esto escribe fustigó al miserable traidor Rafael Izábal, al cacique General Luis E. Torres y al nefasto Ramón Corral que formaban una dolorosa trinidad, apoyada incondicionalmente por el tirano Dictador, causando la desgracia de todo el Estado de Sonora y la ruina y muerte de un puñado de sus hijos.

Diéguez y Calderón fueron los mártires de los sangrientos sucesos del 1º y 2º de Junio del 1906, Presidente y Secretario del Club de Obreros que solicitaba derechos y prerrogativas para sus compañeros, fueron los que asumieron la responsabilidad contraída y como la mayor parte de los socios pudimos huir rápidamente al día siguiente de la trágica matanza, unos para el sur del país y otros par los Estados Unidos, estos dos compañeros cayeron en las garras del General Torres quien los hizo responsables del motín. Los demás nos salvamos.

Bien dice Juan Sarabia en no lejano número del “Diario del Hogar”….. ‘Comprendo como todo el mundo, que esta revolución fue preparada por los trabajos de los viejos luchadores liberales que combatimos la Dictadura cuando Madero no nacía a la vida política y que señalamos con el ejemplo el camino que se debía seguir para derrocar al tirano, cuando Madero estaba lejos de ser revolucionario.’

Entre esos viejos luchadores se encuentran Diéguez y Calderón, por eso C. Presidente Interino de la República debe oír las súplicas de esos mártires y concederles inmediatamente su ansiada libertad, pues si desde hace tanto tiempo laboraron por derrocar a la odiosa Dictadura, es justo que ahora disfruten del triunfo, siquiera llevando la paz y tranquilidad a sus pobres familias, ya que no desean honores y glorias, como las obtenido muchos maderistas, que después del triunfo, y cuando no se sufría absolutamente nada, han asaltado pueblos y han ocupado ciudades y se han paseado triunfantes ostentando sus cananas repletas de ‘inocentes’ cartuchos y sus trajes llamativos. El Gobierno emanado de la revolución debe ser justo y equitativo.

Los señores Diéguez y Calderón merecen la consideración general, y como ellos, todos sus compañeros de infortunio, con más razón que tanto maderista de última hora.

Esperamos, pues, que estos paladines sean libertados en aras de la justicia y del derecho de los pueblos cultos.”

ZENON TORRES[23]

Diéguez y Baca Calderón respondieron mediante una carta  que se publicó en el periódico “La Opinión” con fecha 29 de julio de 1911 en una columna que llevaba el título “Desde el antro de la muerte. Los sucesos de Cananea y el Sr. Torres”. La carta literalmente decía:

“Ulúa, a 28 de Julio de 1911
Sr. Zenón Torres
H. Veracruz
Estimado señor:

Efectivamente recordamos que usted es uno de los miembros de la Unión Liberal de Cananea y que repetidas veces nos llamaron la atención sus serenas y viriles producciones publicadas en la prensa. Como ud., reconocemos que fueron de trascendencia aquellos sucesos por la magnitud de los intereses disputados y por la sangre vertida de la manera más infame. Recordará usted que la cuestión del aumento del salario era secundario; lo que nosotros queríamos era ampliar su campo de acción a los nacionales, que casi en general trabajaban como simples peones, sin derecho a los ascensos. Esta reforma garantizaba las mismas utilidades a la Empresa, porque tendía a despertar la emulación entre todos los asalariados, sin distinción de nacionalidades. Pero no se nos quiso oír; los viles opresores comprendieron que la manifestación de aspiraciones legítimas se encaminaba sin vacilaciones hacia la emancipación política. Desde entonces la prensa y los patriotas en general se convencieron de que la Dictadura no era más que un Gobierno estúpido, traidor y menguado.

Mr. Greene, el sombrío personaje de la tragedia, felicitó en su oportunidad al señor Madero por la toma de Ciudad Juárez y ahora ha licenciado con su dinero a los insurgentes de Cananea. No sabemos sí se trata de un préstamo o de un regalo hecho a la Revolución; pero si podemos asegurar que el Creso busca la tolerancia de los nuevos hombres del poder, como en los tiempos de Izábal, Torres y Corral.
Nosotros quisiéramos ir cuanto antes a la frontera para unir nuestro humilde esfuerzo al de los hombres puros que velan por los intereses de la civilización.

Somos de usted humildes compañeros y adictos servidores.

Manuel M. Diéguez, Esteban B. Calderón.”[24]

Después de escribir esta carta dirigida a Zenón Torres, este con fecha 3 de agosto publicaría una carta abierta a Francisco I. Madero, que se publicó en una columna cuyo nombre era “Carta Abierta al Sr. Madero. Un Superviviente de los Trágicos Sucesos de Cananea Pide la Libertad de los Sres. Diéguez y Calderón que acaban de Salir de Ulúa”, misma que a continuación se transcribe literalmente:

“Acayucan, Ver. 1º de Agosto de 1911.
Señor de mi respeto:

Un superviviente de los trágicos sucesos de Cananea, Sonora, que tuvieron lugar los días 1º y 2º de Junio del año de 1906, y que ahora come el triste pan del destierro en este rincón del Estado de Veracruz, después de luchar por la prensa y la tribuna, en contra de la oprobiosa tiranía de Izábal, Torres y Corral en Sonora, y de Terrazas y Creel en Chihuahua, tiene la alta honra de dirigirse a usted, para suplicarle que no olvide a un puñado de valientes que luchando desde esa época a brazo partido en contra de la tiranía reinante y por el santo deseo de buscar un campo de acción más amplio para el pobre trabajador mexicano, cayó entre las garras del infame general Luis E. Torres, y hoy gime en las mazmorras del Castillo de San Juan de Ulúa.

Entre esos mártires descuellan Manuel M. Diéguez y Esteban B, Calderón, arrancados del seno de sus familias en la florescencia de su vida y que reclaman su libertad en aras del triunfo de la santa causa que desde hace más de cinco años defendieron.

Yo fui compañero de esos denodados campeones, pero pude escapar de las garras del tirano y huir para los Estados Unidos. A los pocos días volví al país y desde las columnas de varios periódicos en Ciudad Juárez, Chihuahua, Tacubaya y México, combatí rudamente en contra de la tiranía y en defensa de mis compañeros, lo que dio lugar a que fuera muy perseguido por los partidarios de Corral y tuviera que refugiarme en las entrañas de la Sierra de San Martín, en el Cantón de los Tuxtlas, para venir después a desempeñar un puesto humilde en este lugar.

Señor Madero: los señores Diéguez y Calderón, y el grupo de compañeros que están en Ulúa, a semejanza de Juan Sarabia, tienen derecho a la libertad. Influya usted en el ánimo del Señor Presidente de la República para que estos luchadores lleven a sus pobres familias la tranquilidad y el regocijo de su libertad augusta. Si tal hiciere usted en favor de esos mártires, se llevaría usted de seguro el aplauso sincero de las almas buenas y de los corazones bien puestos.

Soy de usted su muy atto., afmo. y S.S.

ZENON TORRES.”[25]

Permanecieron en prisión hasta después del triunfo del movimiento maderista y salieron del presidio el 2 de agosto del mismo año, un día después de la carta enviado por Zenón Torres a Madero y un día antes de que se hiciera pública. Salieron en agosto a pesar de que hacía ya casi tres meses que las armas revolucionarias habían hecho desaparecer el porfirismo que los había condenado por apoyar las luchas en favor del proletariado.

