viernes, 16 de agosto de 2019


CANANEA: REAL DE MINAS?
Gustavo A. Moreno Martínez moremar@prodigy.net.mx

INTRODUCCIÓN
Los pocos que han escrito sobre la historia de la minería en Cananea durante la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI, ubican el descubrimiento de las minas a mediados del siglo XVIII, sin embargo, las evidencia encontradas demuestran que las minas ya se explotaban al menos desde finales del siglo XVII. Por otra parte, desde que me inicié como historiador aficionado he leído, en no pocas ocasiones, que a Cananea se le adjudica la jerarquía de real de minas; sin embargo, las evidencias nos muestras que seguramente esto nunca sucedió de manera oficial, por lo que en este documento analizaremos la historia de la minería en la época colonial, como surgen los reales de minas y las características que debían reunir para de acuerdo a la legislación o reglamentación vigente un sitio pudiese ser considerado como tal; así mismo, haremos un recorrido por la historia de la minería en Cananea hasta la creación de la República y se analizarán las posibilidades de que a este mineral se le haya considerado como real de minas en concordancia con las ordenanzas mineras novohispanas.
LA MINERÍA EN MÉXICO EN LA ÉPOCA COLONIAL

Durante mucho tiempo Europa padeció el espejismo de que los metales preciosos eran las bases fundamentales de la riqueza. Seguramente, si en América no hubiesen existido en abundancia el descubrimiento del Nuevo Mundo no hubiera entusiasmado tanto a los europeos. Después que Cortés informó a los Reyes Católicos de su descubrimiento, los ibéricos vinieron a México tras los metales preciosos y en su obtención las autoridades reales y neocoloniales pusieron todo su empeño, el cual fue ampliamente compensado por la extraordinaria riqueza de sus minas argentíferas. En general, se logró la riqueza, pero con supeditación a una fuente inestable y corruptora, cuyas consecuencias han sido padecidas por el país durante largo tiempo.

Consumada la conquista y el saqueo de los tesoros de los indígenas del centro de la república, los castellanos encaminaron sus esfuerzos en la extracción del oro utilizando esclavos e indios de encomienda como mano de obra, explotando los placeres conocidos por los naturales. Para su ambición, no parece que hayan sido muy abundantes los resultados obtenidos, pero gracias a ello dispusieron de metal amarillo que les permitió hacer intercambios mercantiles con el centro de la Nueva España y adquirir herramientas de labranza, semillas y ganado para el aprovechamiento de la tierra. Basada en esa riqueza comenzó a marchar la economía novohispana pues el oro atrajo a quienes lo buscaban indirectamente, es decir, a los comerciantes, los agricultores y los artesanos. El período áureo duró hasta la década de los 1570’s, cuando comenzaron a beneficiarse a plenitud las primeras minas de plata descubiertas en Taxco, aunque ya en 1532 daban algunos rendimientos.

Conforme avanzaba la exploración y/o colonización de nuevos territorios, se hicieron pequeños hallazgos en diversas regiones de la Nueva España que incrementaron la producción argentífera, hasta que al norte, Zacatecas reveló sus inmensas reservas y puede decirse que desde entonces comenzó la gran aventura de la plata. Los fabulosos relatos, en parte confirmados por la realidad, echaron abajo el dique de la cordura y la "fiebre de la plata" surgió, ya no la extinguiría nada ni nadie; en grado más o menos alto, la padecería la Colonia hasta sus últimos días según lo cercano o distante que se estuviera del sitio de un descubrimiento sensacional.

La minería colonial estuvo en todo su apogeo al terminar el siglo XVI y se caracterizó por la dispersión de los sitios mineros. Los principales se hallaron en las provincias norteñas, localizados en sierras frías y formando una red de diversa extensión en torno a tres sitios principales: Zacatecas, Guanajuato y San Luis Potosí. Aplicado a la mayoría de los minerales, para entonces estaba muy extendido el sistema de la "amalgamación" en frío, llamado también "procedimiento de patio", que introdujo Bartolomé de Medina en 1557 y que en el beneficio de la plata daba mejores resultados que el sistema de fundición.

