miércoles, 20 de noviembre de 2024

ASALTO EN EL PASO DE ANIVACACHI

ASALTO EN EL PASO DE ANIVACACHI

Gustavo A. Moreno Martínez geogariki@prodigy.net.mx


INTRODUCCIÓN

El año de 1918 fue una época muy difícil política, social y económicamente para el estado de Sonora, el gobierno de Plutarco Elías Calles enfrentaba una lucha muy desgastante con los yaquis; por otra parte, Juan G. Cabral y Julián C. Medina, generales expulsados por los carrancistas y que se habían exiliado en Arizona, habían iniciado una guerra contra los constitucionalistas y tenían su cuartel general en la Sierra Azul, al suroeste de Cananea, desde donde iniciaron una guerra de guerrillas creando serios problemas para el gobierno estatal. Por otra parte, tenía problemas para mantener tranquilos a los obreros cuya relación con las empresas y el gobierno pendía de un hilo por cuestiones salariales y de derechos laborales. En medio de este enrarecido ambiente las instituciones tenían que funcionar y para eso necesitaban dinero que escaseaba. Los principales ingresos el gobierno eran los impuestos mineros y los que se recaudaban en las aduanas, efectivo que mensualmente era enviados por los administradores a Hermosillo o a otras ciudades. En el caso de Agua Prieta, dado que no había ferrocarril desde esta frontera a la capital del estado por el lado mexicano, el producto de la recaudación de cada mes era llevado por vehículo hasta Naco, donde se embarcaba en el tren para ser llevado a Hermosillo o a donde se ordenara.

Al otro lado de la frontera, en Douglas, Arizona, vivían algunos refugiados políticos que habían pertenecido en diversos grupos revolucionarios y ahora eran anti-carrancistas que habían mostrado inconformidades con los constitucionalistas por diferentes causas y habían huido del país. En Agua Prieta era presidente Municipal Jorge Tato y el Administrador de la Aduana Carlos Fernando Caturegli, amigo personal de Elías Calles desde la infancia, quien lo había apoyado para convertirse en Presidente Municipal de Hermosillo en el periodo 1916-1917 por el Partido Liberal Constitucionalista e inmediatamente después lo puso como Administrador de la Aduana en ese poblado. Caturegli como parte de sus responsabilidades tenía que mover, una vez al mes, a las arcas estatales los fondos recaudados, también llevaba importantes sumas de dinero de un poblado a otro y lo hacía personalmente custodiado por varios celadores a sus órdenes.

El Paso de Anivacachi, donde sucedió el asalto, se encuentra a poco más de 20 kilómetros al oeste de Agua Prieta, sobre la línea fronteriza, es una depresión en el terreno con poca visibilidad donde aguas arriba nace un pequeño aguaje y era muy socorrido por todo tipo de personas que cruzaban ilegalmente la frontera para abastecerse de agua y no ser detectados fácilmente.[1] Es el cauce de un arroyo entre algunos cerros que se extienden hacia el sureste conformando la Sierra de Anivacachi, mientras que al noroeste conforman Mule Mountain. Este sitio, hasta entonces, había sido escenario de varios robos, asesinatos, ejecuciones y batallas revolucionarias.[2]

Localización del Paso de Anivacachi (Imagen: Google Earth).

EL ASALTO

Era el último mes del año, el invierno estaba por llegar pero las temperaturas gélidas ya estaban presentes en la región. Noviembre había terminado y Carlos F. Caturegli se aprestaba a cumplir con la obligación de hacer llegar la recaudación de ese mes a las arcas del estado, por eso se dispuso a preparar el dinero y el equipo de custodios para transportarlo en un vehículo a Naco y de allí en ferrocarril. Se manejaron varias versiones sobre el destino final del dinero, una de ellas decía que probablemente era para el pago a las fuerzas militares acantonadas en Cananea. A las 6:30 a.m. del 2 de diciembre de 1918, salieron del Edificio de la Aduana y Caturegli abordó un automóvil Dodge de cinco plazas, matrícula de Sonora No.27, acompañado de los oficiales aduanales: contador Gilberto Luque, cabo Francisco Bermúdez y el celador Emilio Vidrio; llevando $125 mil pesos[3] en oro sellado, moneda que circulaba en aquella época.[4]

Moneda de oro de uso corriente en la época del asalto.

Caturegli salió de Agua Prieta en el vehículo conducido por Gilberto Luque, con Francisco Bermúdez y Emilio Vidrio como guardias, para llevar cinco sacos de monedas de oro con $25 mil pesos en cada uno a Naco. Los ladrones, que iban a caballo, tendieron una emboscada al carro colocándose a la mitad del Paso de Anivacachi en un pequeño barranco donde tenía que bajar la velocidad. Eran cerca de las 8:10 a.m. cuando cinco hombres enmascarados salieron y les ordenaron que se detuvieran. Luque intentó acelerar y escapar, pero los ladrones abrieron fuego y lo mataron. Caturegli y Bermúdez respondieron al fuego pero también fueron asesinados, mientras que Vidrio recibió un disparo en la cabeza, bajo el ojo derecho.[5]

Carlos Fernando Caturegli c1916 (Foto: AGES).

Edificio de la aduana de Agua Prieta inaugurado en 1918 (Imagen: la red).

Ese día, al personal que recibía los traslados de valores del ferrocarril en Naco, se les hizo raro que, como cada mes, no llegara a tiempo el personal de la aduana de Agua Prieta. Extrañados se comunicaron a esa frontera, informándoles que Caturegli y acompañantes habían salido a tiempo esa mañana.[6] Poco después de la llamada, llegó la diligencia del correo habitual que se dirigía de Agua Prieta a Naco con Emilio Vidrio a bordo, fue encontrado por el conductor en estado grave una hora después del asalto. Se informó de lo sucedido y Vidrio fue enviado al otro lado de la frontera, al hospital del Fuerte Naco del ejército de los Estados Unidos para que lo atendieran. Emilio Vidrio deliraba la mayor parte del tiempo y no pudo dar una descripción detallada de los asaltantes a los oficiales. Sabía que todos estaban enmascarados y armados con rifles, pero más allá de eso no pudo proporcionar detalles.[7]

Fuerte Naco a donde fue enviado Emilio Vidrio (Foto: Naco Heritage Alliance).