En Veracruz, una vez obtenida su libertad, de paso para el norte del país, los dos luchadores fueron entrevistados por un reportero de "El Dictamen" con la finalidad de que le expusieran sus experiencias durante su encarcelamiento y le manifestaran su opinión sobre diversos asuntos de actualidad. Durante la entrevista agradecieron a quienes les dieron apoyo, hablaron del sufrimiento mental y físico al que estuvieron sometidos; además de temas como la revolución, los revolucionarios y los liberales.[26]

Después de dejar Veracruz y llevando en lo más profundo del alma la impresión indeleble de su injusto cautiverio y teniendo la firme convicción de volver a las luchas proletarias dentro de los principios liberales, Diéguez y Calderón, llegaron a la ciudad de México donde se entrevistaron con el recién libertado Juan Sarabia, con Antonio I. Villarreal, Díaz Soto y Gama, Fernando Iglesias Calderón y otros liberales que se dedicaban con la personalidad de Junta Directiva a la reorganización del Partido Liberal en la República, a quienes les comunicaron su intención de seguir bregando con la bandera liberal, por lo que éstos, conociendo a fondo sus antecedentes les extendieron el nombramiento de delegados que los autorizaba para "organizar corporaciones liberales y realizar toda clase de trabajos que favorecieran el desarrollo y progreso del Partido Liberal".[27]

Esta demás comentar que realmente fueron unos sobrevivientes de esa fatídica fortaleza, ya que de más de 300 enemigos políticos del porfiriato que entraron a esa prisión desde 1906, al término de la dictadura solo quedaron con vida poco más de 80 individuos.[28]

DE REGRESO EN CANANEA

Después de pasar poco más de dos meses en la Ciudad de México, marcharon a Cananea a donde llegaron a finales de octubre y fueron recibidos con sumo afecto y hasta fue organizado un baile de bienvenida en su honor, e inmediatamente les dieron el trato de líderes, sobre todo a Diéguez, ya que los mineros no podían olvidar sus luchas y sacrificios por levantar su condición de explotados por el capitalismo extranjero y rebajada su condición humana por la dictadura.

A finales de octubre de ese mismo año, a su llegada a Cananea y antes de dar inicio a su labor social, visitaron y fueron entrevistados por el periódico “La Verdad”, donde se refirieron a la necesidad de orientar a todas las clase sociales en la lucha progresista, la necesidad de crear una situación política bien definida por el bien de la justicia, afirmaban que tenían el propósito de constituir de nuevo la Unión Liberal Humanidad que había sido disuelta por la dictadura, que propondrían la idea a las Sociedades Mutualistas y al público en general con la intención de abarcar a la mayor gente posible. Comentaban que, en su momento, cuando las autoridades locales lo permitieran, lanzarían la convocatoria y adoptarían el mismo programa que el Partido Liberal, que para entonces presidía a nivel nacional el historiador Fernando Iglesias Calderón.[29]

Posteriormente, fueron entrevistados por un corresponsal del "Correo de la Tarde", a quien le expresaron que su regreso al mineral tenía por objeto no sólo trabajar por el bienestar propio, sino cooperar con su esfuerzo al mejoramiento de las masas populares y que para ello, de nuevo comentaron, tenían la intención de reorganizar la Unión Liberal Humanidad. Por esos días Ricardo Flores Magón fomentaba un movimiento anarquista en la Baja California, se les preguntó sobre si estaban de acuerdo con la actitud de Flores Magón, a lo que manifestaron que no, porque si bien era cierto que habían estado cuando su común bandera de combate era la del ideal democrático, ahora era muy distinto, porque aunque reconocían un gran fondo de bondad en el ideal anarquista, entendido en el sentido de armonía social basada y en la libertad absoluta, creían que tan bella utopía sólo se podría realizar cuando al cabo de varios siglos se hiciera la luz en los cerebros y cuando imperara en todos los corazones el hermoso sentimiento de la fraternidad humana; que deseaban la fraternidad universal, pero que unirían sus esfuerzos únicamente a los de los hombres que trabajaban con método y honradez por amor a la verdad, a la justicia y al progreso humano.[30]

Sin embargo, pronto surgirían los problemas, ya que el 14 de febrero de 1912 se levantarían unos 20 mineros en armas encabezados por José Rodríguez, Adolfo Duhagón y Ángel Coronado. José Rodríguez era un conocido contrabandista a cuyo socio, José Flores, recientemente le había dado muerte la Gendarmería Fiscal. Duhagón y Coronado eran presidente y vicepresidente, respectivamente de la Unión Minera. Duhagón había participado en la huelga de 1906 y estuvo dentro de la comisión que entregó el pliego petitoria a la 4C. Esto sucedía porque a la llegada de Diéguez y Calderón, los mineros pedían su destitución y estos recurrieron a todo tipo de engaños para sugestionar a los mineros tratando de hacerles creer que el Partido Liberal era su enemigo, buscando aislar  a Diéguez y Calderón quienes eran los delegados de la Junta Iniciadora de la Reorganización del Partido Liberal, a pesar que esos mismo individuos había organizado el baile de bienvenida en su honor cuando llegaron a Cananea en octubre pasado. Iniciaron una campaña de desprestigio en contra de los recién llegados porque estos no los quisieron secundar en sus triquiñuelas y trataron de desacreditarlos pero no lograron su cometido. Esto derivó en que los dirigentes de la Unión Minera se rebelaran en Buenavista con un puñado de mineros incondicionales y al levantarse en armas matan a dos policías y hieren a otro y huyen rumbo a la sierra y después se unen a los orozquistas.[31]

Después de haber restablecido la "Unión Liberal Humanidad", en 1912 Diéguez es postulado y electo por unanimidad de votos por los trabajadores como Presidente Municipal, quienes lo reconocían como jefe y le guardaban gran cariño, respeto y gratitud.

LOS OROZQUISTAS

El general Pascual Orozco se levantó en armas en Chihuahua el 3 de marzo de 1912 contra el Presidente Madero y después quisieron tomar Sonora cruzando la Sierra Madre Occidental por diferentes puntos. Mientras Manuel M. Diéguez se mantenía como líder de la Unión Minera no participó en contra de los orozquistas, pero después de que fue electo Presidente Municipal, siendo un sincero maderista y teniendo la convicción de que el movimiento orozquista no tenía razón de ser, lo combatió incorporándose a las fuerzas auxiliares del Estado al mando de unos 200 hombres para combatir fuera de Cananea, ya que la ciudad nunca estuvo seriamente amenazada por los orozquistas. Su principal intervención fue negociar la rendición el 7 de octubre de la banda orozquista de 48 hombres al mando de Isidro Escoboza.[32] Días después, apoyado por Escoboza, también participa en la rendición de Miguel Encinas quien se encontraba refugiado en la Sierra Azul, al suroeste de Cananea al mando de 375 orozquistas.[33] Diéguez dejó las armas hasta que los rebeldes se rindieron y esta sería su primera intervención militar, aunque su participación fue poca.

