RAFAEL IZÁBAL SALIDO:
El gobernador traidor.
INTRODUCCIÓN
Después de nacer y crecer en
un ambiente de la aristocracia sinaloense donde las relaciones familiares eran
de primordial importancia para escalar en la política y, por supuesto, en los
negocios de todo tipo, Rafael Izábal Salido se traslada a Sonora, de donde era originaria
su madre, y donde se casa con una mujer de la alta aristocracia, cuyas
relaciones familiares estaban muy ligadas a la política sonorense. En Sonora ocupa
en varias ocasiones el puesto de diputado suplente, diputado propietario,
vicegobernador y gobernador por el estado de Sonora, terminando su carrera
política como senador. Carrera política, se decía en la época, que no fue de lo
más inteligente y la cereza del pastel de su poca inteligencia como gobernante,
fueron la masacre de los Yaquis y permitir la intrusión de americanos de
Arizona para combatir a los huelguistas de Cananea, pasando a la historia como genocida
y traidor a la patria, aunque sería perdonado por el Presidente de la República
Gral. Porfirio Días y por el Vicepresidente Ramón Corral, este último su gran
protector junto con el Gral. Luis E. Torres, a cuyas sombras logró permanecer
en la cima de la política sonorense por varias décadas hasta su muerte.
Dicen, era valiente, mal
hablado, de modales forzadamente ásperos para impresionar a los de abajo,
amante de mandar personalmente grupos o expediciones armadas contra los indios
rebeldes, a las que se sumaban empleados, funcionarios y tropas auxiliares,
gustaba de participar en aventuras arriesgadas para impresionar y no parecer
menos que el Gral. Torres a quien servía de satélite. Se parecía más a un jefe
de cordada o de rurales que a un gobernante de la época porfirista, profesaba
el principio de que la opinión pública tiene cerebro de asno a la que no
debería tomar en cuenta para nada si no quería: "que se lo llevara la fregada”.
SUS ORÍGENES
No se sabe el año en que
Pedro Martínez de Izábal Camarán, el primer Izábal en arribar a la entonces
villa de San Miguel de Culiacán, procedente de Castilla, España, hace su
presencia en este lugar de Sinaloa, aunque se cree que fue en el último tercio
del siglo XVIII, personaje de donde se deriva la rama familiar de Rafael Izábal
Salido, quien habría sido su tatarabuelo paterno, mientras su bisabuelo fue Pedro
Guillermo Martínez de Izabal Fernández-Rojo y su abuelo Bartolomé Izábal Doris.
José Rafael Izábal Salido era
el nombre completo del exgobernador de Sonora, quien nace en El Fuerte, Sinaloa
el 10 de agosto 1853 y fue bautizado en la misma ciudad 8 días después. Rafael
Izábal creció en una casa ubicada en la actual calle de Gral. Ángel Flores 154
Oriente en el primer cuadro de Culiacán, cerca de la plaza principal, donde
actualmente se encuentra ubicada la delegación del INAH en Sinaloa. Su padre
fue Rafael Izábal (1806-1876) originario de Culiacán y su madre María Dolores
Quirina de Jesús Salido Obregón (1833-1878) nacida en Álamos, Sonora.
Casa donde creció José Rafael Izábal Salido en Culiacán, actual cede del INAH Sinaloa. |
El exgobernador creció y se desarrolló en Culiacán en un ambiente aristocrático donde su familia se dedicaba al comercio y a las actividades agropecuarias, y las relaciones familiares eran primordiales para mantener un estatus económico e incursionar y mantenerse en las altas esferas de la política estatal, donde casi siempre figuraban los mismos apellidos: Andrade, Ponce de León, Rivas García, Rojo, Alcalde, Izabal, Zazueta, entre otros; pero siempre tenían que ser aprobados por el gobernador Cañedo y Porfirio Días; de tal forma, que para ingresar a la élite política la primera condición eran la relaciones consanguíneas, la confianza y la lealtad personal y no la afinidad política o ideológica. Fue necesario que los hijos de la élite se casaran entre ellos para mantener el poder político reducido a esas familias y al mismo tiempo se mantenía el poder económico y el prestigio, lo que trajo como consecuencia, en ese afán, que en múltiples ocasiones se casaran entre parientes, como es el caso de las dos hermanas de José Rafael Izábal: Eufemia y Mercedes, quienes se casaron con sus primos hermanos Francisco y Manuel Izábal Cárdenas, respectivamente.
Probablemente después de la
muerte de su padre en 1876, Rafael Izábal y su madre, él a la edad de 23 o 24
años, con algo de experiencia en los negocios y versado en las intrincadas
redes familiares para ascender social, económica y políticamente, ya se
encontraban radicando en Álamos, Sonora, ya que el 27 de agosto de 1878 muere
su madre en esa ciudad donde había nacido.