El cónsul Valdés de Naco notificó al cónsul Arredondo de Agua Prieta, quien notificó a la policía.[8] Cuando las autoridades de Agua Prieta recibieron la noticia del asalto, organizaron un grupo acompañado por el alguacil adjunto de Douglas, John Newell. Al llegar al sitio encontraron a los tres muertos fuera del camino, los habían bajado del carro. Se hizo un rastreo y se dieron cuenta que los bandidos condujeron el vehículo a unos cinco kilómetros al sur de la frontera, donde lo abandonaron. Después montaron a caballo y el rastro fue seguido hasta donde cruzaron la frontera hacia Arizona, unos ocho kilómetros al oeste de Douglas. El rastro de los caballos era claro hasta ese punto y los agentes Percy Bowden y O. E. Patterson de Douglas siguieron las huellas hasta el camino principal que conduce a Douglas. Los oficiales de Arizona siguieron el rastro varias millas al norte de Douglas, bordearon la ciudad y llegaron a un punto a poca distancia al este de la ciudad y cerca de la frontera, hasta que la oscuridad no les permitió continuar. Los oficiales de Arizona seguirían otro día cada pista en ese lado de la frontera, pero tenían dudas sí los bandidos hubiesen regresado al lado mexicano. No se pudo determinar si los ladrones eran mexicanos o estadounidenses, ya que estaban enmascarados. También se opinaba que el robo fue cometido por alguien que estaba familiarizado con el hecho de que se tenía que llevar el dinero a otra ciudad. [9]

Los cuerpos de los tres hombres fueron llevados a Agua Prieta en donde se sepultaron los cadáveres de Luque y Bermúdez, mientras que Caturegli sería llevado e inhumado en Hermosillo donde se encontraba su familia.[10]

Acta de defunción de Carlos F. Caturegli, menciona que tenía 38 años y era soltero, que murió a balazos el 2 de diciembre próximo al Rancho de Anivacachi como a las 8:00 a.m. (Imagen: Registro Civil).

Cuando el General Plutarco Elías Calles recibió el mensaje del asalto y asesinato de los empleados de la aduana, cuentan quienes estaban presentes, que se levantó violentamente de la silla y agitado comenzó a dar vueltas en la oficina donde se encontraba. Carlos F. Caturegli no solo era su amigo, había sido un buen compañero en los duros tiempos de orfandad temprana. Después de un pesado silencio, Calles le ordenó a su secretaria que enviara un telegrama al presidente Tato diciéndole que activara las investigaciones y que proporcione información. Al Cónsul de Douglas le remitió otro mensaje solicitando su cooperación en la investigación del asalto.

LA PERSECUCIÓN

El día 3, en Arizona, se dieron órdenes a todas las tropas a lo largo de la línea internacional para que prestaran toda la atención y servicio posibles a la captura de los cinco asaltantes y asesinos. Por la parte mexicana, desde Magdalena se envió una fuerza de caballería de los rurales para hacer la búsqueda y captura de los bandidos en caso que regresaran a terrenos sonorenses.[11]

Otro día por mañana, Plutarco Elías Calles, envió un telegrama a las autoridades de Agua Prieta, informando que el estado de Sonora ofrecía una recompensa de $5,000 en oro por información que condujera al arresto de los asesinos de los funcionarios de la aduana.[12] Por la tarde, el general Calles llega a Agua Prieta para ponerse al frente de las investigaciones del asalto y asesinato de su amigo y demás empleados de la aduana. Después de su llegada, Calles aumentó la recompensa por la captura de los asesinos a $15,000.[13]

Publicación ofreciendo recompensa de $15,000 pesos oro (Imagen: Douglas Daily International, December 5, 1918).

El día 4 se supo que los asaltantes, de acuerdo a los oficiales americanos y rastreadores profesionales que siguieron las huellas en autos y caballos, encabezados por el sheriff Guy Welch de Douglas, siguieron una ruta en zigzag que conduce hasta esa ciudad. Probablemente los forajidos estuvieron pensando en engañar a sus perseguidores, pero era más seguro que ellos mismos estuvieran indecisos, en ocasiones, sobre qué camino tomar. A catorce millas del punto de partida, los hombres se separaron y luego se juntaron de nuevo. Tuvieron cuidado de evitar los ranchos y, no muy lejos de allí, se separaron de nuevo: tres en dirección a Douglas y dos hacia el este; recorriendo unas pocas millas y luego girando hacia el poblado, pero en esos momentos no se encontró ninguna evidencia de su presencia en la ciudad. El rastro se siguió fácilmente durante toda la ruta, ya que veces se encontraron etiquetas de las bolsas de dinero, en otras ocasiones se podía ver claramente el lugar donde habían dejado las bolsas en el suelo mientras los ladrones descansaban. Los fugitivos nunca se detuvieron a comer. Es posible que hayan llegado a Douglas la tarde de ese mismo lunes o por la noche y el rastro se perdió en la Avenida A. También se descubrió que los cinco hombres acamparon dos días en el Paso de Anivacachi para emboscar a Caturegli y acompañantes.[14]

Dado que no había mucha información oficial de las pesquisas, para el día 5 de diciembre en la mañana se rumoraba que los oficiales americanos había encontrado algunos papeles que contenían mensajes codificados utilizados por los asaltantes para hacer los preparativos del robo y que estos podrían ser útiles para establecer la identidad de los bandidos.[15]

Mientras tanto, Emilio Vidrio, el hombre que recibió un disparo abajo del ojo y único sobreviviente del asalto, seguía recuperándose en el hospital del ejército de los Estados Unidos en Naco, Arizona. Al principio se temía que muriera, pero mejoraba y pudo decir que había identificado a uno de los ladrones.[16]

Inmediatamente Calles puso algunos agentes a buscar al hombre identificado por Vidrio, pronto fue localizado y capturado en Agua Prieta. Para mantenerlo incomunicado fue llevado a un rancho conocido como Cenizas Spring o Las Cenizas, ubicado a unos 15 kilómetros al sureste de Agua Prieta, por el camino a Bavispe.[17] Pronto hablaría y algunos cómplices más fueron delatados, algunos de los asaltantes serían aprehendidos y narran como fue la planeación del asalto. Según sus declaraciones los planes se hicieron en un subterráneo de la Calle 7a en Douglas, donde habían acordado hacer el robo directamente en el edificio de la aduana; pero durante una de las reuniones que llevaron a cabo, uno de ellos comento que era mejor hacerlo durante el traslado y se eligió el Paso de Anivacachi.