La coyuntura de la presencia de la rebelión orozquista entre agosto y octubre trajo un gran caos a Sonora y propició la acción directa de parte de los obreros. Manifestándose el año de 1912 como crítico para la política interna, ya que afloraron tres situaciones en los minerales:

1) Aparece en forma generalizada una posición nacionalista, es decir, aflora de nuevo ese sentimiento antiestadounidense por tanto tiempo contenido en el batallar de los obreros de Cananea y otros centros mineros.

2) Los movimientos de huelga vuelven con mayor intensidad, pero no solo en Cananea, sino que estos movimientos se generalizan a las principales minas del Estado.

3) Todos los centros mineros se convierten en zonas de batalla y continúa la política de las facciones rebeldes de surtirse de alimentos y dinero de esos lugares, ya que al ser estos centros mineros lugares donde generalmente había flujo de dinero, siempre se buscaba controlarlas para obtener liquidez vía “impuestos”, que generalmente las empresas pagaba por partida doble, al gobierno y a la facción que controlaba el sitio.[34]

Los mineros que se habían mantenido con un perfil bajo, a finales de 1912 vuelven bien organizados y en diciembre estallan huelgas al mismo tiempo en los minerales de Cananea, La Colorada y La Dura; y se creía que era una acción planeada por los clubes anarquistas y con claros tintes revolucionarios, y aunque esto no se pudo comprobar, lo cierto es que manejaban demandas comunes: la destitución de capataces estadounidenses, regularización y modificación del sistema de pago, jornada laboral de ocho horas y mejoramiento en el servicio de los hospitales.

De los centros mineros en huelga, el de Cananea fue el que se vigiló con mayor celo, y algunos de los dirigentes del conflicto que habían sido protagonistas de la huelga de 1906 fueron encarcelados. Juan José Ríos, quien era secretario del municipio y había apoyado la huelga (seguramente respaldado por Diéguez, el Presidente Municipal), junto con Esteban Baca Calderón, J. M. Olguín y Pablo Quiroga, este último dirigente de la Unión Minera, fueron a Hermosillo para abogar por los huelguista, pero el gobernador interino Ismael Padilla ordenó arrestarlos justificando la medida con el argumento siguiente:

"…había que parar un socialismo mal entendido que ha traído como resultado los conflictos que se están lamentando en diversas partes del país entre el capital y el trabajo."[35]

Bajo esta tensión social y laboral se desenvuelven tantos los obreros, como los patrones y autoridades estatales, ya que por un lado está la constante amenaza de huelga de los obreros, y por otro, los grupos involucrados en el movimiento revolucionario que exigían a las empresas cantidades fuertes de dinero para financiar la rebelión civil, mientras las autoridades estatales trataban de mediar entre unos y otros, para evitar el cierre de las empresas y de la frontera por donde entraban todo tipo de avituallamientos de uso común y para la guerra; mientras que por ellas se exportaban los minerales beneficiados en el estado, una de las principales o la principal fuente de entradas económicas para el estado vía impuestos.

EL CUARTELAZO

Solo dos meses después, al efectuarse el cuartelazo huertista de febrero de 1913, cuando se supo en Cananea la noticia del asesinato de Madero y Pino Suárez, el 24 de febrero, Manuel M. Diéguez como presidente municipal, citó a los líderes de las agrupaciones liberales, compañeros de la huelga de 1906 y otros representantes de la sociedad, a una reunión en el Salón de Cabildos del Palacio Municipal, para analizar la situación y conocer cuál era el sentir de la población.[36] En la junta había representantes de los obreros, comerciantes y líderes liberales. Cuando la reunión se desarrollaba, Diéguez recibe una llamada del Comandante de la Policía, quien le hablaba desde la Botica Americana (Juárez y 3ra Oeste) comunicándole que le habían informado que una columna de soldados procedentes del cuartel de la Mesa Sur, iba hacia el palacio, ya que se habían enterado de la reunión e iban con la consigna de que la junta era para planear un levantamiento armado y venían por Diéguez y sus seguidores. Cuando Diéguez comunica la información recibida a los integrantes de la reunión, el Salón de Cabildos se vuelve un caos, unos salieron corriendo por las escaleras y otros por las ventanas, olvidando sombreros, bastones y demás objetos personales en su prisa por salir del Palacio.[37] En la junta se había acordado el desconocimiento de Huerta, quedando como jefe del movimiento que se planteaba el propio Diéguez. También se acordó establecer un cuartel de reclutamiento en Buenavista a cargo de Pablo Quiroga, dirigente de la Unión Minera.

El 23 de febrero Aniceto Campos, Presidente de Fronteras, fue el primero en pronunciarse contra Huerta; Diéguez sería el segundo Presidente Municipal de Sonora que se pronuncia contra el usurpador, y no solo se pronuncia, se rebela e inicia el movimiento anti-huertista en Cananea.[38] Para esto, después, Diéguez repartió 50 rifles de diferentes calibres a miembros de los Clubes Liberales para que hicieran guardias en las minas y otros puntos estratégicos de la ciudad. Ya establecido el cuartel de reclutamiento, Pablo Quiroga con apoyo de la policía de Cananea, por órdenes de Diéguez, hizo una requisa de caballos sin que interviniera el Col. José R. Moreno, jefe federal de la guarnición en Cananea. Dos días antes de que Diéguez entregara las armas, el prefecto de seguridad, quien tenía su oficina frente a la carcelita del Ronquillo, había proporcionado armas a unos trabajadores para apoyar a Huerta, sin saber que el gobierno estatal se pronunciaría en contra, días después.
Mientras en Hermosillo José María Maytorena, Gobernador del Estado, que apenas el día 1 de febrero se había reintegrado a la gubernatura después de una licencia de 2 meses, no sabía qué decisión tomar, si apoyar o no a Huerta. Finalmente opta por solicitar del congreso una licencia para separarse de su puesto por un término de seis meses, misma que fue concedida el día 26 de febrero de 1913. El Congreso del Estado el mismo día nombra a Ignacio L. Pesqueira Gobernador Interino, quien de inmediato desconoce al régimen del usurpador.

El 27 de febrero una turba desarmada recorría las calles de Cananea gritando Viva Madero!!! y amenazaba con atacar a los 300 soldados federales de la guarnición que estaban al mando del Col. José R. Moreno. Los federales, prudentemente, se atrincheran en el cuartel de la Mesa Sur y en el cerro del Fortín donde pusieron trincheras con ametralladoras.[39] Otro día, unos 400 mineros maderistas de Cananea y otros 50 de Buenavista, llegan al Palacio Municipal demandando armas diciendo que están dispuestos a defender la ciudad de los federales.[40] Esto sucedía porque los mineros de Cananea y de otras poblaciones, siempre habían recibido apoyo de Madero; sin embargo, a pesar de lo alterado que estaba la población, las cosas no pasaron a mayores y finalmente solo unos 150 de estos hombres estaban bien armados.[41] Este grupo de mineros al mando de Manuel M. Diéguez sería conocido como Primer Cuerpo de Voluntarios de Cananea. Después se seguirían formando más cuerpos de voluntarios en el noreste de Sonora.[42]
Después de esto, Diéguez renuncia a la Presidencia Municipal y organiza dos cuerpos de voluntarios entre los mineros de Cananea, y al frente de ellos se lanzó a la lucha contra las tropas de la usurpación. Uno cuerpo lo deja acampado cerca de Buenavista y con el otro abandona la ciudad.