SU ASCENSO POLÍTICO Y ECONÓMICO
Para 1879 Rafael Izabal ya
se encontraba totalmente integrado en la sociedad alamense, tan integrado estaba
que para septiembre de ese año fue electo diputado suplente a la legislatura local
por el distrito de esa ciudad y a partir de entonces empezó a figurar en el
grupo político que encabezó el general Luis Emeterio Torres (1844-1935),
también para entonces había tenido contacto con Ramón Corral Verdugo
(1954-1912) quien era originario de Álamos. A partir de ese año de 1879 Rafael
Izábal iniciaría una larga carrera política, primero a la sombra del entonces
coronel Luis E. Torres y después a la de Ramón Corral, lo que vendría a
conformar el Triunvirato de Sonora, donde destacaría por su inteligencia éste
último.
En 1880, Izábal fue
comisionado por el Gobierno del Estado para gestionar ante las autoridades del
territorio de Arizona la extradición del general Manuel Márquez de León y de
otros elementos rebeldes que con él habían invadido el territorio sonorense,
aunque la realidad es que se había rebelado desde Baja California contra
Porfirio Días y su política como protesta, ya que vislumbraba una larga era
dictatorial. En esta comisión Izábal no tuvo éxito.
Para las elecciones de 1881,
Rafael Izábal sería electo como diputado propietario por el distrito de Álamos,
pero esto sería solo el inició, ya que para las elecciones de 1883, donde
también se elegiría al gobernador del estado, candidatos previamente aprobados
por el Gral. Guillermo Carbó, operador político en Sonora del presidente de la
república, y aprobados por el propio Porfirio Días, irían a las urnas el Col.
Luis E. Torres como candidato a gobernador, Ramón Corral como candidato a
diputado propietario por el distrito de Álamos, mientras que Rafael Izábal iría
como candidato a diputado propietario por Hermosillo y, como siempre había
sucedido, el resto de los candidatos eran parientes y amigos muy cercanos. De
esta manera el triunvirato Torres-Corral-Izábal se empezaba a consolidar y se
mantendría hasta 1910.
José Rafael Izábal Salido (Tomada de: López C. y Camarena R.). |
A sabiendas de la importancia de las relaciones familiares y de los matrimonios entre la aristocracia de la época, Rafael Izábal se casa con Dolores S. Monteverde Arvizu hija de Florencio Monteverde descendiente de italianos, ingeniero y ensayador, político, jefe de la Casa de Moneda y vocal de la Junta Directiva de Instrucción Pública. Se casa por la iglesia el 26 de febrero de 1885 y por el civil el 2 de marzo del mismo año, con quien tiene tres hijos: María Dolores, Rafael y Enriqueta Lidia. Dolores tenía 19 años y era miembro de una familia de la aristocracia de Hermosillo que formaba parte de la élite política porfiriana que siempre ocupaba las diputaciones y otros puestos políticos de la capital sonorense; de hecho, Luis E. Corral un año antes se había casado con Amelia Monteverde, una hermana de la esposa de Izábal. De esta manera se hacían las relaciones familiares para entrar y permanecer en el círculo del poder político y económico.
Acta del matrimonio religioso Izábal Salido-Monteverde Arvizu de fecha 21/02/1885. |
Fragmento del acta del matrimonio civil Izábal Salido-Monteverde Arvizu de fecha 02/03/1885. |
Dolores S. Monteverde Arvizu, esposa de Rafael Izábal (Foto: D.P.) |
Para las elecciones de 1885 y 1887 sería electo de nuevo como diputado local para las Legislaturas X y XI. Sin embargo, para 1886 dejaría la diputación local y daría otro salto en su carrera política, ya que sería electo diputado federal por el Primer Distrito de Sonora en la Legislatura XIII (1886-1888) ocupando por primera vez una curul en el Congreso de la Unión. Para la Legislatura XIV (1888-1890) sería electo de nuevo como diputado federal por el Primer Distrito de Sonora y en la siguiente legislatura (1890-1892) volvería como diputado federal pero ahora por el Segundo Distrito de Sonora.
Sin embargo, su carrera
política seguiría en ascenso ya que para 1891 el Gral. Luis E. Torres iría de
nuevo como candidato a la gubernatura del estado y Rafael Izábal como vicegobernador
para el periodo 1891-1895, entrando en funciones el 1 de septiembre de ese año,
pero dos meses después el Gral. Torres pide licencia para dejar el poder y el 2
de noviembre Rafael Izábal tomó posesión del Poder Ejecutivo y lo ejerció por
el resto del periodo legal. Durante su mandato, el 15 de mayo de 1892, ocurrió
el brote rebelde de los indios mayos que atacaron el pueblo de Navojoa al grito
de: ¡viva la Santa de Cabora!, lo que contribuyó a que diera mucho crédito a la
versión infundada de las actividades subversivas de Teresa Urrea alias la Santa
de Cabora y su padre don Tomás Urrea y los desterró fuera del Estado. También
durante este periodo modificó la Constitución local para que los prefectos de
los distritos no fueran electos, sino nombrados por el Ejecutivo; además, se
iniciaron las obras de colonización del río Yaqui, con quienes el Triunvirato
por órdenes de Porfirio Días, había reiniciado la guerra en 1884 para despojarlos
de sus tierras ancestrales.