Después del asalto era tal la sicosis que persistía en todos los empleados que manejaban cantidades importantes de efectivo en Agua Prieta y alrededores, temían por sus vidas; tal era la situación que cuando una banda de bandidos, el 7 de diciembre, robaron una tienda de chinos en el mineral de El Tigre matando a seis personas, pensaban que era el mismo grupo.[18]

APREHENSIÓN DE LOS BANDIDOS

Para el día 6 de diciembre, con la información proporcionada por Vidrio y las investigaciones realizadas, ya se tenían vigilados a tres individuos que se creía estaban implicados en el asalto a los empleados de la aduana, aunque todo parece indicar que la jugosa recompensa que se ofrecía no tuvo ningún efecto en la sociedad de ambos lados de la frontera, nadie sabía nada o no hubo interés, ya que nunca hubo una denuncia ciudadana.[19] Sin embargo, había varios detectives privados, o que decían serlo, de ambos lados de la frontera, que buscaban encontrar una pista que los condujera a los asaltantes por lo que se vigilaban unos a otros y hasta a los propios oficiales, tratando de encontrar alguna señal que les permitiera obtener la recompensa, al menos parte de ella.[20]

Para el 7 de diciembre empezó a circular el rumor en algunos periódicos que habían detenido a tres de los participantes en el asalto, también se hablaba de que había seis sospechosos en la cárcel de Agua Prieta, pero la policía no quería dar información al respecto, mantenía todo en secreto. Según información que circuló ese día, la primera pista real del caso la proporcionaron los funcionarios de aduanas de ambos lados de la frontera. Se enteraron, según el rumor, de que un chófer local había estado cerca del lugar del crimen aproximadamente a la hora en que ocurrió. Tan pronto como informaron de esto a la policía, el chófer fue arrestado, se trataba de Jesús Cruz Ruiz, quien manejaba un taxi entre Douglas y Agua Prieta. Dado que empezó a soltar información, después se detuvo a dos sospechosos mexicanos.[21]

Ante la presión de los rumores de que había detenidos en relación del asalto, las autoridades de Douglas, tuvieron que salir a declarar que: [22]

No tenemos a los asesinos ni a los ladrones y no hemos perdido la esperanza de atraparlos.”

Sin embargo, también manifestaron:

“Se sabe que un hombre que se cree que estuvo relacionado con el crimen, pero no en el lugar del mismo, ha abandonado Douglas y se ha seguido su rastro hasta su nuevo lugar de residencia.”

En esos días los rumores iban y venían, estaban en todos los comentarios sobre el asalto. Por otra parte, cerca de Cananea se detuvo el día 9 a José Fierros con $20,000 pesos y se pensaba que era unos de los bandidos, pero de momento no pudieron obtener mayor información porque se les escapó. Finalmente, durante los interrogatorios de otros detenidos trascendió que si pertenecía a la misma banda y había sido dueño de un pequeño negocio en la Calle Cuarta y Avenida G de Douglas.[23]

Según un testigo presencial, el día 12 de diciembre como a las 7 de la noche, unos oficiales permitieron que uno de los asesinos de Caturegli, o un cómplice, escapara después de haberlo capturado, según lo publicado por el periódico Douglas Daily International del día 13. Por supuesto los funcionarios de la ciudad, el condado y federales declararon que no sabían nada sobre ese evento. Sin embargo, el mencionado pasquín dice que recibió información de un testigo ocular confiable. Este hombre proporcionó nombres y otra información que no se publicó para asegurarse de que nada de lo que se publicara avergonzara a los oficiales involucrados. El testigo así lo narra:[24]

“Pasaba por una calle en la parte baja de la ciudad cuando se produjo la captura. Vi a dos hombres, aparentemente oficiales, entrar a una casa mientras otros tres estaban fuera. Reconocí a uno de los oficiales. El hombre al que detuvieron era un mexicano, un ex oficial villista, muy conocido en esta ciudad y en Agua Prieta. Cuando los oficiales salieron de la casa con él, llevaban tres bolsas de dinero. El prisionero dijo que había $75,000. Rogó a los oficiales que no lo entregaran a las autoridades de Agua Prieta. Los cinco oficiales, el prisionero y el chofer se alejaron por la calle en el automóvil. Una o dos cuadras más adelante, entre las avenidas F y G, el bandido saltó del auto, sin estar esposado. Cayó de costado, pero se levantó rápidamente y corrió hacia el sur por un callejón. El automóvil fue detenido rápidamente y los oficiales comenzaron a perseguirlo. No se disparó y después no supe lo que pasó.”

Finalmente trascendió que fue aprehendido y llevado para Agua Prieta ese mismo día; se trataba del capitán Alfonso Leyva de 25 años quien vivía en Green Street; había pertenecido a las fuerzas de Villa y procedente de El Paso llegó acompañado de Tranquilino Silva, quien sería el siguiente detenido por el asalto.

El día 14 el licenciado Salvador Sandoval, juez del juzgado federal de Sonora, llegó a Agua Prieta para realizar la investigación oficial del asesinato, ya que según la información publicada, todos los bandidos que participaron en el asalto y asesinato de los oficiales de la aduana habían sido detenidos.[25]

Posteriormente se supo que desde el día 10 de diciembre, después de las investigaciones y por órdenes de Calles, agentes mexicanos habían estado vigilando la casa del Dr. Manuel Huerta,[26] un médico muy conocido en Douglas, quien cuando se dio cuenta que lo vigilaban, no salió de su casa y estaba prácticamente como prisionero, según declaraciones de su esposa después del secuestro de su esposo.[27] El Dr. Huerta había sido delatado por los primeros bandidos aprehendidos y para amanecer el día 15 de diciembre fue detenido como el autor intelectual del atraco.

El general Calles estaba muy dolido por la muerte de su gran amigo y sus órdenes fueron inapelables y muy claras. Reunió un grupo de militares de confianza y vestidos de civil cruzaron la frontera a bordo de un vehículo. En la casa del Dr. Huerta ubicada en 634 Greene Street, frente a la casa de Alfonso Leyva, se presentaron pasada la medianoche, tocaron y cuando abrieron la puerta introdujeron el cañón de la pistola para que no cerraran y entraron a la vivienda. Enriqueta H. de Huerta, esposa del doctor, narra lo que sucedió esa noche de la manera siguiente:[28]

“Estaba en la cama el sábado por la noche cuando uno de los cuatro mexicanos que habíamos conocido en Fronteras (?) llamó a la puerta principal. Cuando mi marido fue a la puerta para dejarlo entrar, dijo que tenía unas medicinas enviadas por amigos de Agua Prieta. En cuanto entró, los otros tres entraron corriendo. Le pusieron una pistola en el corazón y me hicieron lo mismo a mí. Luego, mientras lo llevaban en pijama, me amordazaron con una sábana y me ataron las manos a la espalda. Me desmayé, y lo que pasó después sólo lo sé por lo que me dijo mi hijo de ocho años, Manuel. Me dijo que se habían llevado a mi marido, después de amordazarlo”.

Semidesnudo lo sacaron de la casa, lo metieron en la cajuela del vehículo y enfilaron rápidamente hacia Agua Prieta. Los secuestradores cruzaron por la garita americana a toda velocidad, mientras los agentes aduanales se quedaron mirando sorprendidos sin siquiera reaccionar para sacar sus armas.[29]

Amaneciendo la señora Huerta, a través de un comerciante local, envió un telegrama al embajador español en Washington y al gobernador Hunt para solicitar su ayuda. Por la tarde recibió la siguiente respuesta de Phoenix:

“Sra. Enriqueta H. de Huerta:

Telegrama recibido esta mañana. Estamos investigando el asunto y le informaremos.