El día 3 de marzo, entre las 9 y las 11 de la noche, Diéguez a la cabeza de más de 400 hombres abandona Cananea dejando la ciudad a los federales. Muchos iban desarmados y a pie, con la promesa de que pronto se conseguirían armas y monturas, ya que iban a reunirse con otro grupo de maderistas. La salida de Diéguez de la ciudad tomó por sorpresa a todo mundo, ya que se pensaba que podía presentar batalla a los federales en cualquier momento; sin embargo, conocía bien las limitaciones de su irregular ejército, por lo que prefirió dejar la ciudad y esperar apoyo inmediatamente afuera de la ciudad, estableciendo su campamento, en primera instancia, en “La Empacadora”, donde en el techo de un carro de ferrocarril, montaron una ametralladora para defenderse en caso de un posible ataque.[43]

Mientras, en Cananea quedaba Carlos Durazo como encargado de la Presidencia Municipal y la mayor parte del gabinete que tenía Diéguez, también, quedó suficiente policía para resguardar el orden.

Otro día, el 4 de marzo, la Secretaría de Relaciones Exteriores envía un comunicado a la Secretaría de Guerra y Marina, en los siguientes términos:

“El Señor Don José S. Sáenz y el Cónsul de México en Douglas, Arizona, en telegrama de fecha 1º del mes en curso me dicen:

Nueve A.M. ayer comenzó motín en Cananea apoyado Prefecto Distrito y Rafael D. Castro, Placido G. Moreno, Juan José Ríos, Esteban B. Calderón, Francisco González, pueblo inconsciente no obra más que por impulsos perturbadores del orden. Jefe Moreno fuerzas federales sostiene su puesto, no han cometido desmanes hasta hoy. Póngome comunicación Gral. Ojeda. Si es necesario marcharé lugar sucesos para convencerles. Se impone paz salvar todos intereses. Datos que comuniqué traídos por un enviado al lugar informarme situación. Seguiré comunicando cuanto ocurra. Ruego comunicar informes Gral. David de la Fuente.”[44]

El 5 de marzo de 1913, Pesqueira expide el Decreto de Ley Núm. 122, mediante el cual se desconoce oficialmente al gobierno de Victoriano Huerta y con el respaldo de los diputados y autoridades locales, Ignacio L. Pesqueira, preparó la defensa de la soberanía del Estado. Establecida la oposición entre los poderes locales y el ré-gimen del general Huerta, Pesqueira, el mismo 5 de marzo nombra Jefe de la Sección de Guerra del Estado al Coronel Álvaro Obregón por sus méritos en el combate a la rebelión orozquista en Sonora; y jefes de operaciones militares en las regiones norte, centro y sur a los coroneles Juan G. Cabral, Salvador Alvarado y Benjamín G. Hill, respectivamente.[45]

Posteriormente, Pedro F. Bracamontes y el Tte. Macías se levantaban en Nacozari; Plutarco Elías Calles (Comisario de Policía), el mayor Antúnez y el capitán Cruz Gálvez se rebelaban en Agua Prieta; en Fronteras Aniceto Campos (Presidente Municipal) también se levantaba; todos dispuestos a la lucha.[46] Estos líderes junto con Manuel M. Diéguez y Esteban Baca Calderón, firmaron el Plan de Nacozari el 12 de marzo y, con esto, todo el noreste de Sonora se pronunciaba desconociendo al gobierno espurio de Huerta.[47]

Una vez otorgadas las jefaturas militares por el Gobernador Interino, el Col. Obregón inmediatamente, después de reunir fondos, parte rumbo al norte con el objetivo de atacar la plaza de Nogales que estaba defendida por un sector del 5º Batallón de Infantería al mando del Col. Manuel Reyes, apoyado por la Gendarmería Fiscal al mando del Col. Emilio Kosterlitzky.[48] Después de dos días de combate la plaza es tomada el 13 de marzo y el Col. Obregón da instrucciones de reparar las vías del ferrocarril rumbo a Cananea y Naco, mientras el esperaba la reincorporación de Alvarado en esa frontera.

Al mismo tiempo Juan J. Ríos, el tesorero de Cananea, a la cabeza de 250 rebeldes, salió de la ciudad con la evidente intención de asistir en la toma de las ciudades fronterizas de Naco y Agua Prieta. Mientras tanto, Diéguez se había movido al Ojo de Agua de Arvallo, apoderándose de las fuentes de agua de la ciudad, pero habían prometido no cortar el suministro a la población.[49] Ante la inminencia de un ataque, Cananea seguía siendo evacuada por los americanos, aunque tenían que hacerlo en vehículos, ya que la ciudad se encontraba totalmente aislada por ferrocarril y sin comunicación a través del telégrafo.

El día 12, desde el Ojo de Agua fueron enviados 100 hombres para intentar tomar Naco que seguía en manos de los federales. Se suponía que estos hombres se unirían a otro grupo que estaba en la parte norte de la Sierra de los Ajos antes de atacar la población, ataque que estaba programado para ese día.[50]

Ese mismo día los revolucionarios al mando de Diéguez, dejaron el campamento del Ojo de Agua alrededor de las 6 de la tarde y se creyó que pretendían ocupar nuevamente la ciudad, decían que si los federales se les oponían habría pelea. Sin embargo, cruzaron Cananea y se trasladaron a Buena Vista (Pueblo Nuevo), no habiendo sido interferida su entrada a la ciudad. El informe de que los maderistas se dirigían a Cananea causó considerable alarma en La Mesa, la parte residencial de la ciudad, y la gente desesperada empezó a buscar refugio en casas y edificios que no eran de madera. Sin embargo, sus temores eran infunda-dos, la columna alcanzó su objetivo aproximadamente a la 1 de la mañana, donde se reunieron con los 125 hombres al mando Jesús Vázquez que se encontraban acampados desde que Diéguez había abandonado Cananea, por lo que ahora había unos 450 hombres en esa zona de los campos mineros, todos ellos al mando de Diéguez y de su segundo, Alfredo Duarte.[51]

Los días 12 y 13 habían estado decomisando de caballos de americanos, bajo la promesa de que serían devueltos. De la misma manera, se adquirió mercancía de varios comerciantes chinos por unos 300 pesos a cada uno y se le pagó con vales firmados por Diéguez, con la promesa de pago al triunfo de los constitucionalistas. La Lechería Cananea era visitada por pequeños grupos que obligaban a los chinos a que les cocinaran, sin llevarse nada.[52]

Estando Manuel M. Diéguez acampado en Buenavista, recibió un mensaje del coronel Obregón indicándole que bajo ninguna circunstancia debía pelear en Cananea. Al saberse esto en la población, provocó gran tranquilidad, al menos por el momento, ya que habían permanecido bajo un fuerte estado de alarma durante los últimos días.[53]

Poco antes del mediodía del día 14, hubo un poco de alarma por la aparición de unos 25 hombres armados a caballo que venían de Buenavista rumbo al Ronquillo, los federales que se encontraban atrincherados a espaldas del Cananea Club sobre el cerro de El Fortín, inmediatamente hicieron preparativos para resistir el ataque. Sin embargo, los constitucionalistas no tenían intención de atacar, ya que el grupo estaba conformado por Manuel M. Diéguez y los guardaespaldas, quien iba al Ronquillo por negocios.[54]