Ya empoderado, Rafael Izábal
había empezado a adquirir propiedades rurales, entre las que se contaron el
rancho del Pozo, la hacienda del Garambullo a la que bautizó con el nombre de
Europa y que contaba con un molino harinero y con pozos de bombeo, además de la
hacienda de San Carlos y el rancho San Enrique, propiedades, todas ellas, que se
extendían por la margen derecha del rio Sonora desde unos 12 kilómetros al
poniente de Hermosillo hasta su desembocadura en el Golfo de California,
terrenos que servían tanto para la siembra de diferentes cultivos, como para la
cría de grandes hatos de ganado vacuno y caballar de excelente calidad. Decían
las crónicas de mediados de 1893, que valiéndose de su envestidura de
vicegobernador, había estado despojando de los derechos de aguas a algunos
predios vecinos, incluso estas acusaciones fueron publicadas en algunos
diarios, donde se decía que mientras en Hermosillo había una fuerte sequía y
había tierras que no se podían regar, las tierras de Izábal se regaban
abundantemente.
Molino harinero de la hacienda Europa en 1905 (Tomada de: García y Alva). |
Para el periodo gubernamental 1895-1899 es elegido Ramón Corral Verdugo como gobernador y como vicegobernador al Dr. Prisciliano Figueroa; sin embargo, Corral pediría licencia y el 26 de junio de 1896 el Vicepresidente Figueroa se hace cargo del Ejecutivo Estatal, pero Corral reasumiría el cargo cuando en 1897 Figueroa expidió un reglamento sobre las aguas del río Sonora afectando algunos intereses, entre ellos los de Rafael Izábal, quien habló con el Gral. Torres y con Corral y este de nuevo se hace cargo del Ejecutivo Estatal y veinte días después expide un nuevo reglamento anulando el primero. Tan fuerte fue el enojo de Izábal contra el vicegobernador, que el mismo día en que fue destituido el Dr. Figueroa abandona la ciudad para irse a radicar a Monterrey.
Por nombramiento de la XVII Legislatura,
el 27 de agosto de 1900, Izábal nuevamente ocupó el Ejecutivo Estatal con
carácter de interino por licencia concedida al propietario Gral. Luis E. Torres
y la renuncia del vicegobernador Celedonio Ortiz, cargo que desempeñó hasta el
26 de enero de 1903 cuando lo sustituye el Gral. Torres, pero el 2 de julio de
ese año Izábal regresa como gobernador interino pero poco después se separa de
nuevo. En este periodo administrativo a cargo de Izábal se adoptó en el Estado
los Códigos Civil y de Procedimientos Civiles Federales; giró la orden del 19
de abril de 1902 para que no se permitiera a los individuos de la tribu yaqui
que se establecieran en lugares distintos de los señalados por las autoridades,
en los que deberían formar rancherías anexas a los pueblos y haciendas; erigió
el municipio de Cananea; se expidió la ley del notariado y mejoró el periódico
oficial.
Durante este periodo
gubernamental llegaron las elecciones para la presidencia municipal de
Hermosillo y el Triunvirato formado por Torres-Corral-Izábal trataban de
imponer a Filomeno Loaiza utilizando el color rojo como distintivo, mientras
los independientes, entre ellos Plutarco Elías Calles, impulsaban a Dionisio
González sosteniendo su candidatura con el Club “García Morales”, utilizando el
color verde como distintivo. La gente se interesó tanto en esta campaña que
hasta las mujeres se dividieron y las partidarias del rojo llevaban este color
en los tacones de sus zapatos, mientras sus adversarias llevaban el verde. La
contienda electoral estaba tan interesante que Rodolfo Campodónico, un
excelente músico de la capital del estado, tomó partido por la oposición y
compuso el vals “Club Verde” que funcionó como himno de campaña. Naturalmente
que el gobierno de Izábal y sus aliados hicieron cuanto pudieron para terminar
con aquel brote de independencia, al que tachaba de demagógico y corruptor, por
supuesto que triunfa el candidato oficialista. La contienda electoral de 1901
dejó como producto perdurable el vals “Club Verde” y apasionó tanto a los niños
que asistían a las escuelas que bastaba que alguno de ellos silbara los
primeros compases, para que los policías corrieran tras ellos, pues el vals
había sido prohibido desde un principio y por eso tuvo tanta popularidad y, por
supuesto, por la belleza intrínseca de su música.