La producción de plata, aunque grande durante el siglo XVII, no fue hasta el siglo XVIII que llegó a su máximo esplendor, adquiriendo perfiles fabulosos, fue entonces cuando su crecimiento fue verdaderamente enorme y constituyó la causa fundamental de la opulencia alcanzada por la Colonia cerca de su ocaso. El extraordinario aumento de esa producción lo muestra la estadística del oro y la plata que se labraba anualmente en la Casa de Moneda (la cantidad de oro era insignificante comparada con la de plata): en 1700 era de tres millones trescientos mil pesos; en 1750 llegaba ya a trece millones setecientos mil, y ya en 1804 ascendía nada menos que a veintisiete millones. Tanto subió la producción de plata mexicana que al final del siglo XVIII era algo mayor que la de todo el resto de América (veintitrés millones contra veinte) y casi igualaba a la del resto del mundo, incluyendo a los países del Nuevo Continente (veintitrés millones contra veinticinco).

La minería produjo cuantiosos beneficios a la Colonia, a Castilla y a Europa. Los vestigios de lo que reportó a la Colonia están aún a la vista: la infinidad de lujosos palacios y espléndidos templos, los primorosos muebles traídos de Europa y de China, y tantas otras manifestaciones de prosperidad como las enormes haciendas ganaderas y agrícolas. Sin embargo, este halagador cuadro sólo muestra el lado bueno de esta industria, el cuerno de la abundancia, y esconde el lado malo, las lacras que la minería produjo. El aventurismo y la especulación de la peor índole fue una de ellas, pues en la minería casi todo estaba sujeto al factor suerte y constituía un verdadero azar. La perdición física y moral de los obreros fue otra, quizá la peor de esas lacras; la minería los agotaba pronto y los dejaba desamparados, cuando ya inválidos o enfermos no podían trabajar, y en los reales de minas se presentaban todos los vicios donde se refugiaban los maleantes de todo tipo. Los dos aspectos de la abundancia de la plata, el bueno y el malo, quedan así colocados uno al lado del otro para su confrontación. El bueno dejó una espléndida huella material y cultural; el malo una desafortunada huella espiritual y moral: el aventurismo y la corrupción, que marcaron profundamente a la Colonia. Para Castilla y para Europa hubo también consecuencias buenas y malas de la avalancha de metales preciosos procedentes de México y de otros países de América.

EL REAL DE MINAS COMO INSTRUMENTO DE COLONIZACIÓN

En el septentrión novohispano el mayor atractivo de la colonización, principalmente en el territorio de la Nueva Vizcaya, sin duda, fue la minería. El real de minas constituyó el tipo de poblado generalizado en la región, mismos que se originaron en el proceso de colonización, dado que lo primeros pasos los dieron los conquistadores en las tierras descubiertas donde establecían campamentos temporales. Desde los campamentos donde éstos se asentaban, salían pequeños grupos de exploradores con instrucciones para localizar yacimientos minerales, y una vez descubiertos, todo el campamento se movía al lugar del hallazgo. De esta manera alrededor de las minas descubiertas los conquistadores construyeron fortalezas y organizaron campos militares a los que llamaban “reales”. Después, este hecho dio lugar a la confusión del término “real” como significado indistinto de campo militar o de pueblo minero. Posteriormente, debido a esto, para diferenciarlos se acuñó el término “real de minas” para referirse al lugar donde residían los mineros aunque no hubiese militares en las cercanías.

La jurisdicción del real de minas podía abarcar de 8 a 24 kilómetros y comprendía todas las minas localizadas en esa área. La categoría política de un real de minas podía ser de alcaldía mayor, de villa o de ciudad según el número de habitantes y la jerarquía del representante real que lo gobernara. En el noroeste novohispano los asentamientos castellanos alcanzaron los rangos de alcaldía mayor y villa.

Un conjunto de minas se transformaba en real cuando la riqueza de sus vetas ofrecía la posibilidad de asentamiento de una población permanente con una organización económica y social más o menos estructurada. Cuando los yacimientos no garantizaban una extensa y amplia explotación los establecimientos eran temporales o muy pequeños y se les llamaba “ranchos” o “rancherías”. Una denominación u otra podían depender también de las facilidades de abastecimiento o de los sistemas utilizados para el beneficio de los metales.