Mientras tanto, debido a que los propietarios de los caballos que estaban decomisando estaban muy molestos, ya que no sabían qué pasaba, porque había gente que no pertenecía a las filas revolucionarios que estaban aprovechando el momento para robar caballos y saquear culpando a los constitucionalistas, por lo que se tuvo que realizar una reunión en Chivatera entre los hombres de negocios representativos de la ciudad y los líderes constitucionalistas, donde obtuvieron la promesa de Diéguez de que no se permitiría más hombres armados en las calles a menos que fueran de la policía; además prometió más policía elegida de entre las filas del comando de Diéguez. También, prometió que ningún hombre se apropiaría de ninguna cosa o animal, al menos que fuera por orden escrita de Diéguez o algún otro jefe. También se acordó que los hombres de negocios aportarían fondos para el mantenimiento de las tropas, para esto, la Cámara de Comercio nombró una comisión para encargarse de las solicitudes para suministros de las tropas y en la primera entrega se otorgaron 100 cobertores y cuatro docenas de pares de zapatos.[55]
El día 18 de marzo Juan G. Cabral después de varios días reparando puentes y vías, llega a la estación Del Río (El Riíto) con 500 hombres a su mando y otro día el Col. Obregón inicia sus movimientos desde Nogales rumbo a Naco, plaza que estaba resguardada por el Gral. Pedro Ojeda, plaza que después de varios intentos, no se pudo tomar, por lo que el Col. Obregón decide atacar Cananea para apresurar la caída de Naco.

LA TOMA DE CANANEA

El día 22 Obregón avanza con su tropa hasta la 1:00 a.m. y se detuvo en La Sauceda donde les dio descanso y a las 9:00 a.m. del día 23, marcha por ferrocarril hasta estación Del Río donde ya se encontraba Diéguez esperándolo. Mientras descansaban, Obregón envió una nota al Col. José R. Moreno que se encontraba en el cuartel de La Mesa Sur, solicitando su rendición y fijándole para ello 18 horas que deberían cumplirse a las 6:00 a. m. del día 24.[56] Al parecer, en este lugar el Col. Obregón otorgaría a Diéguez el grado de Coronel, grado con el que iniciaría su carrera militar.

También se le avisó al consulado americano en la ciudad del ataque, sugiriendo además, que todos aquellos que no fueran combatientes se retiraran a lugares seguros. De hecho, para el día 23 en la tarde, la ciudad estaba prácticamente abandonada, las pocas mujeres y niños americanos que no partieron hacia Arizona, ya había sido movidos a lugares seguros. Por otra parte, los miembros de la Sociedad de la Cruz Blanca Mexicana en la ciudad, se encontraban preparados para atender a las víctimas de la batalla anunciada.[57]

El Col. Moreno contestó que tenía orden superior de defender la plaza y que así lo haría. Ante esta respuesta, Obregón reunió a sus oficiales manifestándoles que no conocía Cananea y no podía desarrollar ningún plan de ataque antes de hacer reconocimientos detenidos; pero que tenía plena confianza en ellos y que presentaran un plan de ataque porque no había tiempo que perder, habiendo presentado el siguiente: Col. Diéguez y el 1er Cuerpo de Voluntarios atacaría por el poniente, por el lado de los tanques; Col. Alvarado por el norte, desde El Ronquillo; Cabral y Obregón con los cuerpos 47° de Voluntarios de Hermosillo y una fracción del 5° por el sur, es decir por la Mina Luz Cananea, quedando el Col. Camacho en Lechería, con una fracción del 5° Cuerpo de Voluntarios, para que cuidara, si intentaban los federales salir por el nororiente y estableciera avanzadas sobre el camino de Naco. Este plan fue aprobado, ordenando que las ametralladoras fueran distribuidas en la forma siguiente: una al Col. Diéguez, otra al Col. Cabral y Obregón, y dos al Col. Alvarado. Las posiciones de ataque están referidas tomando en cuenta que los federales estaban atrincherados en el cuartel de la Mesa Sur, en el cerro del Fortín y en una vieja empacadora situada en esa misma zona.

Por tren, desde estación Del Río, la marcha se emprendió a las tres de la tarde rumbo a Cananea, deteniéndose el tren en Lechería que se encontraba antes de llegar a la estación, allí se dividieron las columnas, marchando cada una a su destino.

A las seis, Obregón abría fuego con una ametralladora sobre un pelotón de federales que avanzaban del cuartel a reforzar otro que se había parapetado en una casa de adobe, haciéndoles cuatro bajas y rechazándolos; poco después, cerca de las siete, empezó el fuego de los que había colocado en el terreno de la mina. En esos momentos abría fuego el Col. Diéguez sobre los federales que estaban atrincherados en El Fortín, habiendo emplazado un pequeño cañón antiguo en la loma de Los Tanques, que era manejado por el mayor Aniceto C. Campos; el fuego del coronel Alvarado empezó en seguida y el combate se generalizó a las ocho de la mañana.[58] Después de unas horas de combate, Diéguez había logrado tomar magníficas posiciones y sus disparos eran muy eficaces; el coronel Alvarado había colocado a su gente en los edificios que ofrecían más ventajas del Ronquillo.

Pasado medio día, Obregón hace un reconocimiento minucioso de los frentes de ataque llegando hasta donde estaba Diéguez, desde allí observó las posiciones que ocupaba Alvarado; sacando la conclusión de que la plaza podía caer antes que el general Ojeda, que estaba en Naco, pudiera auxiliarla, pues ya había recibido aviso que éste pretendía marchar en auxilio del Col. Moreno, aunque, a la postre, el mensaje resultó ser falso.

1-Álvaro Obregón, 2-Manuel M. Diéguez y 3-Francisco Urbalejo, frente a la oficina de la Mina Luz Cananea en marzo de 1913 (Foto: Fototeca Nacional, INAH).

Después de revisar los frentes, se ordena un asalto por la noche al Cerro de El Fortín por gente de Diéguez, asalto que falló ya que los federales se dieron cuenta y salieron del nido de ametralladora sorprendiéndolos desde otro sitio, hacen huir a los constitucionalistas y toman de nuevo la cima del cerro. Al siguiente día se reiniciaría el combate, pero después hubo una tregua autorizada por Salvador Alvarado que le costó una reprimenda de parte de Obregón. Después de esta tregua el combate continuó el día 26 por algunas horas, pero en la tarde el Col. Moreno habla con Obregón para negociar, pero la única propuesta fue la capitulación y que se les trataría como prisioneros de guerra, a lo que Moreno accedió, trasladándose inmediatamente al cuartel de la Mesa Sur.