Años antes, a principios de
abril de 1897, Izábal había tenido un altercado con el candidato Dionisio
González por una mujer casada, Izabal insultó a González y este le dio tremendo
puñetazo en el rostro y se trenzaron en un pleito que cuando terminó, Izábal
tenía un ojo hinchado, una herida en el rostro y le faltaban dientes; mientras
que González tenía una muñeca lastimada y los nudillos lacerados por los golpes
propinados al contrincante. Izábal juró vengarse y después envió a González un
desafío para enfrentarse en un duelo, que fue aceptado y pactado para
realizarse con pistolas en Nogales, AZ, muy cerca de la línea fronteriza, ya
que en México estaban prohibidos este tipo de enfrentamientos. Este duelo se
dejaría para fecha posterior pues Izábal no podía ver con un ojo y González
tenía la mano derecha con vendas. Por otra parte, el esposo de la mujer en
cuestión, Bartolomé A. Salido, un funcionario de gobierno y exdiputado,
afirmaba que se enfrentaría al vencedor del duelo, porque ambos habían ofendido
a su matrimonio. Seguramente al filtrarse al público, este duelo no se llevó a
cabo, ya que todos seguirían vivos años después.
Separado del mando político interino
antes de las elecciones, Izábal fue electo gobernador constitucional para el
cuatrienio de 1903 a 1907 y el 1o. de septiembre de 1903 rindió protesta como
titular del Poder Ejecutivo. Durante este mandato expidió las leyes de
expropiación y la que autorizaba la pavimentación de las banquetas y calles de
la ciudad de Guaymas, primera medida tomada sobre este tema en el Estado. En
este periodo gubernamental el Poder Ejecutivo cambiaría de manos más seguido que
en periodos anteriores por las constantes salidas de Izábal. Para el 18 de mayo
de 1904 deja el poder al vicegobernador Francisco Muñoz y para el 29 de julio Izábal
lo retoma de nuevo; el 17 de octubre lo deja al Dr. Alberto G. Noriega y el 7
de noviembre regresa; para el 24 de mayo de 1905 lo deja en manos del Dr.
Fernando Aguilar Aguilar y lo retoma el 8 de junio; el 29 de noviembre lo vuelve
a dejar en manos del Dr. Noriega y regresa el 31 de diciembre. De nuevo, Izábal
el 18 de junio de 1906 deja el poder en manos del Dr. Aguilar y regresa el 10
de septiembre; el 15 de octubre lo vuelve a dejar en manos del Dr. Noriega; y
los retoma el 3 de diciembre para concluir su periodo el 31 de agosto de 1907
entregándole el poder al Gral. Luis E. Torres, el gobernador electo para el
periodo 1907-1911.
José Rafael Izábal Salido cerca de 1906 (Foto: Fototeca Nacional). |
Rafael Izábal después de entregar la gubernatura pasaría un año sin ocupar puestos de elección popular, hasta que en la XXIV Legislatura del Senado de la República, es electo Senador Propietario por el Estado de Guerrero para el periodo 1908-1910. Sin embargo, debido a que para mayo de 1910, probablemente desde mucho antes, se encontraba muy enfermo, no concluyó su periodo que terminaba el 31 de agosto de ese año y se retiró a la vida privada.
De los tres edificios
públicos más significativos para Hermosillo, que fueron construidos durante el
porfiriato, dos fueron iniciados o concluidos durante los periodos
gubernamentales que le tocaron a Rafael Izábal. Uno de ellos fue el Palacio de
Gobierno y el otro la Penitenciaria General del Estado. El primero fue
construido durante el periodo 1882-1906 habiéndolo planeado y comenzado el
gobernador Carlos Rodrigo Ortiz Retes y lo concluyó Rafael Izábal, aunque
conforme se construía parte por parte, era ocupado por oficinas
gubernamentales. La Penitenciaria General del Estado fue construida durante el
período de 1902 a 1908 y entonces era gobernador Rafael Izábal, cuyo comienzo
de la obra lo consignó en su informe de gobierno de 1903 y cuando deja el poder
estaba casi terminada. En este caso sucedió lo mismo que en el Palacio de
Gobierno, que empezó a ser usado casi desde el principio en que iniciaron la
obra ya que los presos de la cárcel local fueron trasladados a la penitenciaria
en 1903.
También, durante su mandato,
la Phelps Dodge dueña de la Minera Moctezuma de Nacozari, para transportar los
metales a Douglas donde tenía la fundición, se vio en la necesidad de construir
una línea de ferrocarril entre estas dos poblaciones, cuyas vías fueron
terminadas en 1904 y los directivos de la empresa conociendo el egocentrismo de
Rafael Izábal, en el km 73 construye un parada obligada del tren a la que llama
Estación Izábal en honor del gobernador.
EL
GENOCIDIO DE LOS YAQUIS
Desde que se puede
retroceder en el tiempo de Sonora, los Yaquis siempre fueron un pueblo muy
laborioso: cultivaban el suelo, construyeron sistemas de regadío, descubrieron
y explotaron minas, edificaron ciudades de adobe, tenían un gobierno organizado
y sostenían escuelas públicas. Cuando llegaron los misioneros españoles poseían
casi todo ese vasto y fértil territorio que se extiende al centro-sur del estado.