El real de minas se trataba esencialmente de un distrito minero en donde las autoridades, además de ejercer las funciones de gobierno, judiciales, fiscales y militares, debían aplicar las medidas conducentes al incremento de la producción de metales. Las autoridades superiores habían elaborado unas ordenanzas que los administradores del real de minas debían aplicar con firmeza y sagacidad. Con frecuencia, el administrador era el mismo alcalde mayor de la provincia, ya que aquí se podían obtener las mayores ventajas económicas.

Los reales de minas formaron distritos en los que había una diputación de minería, que tenía como principales objetivos la defensa de los intereses de los mineros y la aplicación de las ordenanzas propias de la industria. El real de minas apareció en el noroeste novohispano desde el siglo XVI, cuando se descubrió la mina de Las Vírgenes en la provincia de Culiacán en 1562 que sería llamado Real de Minas de Nuestra Señora de las Once Mil Vírgenes de Cosalá.

El alcalde mayor o el administrador del real de minas, que en ocasiones eran los tenientes de alcalde mayor, podía adjudicar a cualquier vecino la propiedad de un terreno en el que hubiera descubierto una veta de metal, pero no debía permitir el acaparamiento de minas. El denunciante conservaba la propiedad sólo si la trabajaba, porque de interrumpir el laboreo por más de cuatro meses la mina quedaba vacante y podía ser denunciada por otra persona. De acuerdo a la legislación, cualquier persona sin importar el grupo social al que perteneciera podía ser dueño de minas, inclusive europeos no ibéricos. Había excepciones de quienes tenían prohibido tener minas, cuyas limitaciones eran inherentes al cargo no al sujeto, como los administradores generales, administradores de partido, alcaldes mayores, escribanos y funcionarios encargados de las casas de ensaye o caja real; además de los religiosos. Sin embargo, se sabe que en las provincias de Ostimuri y Sonora, hubo alcaldes mayores que tuvieron minas, inclusive hay versiones de que hubo jesuitas explotando minas, aunque probablemente fue de manera ocasional y por corto tiempo.

De igual manera, el alcalde mayor era el encargado de facilitar la importación de los alimentos necesarios para los colonizadores y peones, de los animales de trabajo, de los instrumentos y materiales usados para extraer la plata, asegurar el abasto de agua y posibilitar a los mineros la contratación de peones para el trabajo en las minas. Los comerciantes tenían gran importancia en el real de minas porque desempeñaban la función de abastecer a la comunidad con todos los productos de consumo necesario. Entre ellos hubo algunos que destacaban por el monto del capital que manejaban; eran quienes importaban las mercancías desde la ciudad de México y de otros remotos puntos de la Colonia. Estos comerciantes mayoristas, entre los que casi siempre se contaba el alcalde mayor, por lo general dependían de algún proveedor en la capital de la Nueva España y actuaban también como "aviadores" o prestamistas de muchos mineros, ya que durante el siglo XVII hubo pocos mineros en el noroeste con capital suficiente para trabajar por su cuenta; lo ordinario era que recurrieran al comerciante para que les adelantara las mercancías con las que pagaban el jornal de los trabajadores, pues en el noroeste no circulaba la moneda. Al adelantar las mercancías el comerciante comprometía al minero para que le entregara la plata producida.

En torno a la explotación de los yacimientos mineros se desarrollaron otras actividades con el objetivo de suministrar alimentos y otros productos a los reales mineros. Actividades como la ganadería y la agricultura satisfacían las demandas alimenticias de los mineros, además de otros productos que proveía la ganadería como cueros para malacates y sebo para las velas, suministros tan necesarios en la minería de la época.

En la legislación castellana se establecía que el subsuelo y sus riquezas eran propiedad del rey, quien cedía el usufructo de las minas a cambio de la quinta parte del metal producido (Quinto Real). Era también obligación del alcalde mayor vigilar que estuvieran activas y que se llevara la plata a quintar, es decir, a pagar el impuesto del Quinto Real a alguna población donde hubiese una Caja Real. En el noroeste no hubo una durante la mayor parte del siglo XVII, es hasta 1690 en que se funda la primera Caja Real o Casa de Ensaye en el Real de Minas de la Limpia Concepción de los Álamos, casa montada por Don Juan Salvador Esquer en el sur de Sonora.