Respecto a la llegada al cuartel, Obregón narra:

“A nuestra llegada el centinela tendió su rifle en el suelo y permaneció de pie; entramos al cuartel y al presentarse el coronel Moreno, le dije: Es usted mi prisionero; contestó: Sí, señor, entregándome su arma, que no acepté; le ordené que presentara oficiales y tropa, y lo hizo en seguida, siendo éstos 2 jefes, 8 oficiales y 300 de tropa. que aún permanecían armados; les mandé que depositaran sus armas y lo hicieron en seguida; comisioné a un oficial para que recogiera el armamento, ordenándole luego al coronel Alvarado que marchara con su cuerpo a tomar posesión del cuartel y recibiese los prisioneros, lo que hizo una hora después. Las bajas del enemigo fueron: 3 oficiales y 45 de tropa muertos; 4 oficiales y 40 de tropa heridos; prisioneros: 2 jefes, 8 oficiales y 300 de tropa, habiéndose podido escapar tres oficiales y algunos soldados que huyeron rumbo a Naco. Se recogieron al enemigo 3 ametralladoras, 500 máusers, 30,000 cartuchos, caballos, acémilas y algunos otros pertrechos de guerra. Las bajas, por nuestra parte, fueron: 6 de tropa muertos, y heridos: 2 oficiales y 15 de tropa; hubo también algunos muertos de los no combatientes, habiendo muerto el doctor Filiberto V. Barroso y un francés, quienes hacían fuego a nuestros soldados. Todas las tropas, sin excepción, se portaron valientes, pudiéndose hacer mención del coronel Diéguez, mayor Bule, capitán Kloss y teniente Malbow.”[59]

LA TOMA DE NACO

Después de la toma de Cananea y dejarla guarnecida, Obregón inmediatamente se enfocó en atacar Naco movilizando todas las tropas para completar el cerco que se tenía sobre esta frontera que seguía fortificada por el Gral. Pedro Ojeda. Después de realizar algunos planes fallidos, incluyendo el envío de un furgón con explosivos, y de enfrentar indisciplinas de algunos oficiales. Obregón decide dar un asalto final la madrugada del día 13 de abril, y cita a los oficiales al mediodía del día 12, donde de nuevo Bracamontes, Bule y Alvarado se niegan a combatir argumentando pocas probabilidades de triunfo, respondiendo afirmativamente los mayores Urbalejo, Félix y Acosta y el capitán Arnulfo R. Gómez. Diéguez, quien quedaría como reserva le pide a Obregón:

“Le suplico, mi coronel, que si llega a fracasar el asalto, me permita repetirlo mañana con la gente que es a mi mando…”[60]

y el Coronel le contesta que accedería a su petición.

A las cinco de la tarde de ese día 12 de abril, Obregón ordenó formar la fuerza que tomaría parte en el asalto y luego emprendieron la marcha hasta una trinchera a 800 metros de Naco, sitio que había estado ocupando el coronel Alvarado y desde donde estuvo hostilizando a los federales. Ya en aquel lugar, se colocó a la tropa en forma conveniente para que durmiera hasta la hora fijada para el asalto. A las doce de la noche se le llamó al mayor Félix, quién procedió a preparar a su tropa, emprendiendo la marcha que guiaba el capitán Enríquez. A esa misma hora, hacían sus movimientos de avance por el Oriente los mayores Urbalejo y Acosta, habiendo quedado el Cuerpo Auxiliar Federal en sus posiciones, y el coronel Diéguez como reserva al Poniente, tal como se había planeado. Al Oriente y también como reserva, quedaron las fuerzas de los tenientes coroneles Calles y Bracamontes.

Una hora había transcurrido, cuando de improviso se dejó oír una descarga simultánea, seguida de otras muchas, y en unos cuantos minutos más el asalto estaba generalizado por todas las fuerzas que se había ordenado tomaran parte en él, combate que duró hasta el mediodía, hora en que Ojeda había abandonado a su tropa cruzando al lado americano y habían caído las últimas defensas federales.

Para entonces, los comisionados por el Estado de Sonora enviados por Ignacio L. Pesqueira, para hacer constar la adhesión del Ejecutivo y del ejército de Sonora al Plan de Guadalupe, llegaron a Monclova, Coahuila, ciudad en que se celebró una Convención el 18 de abril entre ellos y los jefes del movimiento en Coahuila y Chihuahua, quedando reconocido Venustiano Carranza como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, reconocimiento que después ratificó y promulgó por Bando el Congreso de Sonora.

LA BATALLA DE SANTA ROSA

Después de dejar bien resguardadas Cananea y las tres fronteras principales para asegurar el suministro de avituallamientos de guerra y otros suministros, dejando a cargo a Salvador Alvarado y a Plutarco Elías Calles de la zona norte, el 1 de abril Obregón marcha a Hermosillo con el resto de las tropas. De la capital del estado continua a Estación Batamotal, a 12 kilómetros de Guaymas, donde tenía su campamento el coronel Ramón Sosa, que estaba al mando de aproximadamente 800 hombres, fuerzas de avanzada en aquella estación para vigilar los movimientos de los federales fortificados en Guaymas y Torín, y en caso de avanzar sobre la capital, atacarlas para frenar su avance.[61]

A sabiendas que no contaba con el suficiente parque, Obregón no inició un ataque sobre Guaymas y prefirió esperar pertrechos de guerra, además el puerto contaba con una defensa de al menos tres mil hombres, respaldados por tres buques de guerra y dos mercantes repletos de armas, municiones y alimentos.

Estando en Batamotal, los federales se movilizan a Empalme y los constitucionalistas retroceden hasta Estación Maytorena y después hasta Estación Ortiz cuando los federales avanzan a Batamotal, movimientos cuyo objetivo era hacer que el enemigo se alejara del puerto lo más posible. El día 4 de mayo la columna enemiga llega hasta Maytorena con avanzadas hasta Santa Rosa. Pensando que el enemigo se movería otro día hacia el norte, el día 5 Obregón preparó una emboscada en la hacienda San Alejandro, sin embargo, pasaron cuatro días y los federales no se movieron de Santa Rosa, hasta donde habían avanzado dejando unos 1500 hombres en Maytorena.

El día 8 sale Obregón acompañado por algunos hombres de su estado mayor a realizar un reconocimiento para investigar las posiciones del enemigo y deciden preparar un ataque a los huertistas en sus posiciones para el día siguiente. Por el frente atacaría el Col. Juan G. Cabral con 3 jefes, 30 oficiales y 365 de tropa. Por el flanco derecho estaría el Col. Manuel M. Diéguez con 4 jefes, 41 oficiales y 559 de tropa y por el flanco izquierdo el Col. Ramón V. Sosa con 6 jefes, 90 oficiales y 1090 de tropa, además de la sección de artillería que estaría constituida por 5 oficiales y 40 artilleros con 9 ametralladoras Colt de 7 milímetros, quedando 5 ametralladoras más de reserva.[62]

La batalla inicia a las 5:00 a.m. del día 9 de abril iniciando con las fuerzas a cargo de Diéguez por el flanco derecho y con el frente dirigido por Cabral para generalizarse en poco tiempo. El combate se extiende durante tres días hasta que las tropas federales emprenden la retirada hacia el sur dejando 422 muertos, armas, municiones, alimentos, caballos y medios de transporte.

En esta batalla el Col. Diéguez destacaría por su serenidad, valor y aciertos a la hora de realizar los movimientos durante la batalla, Obregón en el informe que le envía al gobernador Ignacio L. Pesqueira sobre la batalla del Col. Diéguez diría los siguiente:

“El mayor Contreras cubría la retaguardia de ellos y se mostraba impaciente por entrar en acción; el coronel Diéguez, con la serenidad que le caracteriza, hacía sus movimientos siempre oportunos y atrevidos.”