Eran los mejores
trabajadores de Sonora, se decía que un trabajador yaqui valía por dos
norteamericanos y por tres mexicanos. Era la gente más fuerte, más sobria y más
digna de confianza que había en México.
Desde la llegada de los
españoles al sur del estado de Sonora, los Yaquis tuvieron que enfrentar y
luchar contra diferentes problemas para defender su territorio de los
conquistadores, debido a ese factor y a las enfermedades infecciosas que
contrajeron de los españoles su población se redujo drásticamente. La lucha por
su territorio se prolongó desde el siglo XVI hasta el siglo XX, pero fue hasta
la llegada de Porfirio Días al poder cuando los problemas de los Yaquis por su
territorio se intensificaron.
La Guerra del Yaqui, como se
conoce esta etapa de la historia de Sonora, guerra que fue iniciada en 1884 por
la administración porfirista, que ambicionaba las tierras Yaquis y su agua para
iniciar un proyecto de colonización con inmigrantes extranjeros, se prolongó
hasta la primera década del siglo XX. Esta guerra, aunque los Yaquis casi siempre
pelearon a la defensiva ya que raramente atacaban pues su lucha era reactiva, le
tocaría iniciarla al Gral. Luis E. Torres quien era el gobernador en turno
desde septiembre de 1883, Izábal y Corral eran miembros de la Cámara de
Diputados. Estos tres personajes se alternarían en el Ejecutivo Estatal de
Sonora durante tres décadas para combatir a los Yaquis.
Los Yaquis tenían legítimos
títulos sobre sus tierras cuando Torres, Corral e Izábal aparecieron en la escena
política del estado. En la época de la conquista española constituían una
nación de entre 100 mil y 200 mil habitantes y los españoles no pudieron someterlos
completamente y después de unos 250 años de conflictos, llegaron a concertar la
paz con ellos, concertación en la que los Yaquis cedieron una parte de su extenso
territorio a cambio del reconocimiento de sus derechos de propiedad sobre el
resto, siendo el rey de España quien les otorgó el título sobre sus tierras en
la segunda mitad del siglo XVIII, título real que fue respetado por los
gobernantes y jefes de México hasta llegar a Días. Durante todo ese tiempo, los
Yaquis vivieron en paz con el mundo y se ganaron la reputación de gente
pacífica, pero la ambición de Porfirio Días y del Triunvirato de Sonora les tocó
provocarlos a la guerra de nuevo.
El Triunvirato que estaba a
la cabeza del gobierno de Sonora deseaba sus tierras y vieron una oportunidad para
apoderarse de ellas cuando el Gobierno Federal envió un cuerpo militar a Sonora
y con esto iniciaron las hostilidades contra los Yaquis. Enviaron supuestos
agrimensores al valle del Yaqui para poner mojoneras en la tierra y decirles
que el gobierno había decidido regalársela a unos extranjeros, quitándoles de
esta manera las tierras más fértiles de su territorio. Confiscaron 80 mil pesos
que el jefe José María Leyva alías Cajeme tenía depositados en un banco;
después, enviaron hombres armados a arrestar a Cajeme, pero no lo encontraron y
prendieron fuego a su casa y a las de los vecinos, abusaron de las mujeres del
pueblo incluyendo a la mujer del líder Cajeme. A partir de ese día el gobierno
de México mantuvo casi continuamente en el territorio yaqui un ejército contra
este pueblo con un contingente que variaba entre dos mil y seis mil hombres. A
partir de entonces los Yaquis se vieron obligados a pelear y en la lucha murieron
decenas de miles de Yaquis y de soldados, y muchos centenares de Yaquis fueron
ejecutados siendo prisioneros. A los tres años de lucha, en 1987, fue capturado
el jefe Cajeme y ejecutado públicamente frente a muchos Yaquis que habían caído
prisioneros con él. Inmediatamente fue elegido como jefe Juan Maldonado
Waswechia alías Tetabiate para ocupar el lugar de Cajeme y la lucha siguió.
Sin embargo, el exterminio
de los Yaquis ya estaba dentro de los planes de los gobernantes del porfiriato,
de tal manera que el Gral. Otero, del ejército mexicano, por órdenes de Rafael
Izábal el 17 de mayo de 1892 ordenó aprehender a los Yaquis, hombres, mujeres y
niños que había en la ciudad de Navojoa y colgó a tantos que se agotaron las
cuerdas disponibles, siendo necesario usar cada una de ellas cinco o seis
veces.