R. E. McGillen,

Gobernador interino.”

Ese mismo día los amigos de la señora Huerta llevaron el asunto a Washington a través del abogado David Benshimol. Este último envió un telegrama al Departamento de Estado y al siguiente por la mañana envió una carta describiendo lo ocurrido. Planteaban que existía una ley de extradición que se puede utilizar en estos casos y que debería haberse empleado en el caso del Dr. Huerta.[30]

Trascendió, finalmente, que los agentes de Calles tenían detenidos a cuatro personas relacionadas con el asalto, todos habían sido aprehendidos ilegalmente, al parecer, a tres de ellos los secuestraron en Douglas y a otro en Agua Prieta, aunque después se manejaba que todos habían sido secuestrados en Douglas. Los detenidos eran: Dr. Manuel Huerta, Jesús Cruz Ruiz, Alfonso Leyva y Tranquilino Silva.[31] Para mantenerlos incomunicados los cuatro fueron trasladados a Cenizas Spring.

A los presos los mantuvieron amarrados de brazos y manos, custodiados por los rurales. Se supo que habían sido juzgados por un tribunal militar y condenados a muerte. Para obtener más información fueron llevados ante el tribunal y el General Calles fue quien los interrogó enérgicamente.[32] Primero pasaron al Dr. Huerta quien al principio negó todo pero el gobernador lo enfrentó diciéndole:

“No sea cobarde, confiese la verdad. En el excusado de su casa fueron encontrados $5,000[33] pesos de los robados y nos consta que Ud. fue el director intelectual del asalto”.

Enseguida trajeron al primer secuestrado en Douglas, el capitán Alfonso Leyva que al igual que el doctor y muchos otros, estaban exiliados en Arizona huyendo de los carrancistas. Desde el momento en que estuvo frente a Calles lo encaró con mucho valor, sin acobardarse, llegando al extremo de insultarlo y llamarlo “General de dedo”. Los rurales presentes estaban alerta y pensaban que el general lo mataría allí mismo; pero Calles aguanto la andanada de insultos y serenamente esperó a que trajeran al siguiente prisionero. Después se presentó al acusado que fungió como líder durante el asalto, Tranquilino Silva, también se comportó valientemente y en ningún caso trató de eludir su responsabilidad en el asalto. El último en ser llevado a la presencia de Calles fue el chofer, el primer detenido en Agua Prieta, quien llegó muy acobardado y fue necesario ayudarlo para que se pudiera sostener.

EJECUSIÓN DE LA SENTENCIA

Pasada la media noche, ya iniciado el 16 de diciembre fueron traídos de nuevo para Agua Prieta en donde un tipo de apellido Herrera alias “El Prieto”, ayudado por otras personas se encargó de ejecutar la sentencia y en menos de una hora, iniciando alrededor de las 3:00 a.m., cuatro de los implicados en el asalto fueron colgados en los postes de teléfono de la Calle 5 entre las Avenidas 4 y 6 (Panamericana), en parte, frente a la acera norte de la Plaza Azueta.[34]

Acta de defunción del Dr. Manuel Huerta, menciona que tenía 44 años, español y ciudadano mexicano, que murió de muerte violenta el 16 de diciembre como a las 3:00 a.m. la inhumación será como a las 11 a.m. de ese mismo día (Imagen: Registro Civil).

Cuando el sol decembrino, casi invernal, iluminó con sus lánguidos rayos esa parte de la frontera proyectando unas largas sombras fantasmales, un dantesco espectáculo surgió de las sombras y aquel triste día la población de ambos lados de la frontera fueron testigos de un lamentable espectáculo en la Calle 5, sobre la acera norte de la Plaza Azueta. Casi todos los ahorcados estaban sin zapatos, les faltaba ropa, con excepción del Dr. Huerta quien tenía un pantalón de mezclilla y le habían colocado una gorra que le tapaba hasta los ojos y, todos, estaban amarrados de brazos y manos hacia atrás. Conforme avanzaba la mañana, se juntaron cientos de personas para observar a los colgados. Muchos americanos que tenían pasaporte cruzaron la frontera para ver el impresionante espectáculo, otras que no lo tenían, trataron de cruzar, pero los funcionarios de inmigración mexicanos los detuvieron. Los ahorcados estaban a unos 500 metros de la línea fronteriza, por lo que desde Douglas se podían ver dos de los cuerpos y cientos de personas que no pudieron pasar, fueron a la línea fronteriza para echar un vistazo; varios tenían binoculares, que eran muy solicitados por quienes estaban ansiosos por obtener una mejor vista de la escena.[35] Los soldados para tener una perspectiva con mejor detalle llevaron un teodolito (aparato de topografía), y permitieron que algunas personas pudieran echar un vistazo a través de él.

Amarrado de manos y brazos este hombre fue ahorcado en un poste. La anotación de la parte inferior traducida dice: Lección práctica sobre robo en Agua Prieta, México antiguo. Verticalmente a lo largo del poste y poco legible, dice: (J)esús Cruz “El Cahito” ahorcado (Foto: a quien corresponda).

Elegante mujer parada atrás de un teodolito ubicado en Douglas para observar a los ahorcados, la dama está rodeada de militares y niños. En la nota al centro de la fotografía traducido dice: Permítanme echar un vistazo a esos hombres colgados en postes de tele. en Agua Prieta, México. 4 hombres colgados. Douglas Ariz. Dic 16, 1918. A la izquierda está el número de fotografía (342) y el nombre del fotógrafo: Cal Osbon.

Aunque el acta de defunción de los cuatro ahorcados dice que su inhumación sería a las 11:00 a.m., probablemente se deseaba hacer un ejemplo público de ellos, ya que éstos fueron bajados de los postes más tarde, cuando hubo una especie de ceremonia donde el Gral. Plutarco Elías Calles hizo que sus soldados se reunieran y pronunció un breve discurso en el que dijo que en el futuro la pena de muerte sería para cualquier tipo de robo en Sonora. Dijo que la política sería colgar o fusilar inmediatamente a las personas que se encontraran culpables de esos delitos. Aparentemente estaba decidido a erradicar ese tipo de ilícitos en el estado.[36] Se comentaba que había hecho declaraciones similares a representantes de las autoridades estadounidenses. Después del discurso el general abandonó Agua Prieta con rumbo a la capital del Estado, pero de paso se entrevistaría en Nogales con Ignacio Bonillas, Embajador de México en Washington.[37]

Por la noche, la Sra. Huerta y su abogado recibieron la noticia de que el embajador estadounidense en la Ciudad de México y el cónsul estadounidense en Nogales habían recibido instrucciones de tomar medidas inmediatas para investigar el secuestro.[38] Sin embargo, ya no había nada que hacer, para esa hora ya habían sido ejecutados y enterrados cuatro de los bandidos de la banda capturados e implicados en el robo.