“En la mañana del día siguiente, los federales lograron tomar uno de los cerritos de la derecha y emplazaron en él una ametralladora, protegida por una batería de artillería de grueso calibre, emplazada como a 350 metros; el teniente Urías, del 4.º Batallón Irregular de Sonora, con 20 hombres de su cuerpo y 15 del coronel Diéguez se lanzó sobre aquella posición, que era una verdadera fortaleza; media hora después pudimos ver cómo se disputaban el cerro: nuestros soldados tenían la mitad y los federales la otra, registrándose verdaderos actos de temeridad, hasta lograr Urías desalojarlos por completo, haciéndoles algunos prisioneros y quedando en poder de él la importante posición; desde ese momento, la artillería de grueso calibre abrió sus fuegos sobre la citada loma, descargando como 70 granadas que, al explotar sobre ella, la cubrían de humo; los federales, que con este fuego creían haber acabado con los nuestros, lo suspendieron, y cuando se hubo disipado el polvo, con verdadera sorpresa pude ver que ninguno de nuestros soldados había abandonado su puesto y que continuaban haciendo un fuego terrible.”

“A los coroneles Cabral, Alvarado y Diéguez, Sosa y Camacho, nada hubo que ordenarles; obraron con verdadera iniciativa y oportunidad.”[63]

LA BATALLA DE SANTA MARIA

Desde la batalla de Santa Rosa, los constitucionalistas se mantuvieron moviéndose entre Hermosillo y Guaymas durante mes y medio para mantener a los federales acuartelados en este puerto, hasta que los huertistas deciden de nuevo incursionar para tomar la capital del estado. Para entonces, desde mediados de mayo, Obregón y Alvarado habían sido ascendidos por Carranza a General Brigadier.[64]

Para finales de mayo los constitucionalistas, entre ellos al coronel Manuel M. Diéguez, se encontraban acampados en Estación Batamotal para vigilar los movimientos de los federales que habían estado bombardeando Empalme y el día 29 observan una columna huertista al mando del Gral. Pedro Ojeda, quien se había reincorporado al ejército después de huir a Estados Unidos en Naco, columna constituida de unos 4,000 hombres con 10 cañones, 12 ametralladoras y un tren blindado con una batería de dos cañones de grueso calibre.[65]

Campamento del Col. Manuel M. Diéguez en Batamotal en mayo de 1913 (Foto: D.P.).

Col. Manuel M. Diéguez reconociendo el puesto más avanzado frente al enemigo en mayo de 1913 (Foto: Guaymas. Histórico).

Después de haber tenido el contacto visual con la columna del general Ojeda en Batamotal, Obregón emprendió con la brigada a su mando la contramarcha hacia el Norte, dejando para que conservara el contacto con el enemigo al Col. Diéguez con instrucciones de dejarse ver con sólo 300 hombres y de ir retirándose paulatinamente para atacar a las fuerzas de Ojeda más al norte. Mientras, con el grueso de la brigada continuaba Obregón retrocediendo a una distancia cuando menos de 20 kilómetros de la columna huertista, con el objetivo de que el enemigo no conociera el tamaño de su ejército ni sus movimientos.

Así continuaron replegándose hasta Estación Ortiz, donde fue también reconcentrada la columna de Diéguez; y al general Alvarado se le ordenó que tomara el contacto con el enemigo, retirando la columna de Diéguez a Estación Tapia, y el resto de la brigada a Estación Moreno, adonde se ordenó la incorporación de la columna de Benjamín Hill, que se hallaba acampada en Cruz de Piedra.[66]

Durante todo este tiempo, Obregón acompañado de su Estado Mayor y del jefe que tenía tomado el contacto con las fuerzas enemigas, diariamente hacía reconocimientos de todos los movimientos de Ojeda, logrando, de esta manera, conocer el desarrollo de los desplazamientos huertistas quienes avanzaron hasta Estación Ortiz donde suspendieron su marcha. Después de estudiar el terreno y toda la región, Obregón arma un plan para atacar a los huertistas que pone a consideración de los jefes para su aprobación y a partir del día 16 de junio empieza a ponerlo en práctica, colocando a las diferentes columnas en sitios estratégicos, no sin antes tener enfrentamientos con los federales en diferentes sitios. Finalmente establece el Cuartel General en El Aguajito. Durante el día 22, el enemigo siguió siendo rechazado, y por la tarde emprendió un ataque sobre las posiciones que tenía tomadas el coronel Diéguez, con su columna, entre Tapia y Ortiz, pero fue duramente repelido, obligándolo a replegarse nuevamente a esta última estación, desde donde siguieron resistiendo.

El día 24 los federales se reconcentran en Ortiz y en la noche destruyen dos puentes entre esta estación y Tapia. Otro día, Obregón recibe un aviso de que los federales se están movilizando hacia el sur, al hacer un reconocimiento se da cuenta que todas las tropas al mando del Gral. Pedro Ojeda se mueven hacia Santa María para tomar las fuentes de abastecimiento de agua, recurso que ya escaseaba entre sus tropas; por lo que, Obregón, lo primero que hace es avisar y enviar refuerzos al Col. Bemjamín Hill quien ya se encontraba acampado en ese sitio, y al coronel Diéguez, mandó instrucciones para que avanzara con su gente a ocupar la Estación Ortiz, lo que ya había procedido a hacer, desde el momento que notó el movimiento de la retirada de los federales, procediendo también, con la hábil y activa ayuda del mayor J. L. Gutiérrez, jefe de trenes, a reparar la vía del ferrocarril.[67]

Cuando los refuerzos comandados por el Col. Alvarado llegan a Santa María a eso de mediodía, el combate entre Hill y Ojeda ya había iniciado y dos horas más tarde ya se había generalizado. Después de ordenar la incorporación al combate de otras columnas, como a las 6 de la tarde ordena al Col. Diéguez que avanzara hasta San Alejandro con parte de su tropa para proteger las fuente de agua de esa hacienda.

Para la una de la mañana del día 26 solo se escuchaban disparos aislados y dos horas más tarde al ordenarse el avance simultaneo de todas las columnas y al avanzar empiezan a tomar prisioneros, se dan cuenta que la mayor parte de los federales había huido. Al final del día se había hecho cerca de 750 prisioneros, hubo más de 300 federales muertos y al levantar el campo se recogieron 9 cañones con 2,000 proyectiles, 530 fusiles, 5 ametralladoras, 190 mil cartuchos y 25 carros de transporte con todo tipo de equipo de campaña. Además, Diéguez en San Alejandro había hecho algunos prisioneros entre los que estaba un pagador al que le decomisó 8 mil pesos. Es mismo día, Diéguez recibe órdenes de seguir hacia el sur, dejando algunas fuerzas para que continuara reparando las vías del ferrocarril.[68]

Como siempre lo hacía, el ya General Brigadier Álvaro Obregón, en su informe al gobernador interino, resaltaba las cualidades que habían mostrado cada uno de sus jefes y oficiales durante las batallas y esta no fue la excepción, y de Diéguez decía:

“…..mostró, como siempre, durante todos los días del sitio, gran acierto en sus disposiciones;….”[69]

SITIO DE GUAYMAS

El día 27 de junio Obregón inició la movilización de tropas sobre Guaymas y el 28 se comenzó a establecer el sitio de aquel puerto. Mientras, el coronel Ochoa había logrado apoderarse del cerro de Bacochibampo; el coronel Diéguez ocupaba los cerros del túnel, donde estaba el depósito de agua que abastece Guaymas, y que queda frente al cerro de la Tortuga que ocupaban los federales, y 200 hombres del general Alvarado y el mayor Méndez con sus fuerzas tomaron toda la cordillera que da frente a San José de Guaymas. Una vez establecido el sitio, fue haciéndose más efectivo día a día. Diéguez, inicialmente, participaría en el sitio con sus tropas por el lado oeste y aunque casi diario había tiroteos, estos se convirtieron en rutina, solo para mantener las posiciones en ambos bandos, excepcionalmente se hacían intentos por desalojar a los huertistas de sus posiciones, aunque sin resultados, por lo que finalmente se dio la orden de no más intentos por desalojarlos.