Para llevar la plata y el oro a quintar se estableció un sistema de conductas que tenía por objeto conducir el oro y la plata en dirección a las casas de ensaye y de allí a la capital del virreinato, ya fueran destinados a la acuñación o a la exportación, y asegurar los derechos fiscales. En el siglo XVII el punto de concentración de las conductas que salían de Sonora era el Real de San José del Parral ya que era la casa de ensaye más avanzada en el norte de la Nueva España. Allí se verificaba el ensaye y el cobro del Quinto Real y cada cuatro meses salían las conductas en dirección a la capital. Cuando se estableció la casa de ensaye en Álamos se cambió la ruta de las conductas por la costa del Pacífico vía Rosario, Sin, Guadalajara, Jal. y de allí a México.

A fines del siglo XVIII en la Nueva España había treinta y siete distritos mineros o reales de minas, para esto, en 1783 fueron expedidas unas ordenanzas generales de minería, que tenían como eje normativo y orgánico tres instituciones: un tribunal, un banco de avío y un colegio, mediante las cuales se pretendía resolver los problemas más graves de la minería novohispana: el de la organización, el de la justicia, el del crédito y el de la técnica. El tribunal y el colegio de minería fueron dos instituciones modelo en su género.

De los reales de minas existentes en la Nueva España en el siglo XVII, catorce se encontraban en el actual estado de Sonora, pero para finales de este siglo y principios del siglo XVIII, solo sobrevivían ocho de esos grandes reales de minas, ya que algunos sitios habían dejado de operar o su operación era mínima por cuestiones de que bajaba su potencial o se inundaban, por lo que perdían su jerarquía de real de minas al ser abandonados los poblados para buscar un sitio más adecuado para sobrevivir. Para principios del siglo XVIII Cananea solo era una pequeña mina de plata.

Reales de minas en el noroeste novohispano durante el siglo XVII (Figura: G. del E.)
Reales de minas en el noroeste novohispano a principios del siglo XVIII (Figura: R. C. West).

LA MINERÍA EN CANANEA DURANTE LA ÉPOCA COLONIAL

En el siglo XVII como resultado de las capitulaciones celebradas en marzo de 1637 entre el general Pedro de Perea y el virrey de la Nueva España, para colonizar los terrenos comprendidos al norte del río Yaqui con absoluta independencia del alcalde mayor de Sinaloa, Perea dio a la región el nombre de Nueva Andalucía, en honor de la provincia española de donde era originario; pero terminó por imponerse el nombre regional de Sonora que correspondía a la corrupción fonética del vocablo para nombrar a una de las tribus que habitaban la comarca, según la versión más utilizada. Cuando llegaron los primeros españoles por la zona e inicia la evangelización y colonización de la cuenca del Río Sonora, Cananea era una aldea habitada por Pimas que al parecer dieron obediencia a las autoridades castellanas a través de Pedro de Perea.

Cananea era una aldea sin importancia para los evangelistas, esto se infiere por qué no se construyó ninguna misión o iglesia principal y solo a finales del siglo XVII y principios del XVIII hubo iglesia de visita, después desaparecería la presencia de los religiosos. Las menciones más antiguas que se han encontrado de Cananea con este nombre, datan de cuando José Romo de Vivar, con sede en el Real de Minas de Jesús de Bacanuchi, fue varias veces teniente de alcalde mayor y a partir de 1680 tuvo bajo su jurisdicción las rancherías de Cananea, Cocóspera, Huachuca y otras de la Pimería Alta. Probablemente fue entre 1660 y 1680 cuando Cananea es bautizada con este nombre, ya que Bacanuchi fue fundado como pueblo colonizado en fecha no establecida en la década de los 1650’s por Romo de Vivar y como Real de Minas hasta 1678.

Cuando el Padre Eusebio Francisco Kino llega a la zona en 1687 e inicia la evangelización de la Pimería Alta, Cananea apenas es mencionada y descrito como una “ranchería” habitada por Pimas, por lo que es probable que haya sido un sitio que era habitado por temporadas, como sucedía con otras aldeas de esta etnia de la cuenca media y baja del Río San Pedro. 