Otro día, Juan B. Rojo, funcionario de la embajada de México en los Estados Unidos, envía un breve comunicado sobre lo que al respecto de las ejecuciones de los asaltantes de los funcionarios aduaneros, sobre las noticias publicadas en la prensa americana, el rindió el siguiente informe a Carranza:

“Western Unión. Telegrama. Washington, D. C., 17 de diciembre de 1918.

Señor Venustiano Carranza, Presidente de la República Mexicana.

México City. México.

Prensa hoy: Doctor Huerta, José Cruz, Leyva y Silva fueron ahorcados en Agua Prieta, Sonora acusados de haber robado y asesinado al administrador aduana Sr. Carlos Caturegli.

Juan B. Rojo”

De los $125 mil pesos robados, solo se logró la recuperación de poco más de $80 mil.[39] Unos $8 mil que se rescataron en la casa del Dr. Huerta, una parte estaba en el baño de la casa y otra estaba enterrada en el patio. La mayor parte fue recobrada de la vivienda de Alfonso Leyva, donde se menciona que al momento de su aprehensión se recuperaron tres bolsas con unos $75 mil pesos. Por otra parte, se publicó que José Fierro fue aprehendido cerca de Cananea con $20 mil, pero no hay contabilidad de esa cantidad, o fue una omisión porque el dinero se recuperó en otro lugar o al escapar Fierro se volvió a llevar el dinero.

Durante los días de investigación habían arrestado a varios sospechosos, uno de ellos era Rodolfo L. Márquez, ex-presidente de Agua Prieta. John Lurch, un chofer local, que fueron puestos en libertad después de estar bajo vigilancia durante una semana. Susano Fierro, hermano de José Fierro, también fue liberado.[40]

LOS PRÓFUGOS

Sin embargo, no todos los involucrados en la planeación y ejecución del robo fueron capturados, algunos lograron escapar de momento. Uno huyó a California y otro a la alta sierra sonorense. El día 17 de diciembre, Mariano Bermúdez, un chofer muy conocido en esta ciudad, quien participó llevando mensajes para los líderes del asalto y transportó las armas y municiones al Paso de Anivacachi, fue capturado en Cumpas y ejecutado en Moctezuma.[41] Después trascendió que Canuto Ortega, Jefe de La Cordada capturó en Bavispe a uno de los implicados en el asalto y asesinato; cruzó la sierra y lo trajo preso a Esqueda, Fronteras y, en ese lugar, frente a todos los habitantes lo colgó en el panteón como advertencia para quien se atreviera a robar.[42] Aunque los lugares de captura y ejecución son diferentes en estos dos ajusticiados, debido a que a veces había desinformación y las noticias llegaban tergiversadas y con retraso, es probable que ambos casos se trate de la misma persona, ya que hay un solo nombre y, supuestamente, solo una persona huyó hacia la sierra.

Pero todo indica que había más personas involucradas en la planeación del asalto, ya que según la información proporcionada por Alfonso Leyva, estaba José Fierro quien había sido detenido cerca de Cananea el día 9 y se les escapo; sin embargo, se informó que Fierro había sido capturado en Tucson. Otro participante, Braulio Cisniega, se publicó que desde hacía varios días estaba en la cárcel de Tombstone, quien supuestamente fue contratado por la banda para que se encargara de la mayor parte de los asesinatos. Además, todavía seguían en libertad: Gabriel Escalante, Ignacio Monje y un español de apellido Castanaga; además de otra persona de Fronteras de la que no se proporcionó el nombre.[43]

LAS DECLARACIONES DE ALFONSO LEYVA

Trascendió que Alfonso Leyva de 25 años, una pieza clave en la banda, había sido capitán villista, que había llegado desde El Paso en compañía de Tranquilino Silva un teniente coronel también con Villa. Fueron llamados por el Dr. Huerta quien lo conocía desde hacía tiempo.[44] Se supo después que en el lugar del crimen, uno de los asesinos dejó caer una carta, que se encontró pisoteada en el suelo, la cual estaba firmada por Alfonso Leyva, cuando fue detenido y  después de mucho interrogatorio por parte de los oficiales, se derrumbó y confesó, implicando en el asalto a los demás.[45] Cuando fue llevado ante el Gral. Elías Calles le reveló muchos detalles de la planeación del asalto, dio nombres de quienes estuvieron presentes y participaron en el asesinato y robo, y acusó al Dr. Huerta de ser el responsable de la organización de la banda. Por estas confesiones se dice que se obtuvieron más de una docena de nombres de los implicados en el robo. También se publicó que le pidió clemencia al Gral. Elías Calles y le prometió que si le perdonaba la vida iría a Chihuahua y mataría a Villa, a quien había servido durante mucho tiempo.[46]

Confesó que además del robo tenían planeado secuestrar a L. R. Budrow, gerente de The Lucky Tiger Mining Company localizada en El Tigre, y retenerlo en las montañas para pedir rescate. Francisco Elías, ex-cónsul en Nueva York, ganadero de Fronteras, tío del propio Plutarco, también iba a ser plagiado con el mismo propósito, pero además, el Dr. Huerta había insistido en que se matara a Elías. Así mismo, declaró que tenían planeado asaltar el tren de Nacozari.[47]

DR. MANUEL HUERTA Y EL ANTICARRANCISMO

El Dr. Manuel Huerta de 44 años, español casado con una mexicana y aparentemente nacionalizado mexicano, era un hombre pequeño físicamente y en 1914 había sido médico del Gral. Villa en Cd. Juárez,[48] de allí conocía al capitán Leyva. Después se había trasladado a Fronteras donde fungió como farmacéutico durante algún tiempo, posteriormente se traslada a Douglas donde era muy conocido en ambos lados de la frontera, pero se le veía poco por las calles.[49]. Al igual que muchos otros maderistas y villistas, seguramente, por desacuerdos con los carrancistas es que estaba refugiado en Arizona.