Yaquis colgados en Sonora (Foto: J. Kenneth T.). |
Semanas después, también por órdenes de Rafael Izábal, en julio de 1892 el Col. Antonio Rincón hizo prisioneros a unos doscientos Yaquis, hombres, mujeres y niños, y los embarcó en el cañonero El Demócrata, tirándolos al mar entre la desembocadura del río Yaqui y el puerto de Guaymas, muriendo todos.
Como estos actos hubo muchos
durante la década de los 1890’s, hasta que ya cansado Tetabiate, el 15 de mayo
de 1897, se presentó en Estación Ortiz, donde firmó la paz con las autoridades
civiles y militares mexicanas. Como el genocidio de los Yaquis continuó, nuevamente
se sublevó en julio de 1899; pero fue muerto en un enfrentamiento en Mazocoba con
las fuerzas del “torocoyori” Loreto Villa en 1901, donde además hubo muchos
prisioneros.
Tropas federales conducen a familiares de los Yaquis prisioneros en la sierra del Bacatete en la batalla de Mazocoba en 1901 (Foto: Fototeca Nacional). |
Ante la muerte de los dos principales líderes indígenas que se opusieron al proyecto colonizador del gobierno federal y estatal, la lucha de resistencia indígena se transformó en una guerra de guerrillas al abandonar la guerra regular por el sucesor político y militar Juan José Sibalaume, que mantuvo la lucha por la territorialidad, la autonomía política y el desarrollo propio, a partir del acatamiento a la ley yaqui.
Ante esta situación, los
gobiernos federal y estatal tomaron la decisión de deportar a Yucatán a todos
los prisioneros hechos en campaña, grupo constituido esencialmente por mujeres,
niños y ancianos, recomendación hecha por el Col. Ángel García Peña encargado
de la Comisión Geográfica y Exploradora, con la finalidad de dar solución a los
alzamientos Yaquis, por supuesto, todo esto avalado por Rafael Izábal, quien
era el gobernador en funciones. Cientos de Yaquis fueron transportados a los
campos henequeneros en Yucatán, mientras que otros fueron llevados a Valle
Nacional, Oaxaca, donde eran vendidos a 45 pesos cada uno y que debido al
clima, la rudeza del trabajo, los malos tratos y la pésima alimentación, los Yaquis
solo duraban en promedio menos de un año antes de morir.
Mujeres, niños y viejos Yaquis prisioneros deportados a Yucatán (Foto: Fototeca Nacional). |
A pesar de la derrota del Mazocoba en la sierra del Bacatete, la guerra de resistencia de los Yaquis aún no terminaba, aunque Porfirio Días anunció el final de la Guerra del Yaqui ante el Congreso de la Unión, estos respondieron a la deportación con el incremento de las operaciones militares en todo el estado y en la frontera con los Estados Unidos.
Este incremento y
fortalecimiento de los Yaquis ante el gobierno, se dio a partir de la organización
de una red indígena rebelde en todo el estado y en algunas ciudades
estadounidenses donde las células de la guerrilla yaqui obtenían refugio,
alimentos, armas y municiones. La red se organizó debido al avance del ejército
sobre los territorios tradicionales de los Yaquis en los últimos años del siglo
XIX, que dio lugar a una migración de familias y grupos de trabajadores Yaquis
hacia el norte, lo cuáles se fueron asentando en varios lugares del territorio
de Sonora y en algunas poblaciones en Arizona, principalmente en ranchos y
minerales. Con la política gubernamental de deportaciones este proceso
migratorio se agudizó y la migración hacia el norte se elevó. Parte de este
fortalecimiento de la guerrilla yaqui se debió, también, al apoyo del
movimiento magonista que ya tenía tiempo establecido en Estados Unidos,
especialmente a lo largo de la frontera, quienes ya habían creado una red para
contrabandear armas al lado mexicano, a quienes los porfiristas Izábal, Torres
y Corral habían combatido fuertemente.
Todo parece indicar que las
primeras negociaciones que se dieron entre magonistas y Yaquis se llevaron a
cabo en 1903 cuando Ricardo Flores Magón, todavía no abandonaba México. Este comisionó
a Adolfo de la Huerta, en ese entonces magonista, para que los Yaquis formaran
parte de las acciones revolucionarias y así lograr la restitución de su tierras.
De la Huerta se entrevistó con Fernando Palomares, un indígena mayo cercano a
los Flores Magón, quien se comprometió a difundir la idea entre la comunidad
yaqui, de esta manera los Yaquis eran protegidos y refaccionados con armas y
alimentos, donde quiera que hubiera una célula magonista.
En abril de 1904 ocurren los
eventos de La Carbonera, una batalla muy intensa en la que el general Luis E.