Para entonces, probablemente en la zona de Cananea, ya se había descubierto la primera mina a la que se denominaba El Tajo ya que era una excavación longitudinal en la tierra con una profundidad de unos 10 metros, ya que a esa profundidad se encontró una gran cantidad de pirita de fierro y sulfuros de cobre, y fue abandonada al no encontrar plata. Quizá por esto, Kino en sus escritos denomina a Cananea como una “ranchería”, adjetivo que recibían las zonas mineras de poca importancia, como se explicó anteriormente. Décadas después, Nentvig a las “rancherías” donde se explotaban minas a baja escala las denominaría “realillos”.

Cobre Grande fue, probablemente, la segunda mina más antigua de la zona de Cananea, ya que su registro se remonta a 1698 y fue explotada durante los siguientes veintidós años, estos viejos trabajos también eran tajos o cortes a cielo abierto longitudinales que nunca fueron de gran profundidad, tenían en promedio 25 metros de ancho y 15 metros de profundidad, extrayendo casi exclusivamente plata con altos valores de la zona de oxidación de los yacimientos, despreciando el cobre. Los minerales extraídos se fundían en rústicos hornos de lóbulo llamados "vasas", cuyas ruinas de uno de estos hornos era visible todavía a finales del siglo XIX.
Plano que muestra la zona donde se ubicaban las minas El Tajo y Cobre Grande descubiertas a finales del siglo XVII.

Probablemente es hasta después de 1692 cuando en Cananea ya se inicia la explotación de la mina El Tajo, ya que en ese año el gobernador de la Nueva Vizcaya Juan Isidro Pardiñas Villar, recibe una carta de los comerciantes y mineros de Nacozari, donde solicitan el establecimiento de un presidio en el Valle de La Cananea, pero Diego de Quirós, alcalde mayor de Sinaloa, opinó que la compañía volante de Sonora no se debía establecer en Cananea, sino en Cabullona, ese mismo año se establecería el Presidio de Fronteras (Santa Rosa de Corodéhuachi) unos 30 km al sur de Cabullona, por lo que Cananea seguiría desprotegida de las incursiones de los apaches, por lo que se asume que Cananea no era importante para los ibéricos.

Cananea, quizás por primera vez, aparece como una aldea de gentiles (no católicos) en un plano de la región elaborado por Adam Gilg en 1692, después aparecería también en un plano elaborado por Eusebio Francisco Kino en 1695-1696,  también aparece en otro de 1707 de autor anónimo, aunque es probable que puedan existir otros planos anteriores donde se le ubique.
Fragmento del plano elaborado por Adám Gilg en 1692 donde aparece Cananea como una aldea de gentiles (no cristianos), mientras Bacanuchi, Bacoachi, Arizpe y Chinapa aparecen como aldeas de cristianos.
Plano elaborado por Eusebio Francisco Kino en 1695-1696 donde aparece Cananea como una Iglesia de Visita, mientras Bacanuchi aparece como misión y ya con la categoría de Real de Minas.

Sin embargo, Cananea ya no aparece en el plano elaborado por Kino en 1701 y lo mismo sucede en el de 1702 elaborado por él mismo, por lo que se infiere que ya estaba abandonado y solo se encontraban los mineros que explotaban a muy baja escala la minas El Tajo y Cobre Grande.
Plano elaborado por Eusebio Francisco Kino en 1701 donde ya no aparece Cananea, solo aparece Bacanuchi, Bacoachi, Cocóspera, San Lázaro y Santa Cruz, además de otros pueblos que generalmente aparecían en todos los planos de la provincia de Sonora.
Plano elaborado por Eusebio Francisco Kino en 1702 donde ya no aparece Cananea, solo aparece Bacanuchi, Bacoachi, Cocóspera, San Lázaro y Santa Cruz, además de otros pueblos que generalmente aparecían en todos los planos de la provincia de Sonora.


Años después, en un plano elaborado en 1707 por un cartógrafo anónimo, Cananea aparece de nuevo como una misión, aunque nunca tuvo esa jerarquía religiosa, al norte de las también misiones de Bacoachi, Chinapa, Arizpe y Bacanuchi, este último también aparece con la categoría de real de minas.