Por entonces y desde 1915, Juan G. Cabral, un maderista iniciador de la revolución en el noreste de Sonora; Julian C. Medina, un villista que había sido gobernador de Jalisco y algunos otros oficiales estaban refugiados en Tucson y otros lugares de Arizona, cuando tuvieron serios desacuerdos con los carrancistas y vieron la necesidad de refugiarse al norte de la frontera para mantenerse vivos. Después de permanecer en Tucson por cerca de tres años, Cabral y Medina, deciden iniciar un movimiento revolucionarios anticarrancista, para restituir la Constitución de 1857, como sucedía en otros estados de la república. Durante la primera mitad de 1918 se dedican a planear y pasar armas de contrabando, principalmente por El Sásabe, un poblado en el desierto ubicado al poniente de Nogales. Para julio de ese año, se sabe que ambos generales habían cruzado la frontera y se habían internado en Sonora para iniciar el movimiento en contra de Carranza y establecieron su campamento en la Sierra Azul, al suroeste de Cananea. Después de mantener una guerra de guerrillas en contra de las fuerzas dirigidas por el Gral. Plutarco Elías Calles durante unos cinco o seis meses, por falta de apoyo económico se hablaba de que Cabral y Medina habían abandonado el movimiento. Noviembre pasó sin noticias importantes de la rebelión cabralista, salvo las acciones de algunas bandas pequeñas que seguían refugiadas en la Sierra Azul.[50]

De las investigaciones y declaraciones de los detenidos y ejecutados por el asalto, se supo que el Dr. Huerta estaba involucrado con Juan G. Cabral en esa incipiente revolución anticarrancista.[51] Dadas esas declaraciones y algunos nombres que salieron a relucir durante su interrogatorio, todo indica que el robo a los empleados de la aduana, los secuestros y el asalto al tren que tenían planeados, era con el objetivo de financiar la revolución cabralista contra Carranza.

Sin embargo, todo se vino abajo con la aprehensión de los asaltantes, ya que iniciado 1919, el 9 de enero, varias personas fueron arrestadas en Douglas, entre ellos algunos nombres que salieron en los interrogatorios y se dieron a conocer públicamente; además de otros que vivían en Arizona. Los aprehendidos fueron: el mayor Federico Platt, expresidente de Cananea; capitán Rafael Flores, ex-oficial de rurales en el estado de Sonora, maderistas y amigos de Cabral; además de otras cinco personas que fueron acusados con cargos de conspirar para contrabandear armas y municiones a México. Los otros cinco imputados eran: Mikie Wehby, un comerciante sirio de Tucson; Guillermo Vásquez, socio del Capitán Flores en un negocio mercantil en Tucson; Rosario López de Tucson y Ángel Félix; Ignacio Monge de Douglas, muy amigo del Dr. Huerta quien era buscado por estar directamente involucrado en el asalto a los funcionarios de la aduana de Agua Prieta.[52] Las municiones que se transportaban a México en automóvil, cuando fueron arrestados, consistían en ocho rifles calibre 30-30 y mil trescientas rondas de municiones. Se pensó que las armas y municiones estaban destinadas al movimiento cabralista, ya que algunos de los imputados eran partidarios y amigos de Cabral, cuyo paradero se desconocía en ese momento; sin embargo, solo dos meses después es aprehendido al sureste de Tucson y encarcelado por contrabando de armas y violar las leyes de neutralidad entre México y Estados Unidos. [53] Así terminaba ese sueño de los cabralistas de restituir la Constitución de 1857.

CASI UN CONFLICTO INTERNACIONAL

La señora Huerta argumentando que su esposo había sido secuestrado en Douglas por agentes mexicanos, sin saber que su esposo ya habías sido ejecutado, el día 16 de diciembre a través de un comerciante local y de abogados envió telegramas al embajador español en Washington y al gobernador Hunt para solicitar su ayuda. Por la tarde de ese mismo día había recibido respuesta que le decía que no conocía del asunto y que se haría una investigación. Ese mismo día el asunto llegó a Washington a través del abogado David Benshimol. Este último envió un telegrama al Departamento de Estado y al siguiente por la mañana envió una carta describiendo lo ocurrido. Planteaban que existía una ley de extradición que se podía utilizar en estos casos y que debería haberse empleado en el caso del Dr. Huerta.

Otro día el cónsul estadounidense en Nogales, Sonora, E. M. Lawson, había recibido instrucciones del Departamento de Estado para investigar los hechos relacionados con el secuestro en Douglas, Arizona, del Dr. Huerta, ya que era un ciudadano mexicano que vivía en Douglas.[54]

Por supuesto, en cuanto trascendió a la prensa que se investigaría el secuestro del Dr. Huerta y de los otros asaltantes por parte del Departamento de Estado, se publicaron noticias tan alarmistas que ya daban como una posibilidad la guerra entre los dos países, como la publicada por un periódico muy afín a Cabral, El Tucsonense. En parte la nota decía:[55]

“Si la integridad y soberanía de esta Nación se ha violado con procedimientos tan vulgares y tan atentatorios, natural es suponer que las consecuencias serán terribles, y desgraciadamente no serán Calles ni Carranza los que afronten la situación, sino el pobre pueblo mexicano que hoy más que nunca está imposibilitado para sostener no ya una lucha internacional, sino siquiera su decoro, sólo por el estado de enervamiento a que lo ha conducido el propio gobierno constitucionalista mexicano.”

Por supuesto, las circunstancias fueron remitidas a Washington, y el gobernador interino McGillen solicitó a la oficina del fiscal del condado de Cochise que investigara el asunto más a fondo y pudo saber que otros tres mexicanos que habían sido capturados al otro lado de la línea habían sido ejecutados en Agua Prieta y que la ejecución se había llevado a cabo en cumplimiento de una orden emitida por el gobernador P. E. Calles en castigo a los hombres por robo y asesinato. Ante esto el gobernador interino de Arizona envió un telegrama al gobernador P. Elías Calles solicitando toda la información que pudiera tener sobre el asunto y describiendo los informes que se habían recibido aquí. La respuesta del gobernador de Sonora fue:[56]

“Nogales, Arizona, 19 de diciembre de 1918.

R. E. McGillen.

Gobernador interino. Phoenix, Arizona.

Con referencia a su apreciable telegrama del 16, permítame decirle que los informes que ha recibido son completamente falsos. Tranquilino Silva, Alfonso Leyva y Manuel Huerta, todos mexicanos, son los maestros asesinos del administrador de la aduana de Agua Prieta, el señor Caturegli y dos de sus compañeros a quienes les robaron la cantidad de 130.000 dólares? Tranquilino Silva y Alfonso Leyva fueron aprehendidos en territorio mexicano en el momento en que venían a retirar una parte del dinero robado que tenían escondido, y Manuel Huerta fue aprehendido al oeste de Agua Prieta. Todos fueron ejecutados por su horrible crimen de forajidos y asaltantes de caminos. Le hago llegar a usted mis mejores respetos, así como al gobernador Hunt, y le ruego que le exprese mis mejores recuerdos.