Torres también participó en estos eventos en calidad de militar en jefe. En
ella se movilizaron 400 hombres del 11º batallón y 50 rurales, mientras que la
tropa yaqui estaba conformada por 300, de los cuales murieron diez en batalla y
ocho colgados en los árboles más cercanos. Entre la correspondencia particular
de Rafael Izábal sobre este mismo acontecimiento, se encuentra una carta
remitida por un indígena, el cual le reclamaba los ataques indistintos hacia
los yaquis rebeldes y los pacíficos:
“Abril 25 de 1904
Señor Don Rafael Ysabal muy Señor mio
Emos recibido la carta que usted nosamandado dice Ud. que semos aquí En Sonora
como usted Sabe vien que no semos de alla del Rio.
Bienes aca matan do nos, aunque seamos
nacidos aquí En Sonora Es claro que nos mata Esta palabras salemos a Es
condernos alos montes con El temor que nos banacabar y luego dicen que nos
alsamos que andan matando los yaquis. Esas mentiras teasen y luego usted Sale
con su tropa Y matando al que Encuentre sinque tenga arma. Si aquí no está la
guerra alla es donde Esta la guerra En el Rio Yaqui.
Nosotros Estamos aquí En Sonora pero
para pelear no, porque somos de aquí, sinos da lapaz alla En el Rio yaqui
porque se aquinos quedamos En paz, alla siempre sigue la guerra y vienen aca a
canzar alos trabajadores Sirvientes aquí En las labores, Asi como ba estar bueno
yoquierro una Santa paz. Para Estar contento y bueno con ustedes y trabajar,
como ahora las haciendas que hay por alli, Sele ban aperder las cosechas
quetienen porque los peones tienenmiedo que los cuelguen, tienen miedo porque
nos andan matando y no sabemos Enque culpa Estamos parese que nosotros
Notenemos ninguna Esta contesta le doy a usted Señor.
Nomas sin otro particular.”
Probablemente fue la
impunidad de la que gozaba el gobernador Izábal, lo que inspiró su respuesta:
Voy a contestar la carta de Udes. que
acabo de recibir.- Veo que no quieren Udes. entender la razón y a pesar de
todo, quiero todavía tener esperanzas de que por no escuchar mis palabras de
paz, no tengan que arrepentirse cuando ya no puedamos poner remedio.
Dicen Udes. que la guerra está en el Rio
Yaqui y no aquí, a mí no me importa que la guerra esté en el Rio; ese será otro
negocio que yo sabré también cómo arreglar; ahora estoy tratando con Udes. y
quiero hablarles de paz y nada más que de paz aquí.
En ese contexto, durante los
mismos sucesos de La Carbonera, Rafael Izábal escribiría otra muy reveladora carta
a los yaquis que reflejaba su carácter represor y que solo querían a los yaquis
como peones en sus fincas. Esta carta textualmente decía lo siguiente:
“A los nueve Capitanes que hablaron con
el Sr. Mills en la Sierra de La Carbonera.
SEÑORES:
El Señor Carlos Mills me ha impuesto del
asunto que trataron ustedes con él en ese lugar.
En efecto, yo he autorizado á este señor
para manifestarles lo que ya les he manifestado, esto es, que estoy dispuesto á
indultar á ustedes garantizándoles la vida si se someten á la obediencia del
Gobierno y al cumplimiento de las leyes comenzando por hacer entrega de sus
armas y parque.
Yo, como Gobernador del Estado, tengo
obligación de dar garantías á todos sus habitantes sin excepción de razas: para
mí lo mismo es que sean yaquis como que sean yoris, mexicanos ó extranjeros, y
bien puedo decir que la raza yaqui me inspira especial interés, porque no sólo
la considero útil, sino que me consta que lo es para el desarrollo de las
diversas industrias de Sonora, y me duele verlos cegados por el error,
apartarse del camino del órden y del trabajo para buscar en la guerra la
miseria de sus familias y su propia destrucción.
Yo también soy hacendado y conozco bien
las necesidades de los sirvientes; no solo en mis haciendas en donde tengo un
número considerable de sirvientes yaquis y en donde están todos contentos del
tratamiento que reciben.
En la guerra hé tratado á los yaquis con
humanidad; pero también hé tenido que castigarlos severamente, y por fortuna
hasta hoy, á muy corto número los que se obstinan en no someterse; pero en
cambio á los que les ofrezco garantías se las doy completas, como pueden
decirlo más de quinientos que he aprehendido, que me han entregado sus armas y
que me han dado su palabra de no volverse á meter en la guerra ustedes saben
cuáles son los elementos que tengo yo á mi disposición para combatirlos… pero
no quiero matarlos, si no es que me pongan ustedes en ese duro caso para mí…
Me cuentan que ustedes dicen que no se
han respetado los salvoconductos que se les han dado; pero ustedes saben muy
bien que no se han respetado, cuando ustedes no han cumplido con su palabra,
pues estos salvoconductos se les han encontrado, no solo á los yaquis que han
muerto en la guerra y en el campo sino también á los que asaltan á los
pasajeros en los caminos, y por cierto que no fue para eso para lo que se les
ha dado los referidos salvoconductos.