Plano anónimo elaborado en 1707 donde aparece de nuevo Cananea como misión?, mientras Bacanuchi aparece como misión y con el adjetivo de Real de Minas, también Bacoachi, Chinapa y Arizpe aparecen como misiones.

De acuerdo a los registros la mina Cobre Grande dejó de operar en 1720 debido a las constantes incursiones de los apaches que desde finales del siglo XVII se habían hecho cada vez más frecuentes en la zona, pues en 1697 habían atacado fuertemente la misión de Cocóspera, situación que se prolongaría y agravaría durante los dos siguientes siglos. Es probable también, que al igual que la mina El Tajo, la producción de plata haya disminuido debido a que esta era muy fácil encontrarla en la zona de oxidación que era superficial, disminuyendo con la profundidad los metales nativos que inicialmente se estaban extrayendo, aumentando con esto los costos de producción.

Para confirmar que Cananea y la mayor parte del norte del actual estado de Sonora estaban abandonados, tenemos el documento Estado de la Provincia de Sonora 1730, adjudicado al padre Cristóbal de Cañas, encargado de la Misión de Arizpe en el periodo 1720-1740 y editado por Flavio Molina Molina en 1978, donde presenta un plano de la situación de los poblados de esta Provincia para ese año de 1730, donde Cananea no aparece ni siquiera como “ranchería” o iglesia de visita, lo que viene a confirmar la versión de que al norte de la línea que une Sáric-Fronteras-Janos desde 1710 ya no había o casi no había habitantes ibéricos, quienes se habían replegado hacia el sur buscando protección contra los constantes ataques de los Apaches y Pimas rebelados, refugiándose en los principales poblados y presidios al sur de la mencionada línea.
Plano recopilado y editado por Flavio Molina respecto a los poblados de la Sonora Jesuita en 1730, donde no aparece Cananea ni siquiera como “ranchería”, mientras Bacanuchi ya aparece como “ranchería” y Cocóspera, Bacoachi, Chinapa y otras poblaciones están como iglesia de vista, mientras Arizpe San Ignacio y Dolores como iglesia de cabecera.

Desde 1720 hasta el inicio de la década de los 1760’s las minas estuvieron abandonadas por los constantes ataques de los Apaches y las rebeliones de los Pimas. De hecho existen varios planos elaborados entre el periodo de 1730-1757 donde tampoco aparece Cananea, como los realizados por Gabriel de Prudtroni Hyder Butrón y Mujica en 1733 y otros de 1754, 1755 y 1757 de otros autores, entre ellos el de Miguel Venegas. 

En 1730 cuando ya Sonora estaba sometida totalmente a la Teocracia, el régimen de misiones se encontraba dividido en cuatro rectorados que incluían a 66 pueblos y administrados por 24 misiones, donde tampoco se incluye a Cananea, demostrando de nuevo que esta ranchería estaba abandonada o carecía de importancia, tanto desde el punto de vista minero, como religioso.
Plano de Sonora y Baja California de 1757, hecho por el padre Miguel Venegas, donde tampoco aparece Cananea, mientras Bacanuchi, Bacoachi, Chinapa, Cocóspera y otras poblaciones de alrededor siempre aparecen.

Es hasta que se inició la explotación mediante el sistema subterráneo, que según Ignacio Pfeffercorn, sin especificar si fue en alguna de las minas antes mencionadas o en otro lugar, aunque es probable que haya sido la mina Cobre Grande, nos dice que una mina se empezó a explotar por medio de túneles en 1762, describiéndola de la manera siguiente:

“Cuando uno penetraba en la mina de plata de Cananea a unas dos o tres brazas (~5 metros) de profundidad se veía con asombro, ayudado por la luz de la lámpara, que grande y que maravillosa es la naturaleza en ese subterráneo. Imagínese un salón cubierto con tapices entretejidos con plata de arriba abajo, en tal forma que por todos lados estaba veteado con plata pura.”

Pero para la mala suerte del dueño de la mina, un capitán que había renunciado al ejército, ésta solo fue productiva durante año y medio, después perdería la zona mineralizada y al final de un vano esfuerzo tendría que abandonarla en 1763, por lo que Cananea quedaría despoblada nuevamente de acuerdo a Juan Nentvig, además que los Apaches seguían constantemente atacando todos los poblados para robar caballos y cualquier tipo de ganado.