Gobernador del Estado,

GENERAL P. ELIAS CALLES

La respuesta de P. Elías Calles al gobernador de Arizona, estaba llena de mentiras y destilaba un cinismo sorprendente, quizá pensando que no hubo testigos o que era su palabra contra la de la esposa del Dr. Huerta. Pero por vengar, más que hacerle justicia, a su amigo de la niñez, todo se valía. Esta respuesta fue duramente criticada por la prensa, ya que además de no contesta unos de los puntos esenciales solicitados por el gobernador de Arizona. Al respecto de esto, un periodista publicaría:[57]

¿Puede hacerse algún tratado o se pueden entablar negociaciones de alguna clase con un hombre que MIENTE como el General Plutarco Elías Calles en esta vez, como en todas sólo trata de justificar de algún modo, sus procedimientos antilegales, aunque para ello tenga que recurrir a todos los medios reprobados por la razón y por el sentido común?

Para el día 19, el fiscal del condado John F. Ross quien ya estaba investigando el secuestro y ya había estado dos veces en Douglas por ese motivo, se supo que como resultado de sus pesquisas había presentado informes al gobernador y al fiscal general del estado; además, se habían presentado cuatro denuncias en la oficina del juez Dunlap;  todas contra John Doe (Juan “N”), en otras palabras: contra quien resulte culpable. Además, se mencionó que Ross ya había obtenido nombres de los secuestradores. Se esperaba que pronto llegara a Douglas y se sumara a la investigación el cónsul americano en Nogales, E. M. Lawton,[58] lo que ocurriría el 26 de diciembre en la noche.[59]

Mientras tanto, para mediados de enero de 1919, P. Elías Calles seguía rumiando su venganza en contra de los autores intelectuales y materiales del asalto y asesinato de su querido amigo, y el 17 de ese mes, hizo las declaraciones siguientes:[60]

“Pondré hasta el último centavo mío y del gobierno; haré hasta el último esfuerzo, porque paguen con la vida todos los asaltantes de Caturegli."

Según lo publicado por algunos periódicos, ya eran más de diez las personas ejecutadas por el gobernador de Sonora, acusadas de ser los autores del robo o de estar inmiscuidos de alguna forma con los bandidos. También se aseguraba que el general y sus agentes, trataban de sobornar a varios miembros de la policía americana ofreciendo fuertes cantidades de dinero, con el fin de que estos entregasen, sin ninguna formalidad, a personas sobre quienes se quiere ejercer venganza, sobre todo a Ignacio Monge considerado otro de los autores intelectuales del robo y por esos días había sido aprehendido en Douglas, acusado de violar las leves de neutralidad y la de introducir armas a México, junto con otras personas.[61] Entre las gestiones que hizo el gobernador de Sonora, estaba la de acusar a Monge de ser el jefe de una conspiración para llevar armas y municiones a Sonora para Cabral, presentando una nueva demanda para que Monge fuera enviado a México a responder por sus crímenes. Aunque las autoridades americanas no pensaban entregarlo, o al menos no lo habían decidido, .pues de entregarlo sería ejecutado sin juicio alguno, como lo habían sido todas las personas sobre las que cae la menor sospecha de complicidad en la muerte del Caturegli.[62]

Por otra parte, para principios de marzo las investigaciones sobre el secuestro de los asaltantes en Douglas seguían su curso dirigidas por el fiscal del Condado de Cochise Robert N. French, quien estaba preparando un informe para el Departamento de Estado solicitado desde Washington. Sus pesquisas estaban enfocadas en el secuestro de cuatro personas, una de ellas, Alfonso Leyva, quien resultó ser un ciudadano estadounidense nacido en Brownsville, Texas. [63] Esto le daba otro enfoque a la investigación, pues ya no solo se trataba de refugiados o asilados mexicanos, sino del secuestro de un ciudadano en su propio país.

El 14 de marzo se presentó un informe al gobernador de Arizona y por la tarde el mismo fiscal French, entre otras cosas, declaraba a la prensa:[64]

"Hice una exposición general de los hechos, pero no saqué ninguna conclusión, y dejé que el gobernador se hiciera una idea de quién podía ser el culpable a partir de las declaraciones juradas de David Benshimol, un abogado de Douglas empleado por amigos del Dr. Huerta; Jack O'Dell, otro estadounidense y varios mexicanos cuyos nombres no recuerdo. Varios de los hombres que prestaron declaraciones juradas reconocieron los cadáveres y los identificaron. A estas declaraciones juradas adjunté las fotografías de los muertos. El gobernador Campbell me dio instrucciones para que hiciera este informe después de que el Departamento de Estado en Washington, D.C., me lo solicitara. Adolfo (Alfonso) Leyvas (Leyva) era un ciudadano estadounidense, nacido en Brownsville, Texas. Mi investigación se centró en su caso.”

Esa misma tarde, George M. Roark, fiscal adjunto del condado de Cochise, quien  había recopilado varias declaraciones juradas donde se involucraba a oficiales y un abogado americanos en relación con los supuestos casos de secuestro; pero fueron desestimadas por éste cuando hizo su declaración a la prensa y fue más puntual:[65]

"Tuve cuidado de evitar cualquier expresión de opinión en mi informe al Sr. French. Dejé que las declaraciones juradas hablaran por sí mismas. En las declaraciones juradas se testificó que dos alguaciles adjuntos y un agente habían participado en los arrestos de Leyva y Silva en Douglas, algunos en uno y otros en los otros arrestos. Sin embargo, no obtuve nada que mostrara cómo o cuándo los dos hombres fueron llevados al otro lado de la frontera. Según las declaraciones juradas, tres casas en Douglas estaban custodiadas por oficiales mexicanos armados. Se testifica en una declaración jurada que cuando un hombre intentó entrar en la casa del Dr. Huerta y fue detenido por los guardias, fue a ver a la policía, que le dijo que la guardia estaba a cargo de los alguaciles adjuntos y que la policía no sabía nada al respecto. Saqué muchas conclusiones de lo que escuché al tomar testimonio y hacer investigaciones, pero tuve cuidado de no permitir que ninguna de ellas se filtrara en el informe.

No se han encontrado o podrían encontrarse acusaciones por parte del gran jurado federal contra cualquiera de los hombres mencionados, diciendo que no había ningún estatuto federal contra el secuestro. Cualquier procesamiento en las instalaciones tendrá que hacerse a través de los tribunales estatales. El informe había sido solicitado por el Departamento de Estado a través del Gobernador Campbell, presumiblemente para uso diplomático.”

El gobernador de Arizona otro día envía el informe al Departamento de Estado en Washington, pero evita hacer cualquier comentario al respecto de la participación de los oficiales de Douglas en el supuesto secuestro.[66] Quizás porque para esas fechas Plutarco Elías Calles había sido llamado por Carranza para que se incorporara a su gabinete y Adolfo de la Huerta ya estaba en campaña para gobernador, cuyas elecciones fueron a finales de abril, quince días después de enviado el informe al Departamento de Estado. El gobierno de Estados Unidos ya no actuó y se cumplió lo que diría George M. Roark, fiscal adjunto del condado de Cochise, se solicitó el informe “presumiblemente para uso diplomático”.