Gral. Álvaro Obregón, Gral. Salvador Alvarado y Col. Manuel M. Diéguez durante el sitio de Guaymas en julio de 1913 (Foto: Guaymas. Histórico).

El día 12 de julio, después de revisar sus posiciones y disponibilidad de parque y hombres, Obregón con sus jefes y oficiales , acordaron abrir el radio del sitio y se acordó que la columna del coronel Hill, dejando una fracción formada por las fuerzas del teniente coronel Trujillo que recorriera el valle desde Batamotal hasta frente a San José de Guaymas, mientras el resto marchó a Cruz de Piedra y quedó acampada allí la misma noche del 12, con avanzadas hasta la Bomba de Empalme la columna Alvarado y la de Diéguez se acamparon en Maytorena, estableciendo destacamentos y servicios de exploración en Tres Gitos, Batamotal y Empalme, y la columna Ochoa acampó en Santa María.[70]

Con estos movimientos el sitio de Guaymas no se levantó, solamente se amplió el abanico de las líneas constitucionalistas para tomar posiciones más convenientes y evitar un inútil consumo de cartuchos, que no podrían reponer, debido al embargo que las autoridades norteamericanas tenían establecido a lo largo de la frontera, para toda clase de pertrechos.

Por otra parte, los huertistas también hacían sus intentos, pues con los refuerzos que Ojeda recibía, intentó algunos asaltos, sin que lograra desalojarlos de las posiciones que habían tomado; y con este motivo, se registraban diariamente combates de mayor o menor importancia.

Así pasaría el mes de julio, después los golpes políticos empezaron a principios de agosto con el regreso del Gobernador Constitucional, José M. Maytorena, quien retomaría el cargo al término de la licencia de seis meses que había solicitado.

En Sinaloa la situación se estaba complicando para los constitucionalistas, ya que los huertistas estaban en posesión de Culiacán y Mazatlán, las principales ciudades del estado, mientras Venustiano Carranza venía cruzando la Sierra Madre Occidental desde Durango, ya que no pudo sostener la defensa de Coahuila y el movimiento constitucionalista peligraba. Finalmente Carranza logra llegar a El Fuerte donde el día 14 de septiembre se reúne con Obregón y el día 16 emprenden la marcha a San Blas, el 17 siguen a Hermosillo por ferrocarril llegando hasta Navojoa, donde permanecen hasta la noche y después parten hasta el Campamento en estación Cruz de Piedra, de donde a caballo, siguen hasta Santa María donde los espera Maytorena y su comitiva. Después, en medio de manifestaciones de bienvenida en honor a Carranza, siguen hasta Hermosillo, donde se le rindió una gran recepción y, al final de esta, Obregón fue nombrado Jefe del Ejército del Noroeste.[71]

REFERENCIAS


[1] Bojórquez, Juan De Dios.- Forjadores de la revolución Mexicana, pp 145.
[2] Registro Civil de Jalisco 1874-1938.
[3] Torúa Cienfuegos, Alfonso.- Fernado Palomarez. Indio mayo, pp 28-29.
[4] Idem, pp 29.
[5] Calderón B., Esteban.- Juicio sobre la guerra del Yaqui y génesis de la huelga de Cananea, pp 15-28
[6] Idem, pp 50.
[7] Idem, pp 28.
[8] Regeneración, Marzo 1, 1906.
[9] Calderón B., Esteban.- Juicio sobre la guerra del Yaqui y génesis de la huelga de Cananea, pp 33-36
[10] Calderón B., Esteban.- Juicio sobre la guerra del Yaqui y génesis de la huelga de Cananea, pp 44
[11] Calderón B., Esteban.- Juicio sobre la guerra del Yaqui y génesis de la huelga de Cananea, pp 57-58.
[12] Idem, pp 63.
[13] En esta lista no aparecen Adolfo Duhagón y Abelardo Andrade que si aparecen en la proporciona González Ramírez, pero además no menciona a Manuel M. Diéguez. González Ramírez, Manuel, pp 21.
[14] Moreno Martínez, Gustavo A.- De muertos, heridos y presos: la Huelga de Cananea en 1906.
[15] Silva R., Juan Manuel.- Sentencia a los Prisioneros de la Huelga de Cananea de 1906, pp 135.
[16] Idem, pp 129.
[17] Silva R., Juan Manuel.- Sentencia a los Prisioneros de la Huelga de Cananea de 1906, pp 130.
[18] Silva R., Juan Manuel.- Sentencia a los Prisioneros de la Huelga de Cananea de 1906, pp 138-140.
[19] Idem, pp 140.
[20] Calderón B., Esteban.- Juicio sobre la guerra del Yaqui y génesis de la huelga de Cananea, pp 123.
[21] Martínez Núñez, Eugenio.- Los Mártires de San Juan de Ulúa, pp 225.
[22] En realidad solo fueron dos años en san Juan de Ulúa de agosto de 1909 a agosto de 1911, los primeros tres años de prisión estuvieron entre Cananea, Nogales y Hermosillo.
[23] El Diario del Hogar, Agosto 02, 1911.
[24] La Opinión, Julio 29,1911.
[25] El Diario del Hogar, Agosto 03, 1911.
[26] Martínez Núñez, Eugenio.- Los Mártires de San Juan de Ulúa, pp 215.
[27] Idem, pp 217.
[28] Calderón B., Esteban.- Juicio sobre la guerra del Yaqui y génesis de la huelga de Cananea, pp 124.
[29] El Diario del Hogar, Octubre 24, 1911.
[30] Martínez Núñez, Eugenio.- Los Mártires de San Juan de Ulúa, pp 217-218.
[31] El Diario del Hogar, Febrero 21, 1912.
[32] Gobierno del Estado de Sonora.- Historia General de Sonora. Tomo IV, pp 241.
[33] Bisbee Daily Review, October 11, 1912.   El Diario, Octubre 11, 1912.
[34] Romero Gil, Juan Manuel.- Sonora: La Revolución en el Socavón, pp 23.
[35] Idem, pp 24-25.
[36] Aguirre, Manuel J.- Cananea: Las Garras del Imperialismo en las Entrañas de México, pp 197-198.
[37] Trueba Lara, José Luis.- Cananea y la Revolución en 1913, pp 7.
[38] Alarcón Menchaca, Laura.- José María Maytorena. Una Biografía Política, pp 318.
[39] Bisbee Daily Review, March 01, 1913.
[40] El Paso Herald, February 28, 1913.
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