Francisco R. Almada sitúa el redescubrimiento de la mina en Cananea en 1760 y que para marzo de 1762 los trabajos estaban en decadencia por la falta de seguridad y porque no habían acertado al beneficio. Como sea, el caso es que la mina durante el inicio de esta década de los 1760’s, sólo se trabajó por menos de dos años.

En plena decadencia de la mina de Cananea, según Almada, con fecha 15 de febrero de 1763* el gobernador interino Jose Tienda de Cuervo comunicaba al virrey Joaquín Juan de Monserrat, Marqués de Cruillas, lo siguiente:

"La falta de noticia del Capitán Francisco Elías González me corta el arbitrio de dar a V. E. lo que deseo continuar con la precisa conformidad y me tiene suspenso en algunas providencias que considero conveniente expedir con motivo del concurso de gente que estas minas nuevas han llevado a un paraje llamado La Cananea, donde por sus proporciones me parece preciso fundar un real que sirva de beneficio de metales”.

*—Probablemente se trate de fecha 15 de febrero de 1762, ya que el 9 de diciembre de 1762, José Tienda entregaba la gubernatura y abandonaba Sonora, y a finales de febrero de 1763 llegaba a Veracruz, por lo que no pudo firmar como gobernador del estado en esa fecha—

Esta propuesta de Tienda nunca progresa por varias razones: 1) La mina ya estaba en completa decadencia para marzo de 1762, solo un mes después de hecha la propuesta, 2) Fue muy poco el tiempo que estuvo como gobernador José Tienda para darle seguimiento a su propuesta y, 3) El gobernador estaba más ocupado en promover la venta de sus productos, pues también se dedicaba al comercio y en eso ocupaba buena parte de su tiempo.

De nuevo, Isaak Tirion en su plano de 1765 nos indica que Cananea sigue abandonado, ya que en su mapa aparecen todos los poblados que se han mencionado con anterioridad, excepto Cananea, lo que viene a confirmar lo comentado por Nentvig y Almada respecto a la decadencia del mineral. Ya para estas fechas los apaches habían incrementados sus ataques en la región, incluso casi 20 años antes habían quemado la misión de Cocóspera y seguían muy activos en la región.
Plano de Isaak Tirion de 1765 donde no aparece Cananea, pero se muestran todos los poblados anteriormente mencionados alrededor de ésta, incluidos Bacanuchi, Bacoachi, Chinapa, Arizpe, San Lázaro y Santa Cruz.


Para 1772 en un plano elaborado por Joseph Antonio de Alzate y Ramírez tampoco aparece Cananea y al igual que el plano de Tirion si están todos los poblados de alrededor, excepto Cananea y Bacanuchi, por lo que se infiere que ya estaba en decadencia la minería en ambos poblados. Las minas seguirían abandonadas o probablemente se trabajaban por gambusinos a un nivel muy bajo.
Fragmento de plano de las Provincias de Ostimuri, Sinaloa, Sonora, y demás circunvecinas y parte de California elaborado por Joseph Antonio de Alzate y Ramírez en 1772 donde tampoco aparece Cananea y al igual que el plano anterior si están todos los poblados de alrededor.

El Teniente Coronel Juan Bautista de Anza con motivo de la travesía que inició a finales de 1779 en Santa Fe, Nuevo Mexico, con la finalidad de encontrar una ruta rumbo Arizpe, en1780 cita también al Real de Cananea, aunque es probable que lo haga de manera coloquial, ya que no especifica si las minas están trabajando, pues no se tienen noticias de su explotación sino hasta finales del siglo XVIII, cuando Francisco Manuel de Elguea un empresario, minero y banquero de Chihuahua, adquiere las minas de la zona e inicia a trabajarlas a gran escala; sin embargo, al poco tiempo los eternos problemas con los Apaches y los económicos lo obligan a abandonarlas y en 1820 las adquiere Don José Ygnacio Pérez, pero de igual manera quedan abandonadas muy pronto por el mismo motivo.

A la muerte del anciano Pérez, su hijo, el segundo Ygnacio, continuó las obras, pero durante un breve período, cuando por falta de recursos y problemas con los Apaches detuvo todas las operaciones en Cananea, dedicándose exclusivamente al cuidado de sus haciendas, dejando las minas abandonadas por algunos años.