REFERENCIAS

 [1] En mayo de 1911 en tránsito a Cananea los maderistas ejecutaron a Arturo ”Red” López, un revolucionario que fue considerado traidor y era conducido a Cananea desde Agua Prieta, se le aplicó la ley fuga cerca del aguaje. También en mayo de 1919 por este sitio cruzó hacia Arizona al menos uno de los ladrones del Banco de Cananea.

[2] Primera Batalla de Anivacachi, abril 7, 1915 y Segunda Batalla de Anivacachi, julio 18, 1915; Gral. Plutarco Elías Calles contra fuerzas maytorenistas. Tercera Batalla de Anivacachi, Noviembre 9, 1915, Col. Lázaro Cárdenas contra fuerzas de Villa.

[3] Inicialmente se manejaron cantidades desde $50 mil hasta $150 mil pesos oro.

[4] Douglas Daily International, Diciembre 2, 1918; Arizona Republican, December 03, 191; El Paso Herald, December 03, 1918; Harrisburg Telegraph, December 03, 1918; New Britain Herald, December 03, 1918.

[5] Douglas Daily International, December 2, 1918; Bisbee Daily Review, December 03, 1918; Douglas Daily International, December 3, 1918.

[6] El Diario de Sonora Diciembre 18, 2016.

[7] Bisbee Daily Review, December 03, 1918.

[8] Douglas Daily International, Diciembre 02, 1918.

[9] Bisbee Daily Review, December 03, 1918; Arizona Republican, December 04, 1911.

[10] El Tucsonense, December 04, 1918.

[11] The Daily Morning Oasis, December 04, 1918.

[12] Arizona Republican, December 04, 1911; El Tucsonense, December 07, 1918.

[13] Douglas Daily International, December 04, 1918; The Daily Morning Oasis, December 04, 1918.

[14] Arizona Republican, December 05, 1918.

[15] Douglas Daily International, December 05, 1918

[16] Bisbee Daily Review, December 05, 1918.

[17] El Diario de Sonora.- Los ahorcados de Agua Prieta, la justicia de Plutarco Elías Calles; El Clarín de Agua Prieta.- A 98 años de los ahorcados en Agua Prieta.

[18] Tombstone Epitaph, December 08, 1918; La Prensa, December 11, 1918.

[19] Arizona Republican, December 07, 1918; La Prensa, December 10, 1918.

[20] Douglas Daily International, December 09, 1918; Bisbee Daily Review, December 10, 1918.

[21] Bisbee Daily Review, December 10, 1918; Douglas Daily International, December 16, 1918.

[22] Bisbee Daily Review, December 13, 1918.

[23] Douglas Daily International, December 09, 1918; The Daily Morning Oasis, December 10, 1918.

[24] Bisbee Daily Review, December 14, 1918.

[25] The Daily Morning Oasis, December 15, 1918.

[26] En varios periódicos lo publican como Enrique Huerta, es probable que su nombre completo era Manuel Enrique, pero en este documento solo usamos Manuel porque así aparece en el acta de defunción y en la mayoría de las publicaciones.

[27] Bisbee Daily Review, December 17, 1918; El Tucsonense, December 18, 1918.

[28] Douglas Daily International, December 16, 1918.

[29] El Diario de Sonora.- Los ahorcados de Agua Prieta, la justicia de Plutarco Elías Calles.

[30] Douglas Daily International, December 16, 1918.

[31] El Paso Herald, December 17, 1918; Enterprise (Riverside), December 17, 1918; Sacramento Daily Union, December 17, 1918; Registro Civil.

[32] Douglas Daily International, December 16, 1918.

[33] Otra versión dice que fueron $8,000 pesos los encontrados en la casa del Dr. Huerta.

[34] Douglas Daily International, December 16, 1918; Albuquerque Morning Journal, December 17, 191; Arizona Republican, December 07, 1918; Bisbee Daily Review, December 17, 1918.

[35] Douglas Daily International, December 16, 1918.

[36] Douglas Daily International, December 17, 1918.

[37] Nogales Daily Herald, December 17, 1918.

[38] Bisbee Daily Review, December 17, 1918.

[39] Douglas Daily International, December 16, 1918.

[40] Douglas Daily International, December 17, 1918.

[41] Douglas Daily International, December 18, 1918; Sacramento Daily Union, December 20, 1918; Bisbee Daily Review, December 18, 1918.

[42] El Diario de Sonora.- Los ahorcados de Agua Prieta, la justicia de Plutarco Elías Calles; El Clarín de Agua Prieta.- A 98 años de los ahorcados en Agua Prieta.

[43] Douglas Daily International, December 16, 1918; Douglas Daily International, December 17, 1918.

[44] Douglas Daily International, December 16, 1918.

[45] The Daily Morning Oasis, December 19, 1918.

[46] Douglas Daily International, December 16, 1918.

[47] Douglas Daily International, December 17, 1918.

[48] Douglas Daily International, December 17, 1918.

[49] Douglas Daily International, December 16, 1918.

[50] Moreno Martínez, Gustavo Adolfo.- JUAN G. CABRAL: Un revolucionario olvidado en Cananea. Parte IV; Douglas Daily International, January 13, 1919.

[51] El Paso Herald, December 17, 1918; Pittsburgh Post Gazette, December 17, 1918.

[52] Pine Bluff Daily Graphic, January 14, 1919.

[53] Moreno Martínez, Gustavo Adolfo.- JUAN G. CABRAL: Un revolucionario olvidado en Cananea. Parte IV.

[54] Bisbee Daily Review, December 18, 1918; Daily Kennebec Journal, December 18, 1918;  El Paso Herald, December 18, 1918; The Montgomery Advertiser, December 18, 1918; Albuquerque Morning Journal, December 20, 1918.

[55] El Tucsonense, December 18, 1918.

[56] Arizona Republican, December 20, 1918; El Paso Herald, December 23, 1918.

[57] El Tucsonense, December 25, 1918.

[58] Douglas Daily International, December 19, 1918; Arizona Republican, December 20, 1918; Pine Bluff Daily Graphic, December 20, 1918; Sacramento Daily Union, December 20, 1918.

[59] Douglas Daily International, December 27, 1918

[60] La Prensa, December 20, 1918.

[61] Douglas Daily International, January 13, 1919; Arizona Republican, January 14, 1919; El Paso Herald, January 14, 1919; El Tucsonense, January 15, 1919.

[62] La Prensa, January 20, 1919; El Tucsonense, January 25, 1919.

[63] Albuquerque Morning Journal, March 5, 1919; Arizona Republican, March 5, 1919; El Paso Herald, March 5, 1919; Bisbee Daily Review, March 06, 1919.

[64] Albuquerque Morning Journal, March 15, 1919.

[65] Arizona Republican, March 15, 1919.

[66] The Daily Morning Oasis, March 16, 1919.

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