A partir de 1821, al término de la época colonial y con el inicio de la era republicana, las legislaciones prevalecientes empezaron a cambiar y en el caso de las ordenanzas o leyes mineras dejó de usarse el término real de minas y a partir de entonces se empezó a usar la figura técnico-administrativa de distrito minero.

CANANEA: REAL DE MINAS?

Como se puede observar, según las ordenanzas o legislación minera de la Nueva España, un conjunto de minas se transformaba en real de minas cuando la riqueza de sus vetas ofrecía la posibilidad de asentamiento de una población permanente con una organización económica y social más o menos estructurada. Cuando los yacimientos no garantizaban una explotación a largo plazo los asentamientos eran temporales o muy pequeños y se les llamaba “ranchos” o “rancherías”. Una denominación u otra podían depender también de las facilidades de abastecimiento o de los sistemas utilizados para el beneficio de los metales.

Como se dijo anteriormente, el real de minas se trataba esencialmente de un distrito minero en donde las autoridades, además de ejercer las funciones de gobierno, judiciales, fiscales y militares; debían aplicar las medidas conducentes al incremento de la producción de metales. Las autoridades superiores habían elaborado unas ordenanzas que los administradores del real de minas debían aplicar con firmeza y sagacidad. Con frecuencia, el administrador era el mismo alcalde mayor de la provincia, ya que aquí se podían obtener las mayores ventajas económicas.

De acuerdo a la poca historia de la época colonial a la que se puede acceder donde se menciona a Cananea, no existen elementos que hagan pensar siquiera que las minas de este distrito minero hubiesen sido explotadas con regularidad y menos en abundancia durante la época virreinal (1521-1821) como para establecer un real de minas, mucho menos existen indicios de que en Cananea o sus alrededores inmediatos hubiese construcciones coloniales que puedan indicar asentamientos permanentes de esa época, como tampoco se menciona que hubiese autoridades novohispanas en esta zona minera.

Una forma de ver cuáles eran los principales reales de minas en el norte de Sonora a finales del siglo XVII y principios del XVIII, es analizando donde se encontraban las fuentes de trabajo durante el periodo mencionado. R. C. West nos dice que para finales del siglo XVII la principal fuente de trabajo era Bacanuchi y para principios del XVIII ya se habían integrado además los reales de minas de Basochuca y Nacozari, siendo estos tres sitios las principales fuentes de trabajo, lo que nos indica de nuevo que Cananea no tenía importancia tampoco como fuente de trabajo.

Reales de minas del norte de Sonora que eran las principales fuentes de trabajo a finales del siglo XVII y principios del XVIII (Figura: R. C. West).

Aunque tardíamente, propuestas de establecer un real de minas las hubo, pero la realidad es que nunca prosperaron por varias razones: una de ellas fue la inseguridad que asolaba la región y otra por falta de seguimiento debido a lo poco que duró como gobernador del estado de Sonora y Sinaloa quien propuso establecer el real de minas en Cananea.

Todo parece indicar que Cananea durante toda la época colonial solo se trabajaron las minas como “ranchería” o “realillo” dependientes del Real de Minas de Bacanuchi, ya que era este sitio donde se asentaban las autoridades novohispanas más cercanas y desde donde se administraba las justicia, como había sucedido desde 1686 cuando se hace el juicio al indio Canito, quien era el líder de los Pimas y se había rebelado conspirando contra los ibéricos, pero es aprehendido y juzgado en Bacanuchi por el alcalde mayor, involucrando a los gobernardorcillos de Cananea, Cocospera, Motuticachi y otros jefes Pimas de la región.

Como conclusión podemos decir que las minas de Cananea nunca funcionaron como un real de minas bajo las leyes de las ordenanzas novohispanas, debido a que siempre fueron operadas a baja escala durante la época colonial por que la inseguridad que representaban los constantes ataques de los Apaches obligaba a que la zona fuera abandonada constantemente. En el mejor de los casos podemos decir que esta zona minera se explotó con la jerarquía de “ranchería” o “realillo” bajo la supervisión de las autoridades de Bacanuchi durante el periodo virreinal.
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