A más de lo que dejo dicho en esta
carta, el señor Mills que será el portador de ella, les dirá á ustedes de
palabra todo lo que dejo de decirles aquí por no hacerla interminable.
Ahora, piensen ustedes en las ventajas y
desventajas que les traerá la paz ó la guerra. Yo sé que son ustedes muy
inteligentes, y por lo mismo, espero que aceptaran la paz como se las propongo
teniendo ustedes la seguridad de que yo soy hombre que siempre cumple su
palabra.
EL GOBERNADOR DE SONORA.- Rafael Izábal.”
Finalmente la mediación de
Mills no tuvo ningún resultado práctico, ya que los Yaquis eran de la idea de
aceptar la paz sin entregar las armas, y siempre y cuando se llevara a cabo la
demanda ancestral del retiro de los blancos de su territorio, algo totalmente
inaceptable para el gobierno. Después de varios días de negociaciones el
diálogo por la paz se rompió con el siguiente mensaje destinado al gobernador
Izábal por parte de los Yaquis:
“Te veremos en la sierra”.
Los Yaquis también hicieron
negociaciones con otras etnias del estado y una de ellas fue con los Seris, y
para diciembre de 1904 estos le habían dado refugio a un grupo de Yaquis en la
isla del Tiburón, su territorio sagrado, además que los Seris habían matado a
un Pápago. Rafael Izábal, todavía gobernador del estado, al enterarse organiza
una expedición a la isla con dos buques: El
Demócrata y El Bernardo Reyes.
Una vez que se hicieron los
preparativos para la expedición, el día 21 de diciembre de 1904 Rafael Izábal
partió de Hermosillo rumbo a Guaymas acompañado del Dr. Alberto G. Noriega,
Diputado Juan P. M. Camou, Carlos Maytorena, Comandante de Gendarmes Luis
Morales y el sirviente Ignacio García. En el puerto se incorporan el Dr.
Lorenzo Boide, Francisco Seldner, Federico García y Alva y Carlos M. Cortés.
Otro día en la tarde abordaron
en El Demócrata que estaba al mando
del comandante Rafael Pereira, todas las personas mencionadas, además de: Manuel
Encinas, Alfredo G. Noriega y el Comandante Luis Medina Barrón, éste último
como jefe inmediato de las fuerzas integradas por 140 hombres de la Federación
y 20 nacionales, muchos de ellos eran Pápagos. Al llegar el Gobernador, el comandante
Pereira mando izar la bandera en el palo mayor y con la música de la banda se recibió
a Rafael Izábal. Cuando la luna comenzaba a salir y se reflejaba en las tranquilas
aguas de la Bahía de Guaymas El Demócrata puso rumbo a la isla del
Tiburón.
El día 23 de diciembre,
cerca de mediodía sueltan anclas y después de comer, Izabal ordenó al Cmte.
Barrón que desembarcara con sus hombres para hacer los primeros reconocimientos.
Por la noche llegaría El Bernardo Reyes con lo que se completaría
todo el equipo con el que se planeó la expedición. Al amanecer del día 24 se
inició el desembarco de todas las personas, pertrechos de guerra y alimentos,
maniobra que les llevó casi toda la mañana, porque además hubo que desembarcar
a las mulas. Como a las diez de la mañana regresó el Cmte. Barrón, que se había
internado a la Isla y dio parte de haber encontrado una vereda bien marcada,
huellas de indígenas y de animales y un aguaje. Después de preparar todo el
equipo y comer, a las dos de la tarde dejaron la playa y se internaron en la
isla. Al atardecer llegaron a un lugar cercano a un aguaje donde Izábal dio
instrucciones de acampar y con un terrible frío pasaron la Noche Buena en ese
sitio.
Al despuntar el alba del día
25 de diciembre, Rafael Izábal dio órdenes de alistarse, montados los Pápagos,
bien municionados y armados, ordenó que cruzaran la Isla por el centro hasta
llegar a la playa opuesta. Rafael Moreno, un hacendado que iba al frente de este
contingente, se le dieron instrucciones que cuando encontraran a los Seris y Yaquis unidos, no les hicieran fuego,
solo en caso extremo, que trataran de atraerlos y persuadirlos para ver si se
lograba que en son de paz se presentaran todos los integrantes de las dos
etnias. Los Pápagos que iban montados se internaron por la hasta entonces
inexplorada Isla, mientras que la infantería que acompañaba a Izábal, tomaban
un rumbo distinto.
Por la tarde, el grupo de
Izábal, llegó a un sitio donde el cañón por el que avanzaban se cerró de tal
modo que fue imposible seguir adelante y el gobernador dio instrucciones de hacer
alto, ya que las huellas que seguían, se separaban por diferentes rumbos sobre
la sierra que tenían enfrente. Después de planear Rafael Izábal, envió a dos
grupos de exploradores: uno al mando del Cmte. Medina Barrón y del Dr. Lorenzo
Boido, y el segundo a cargo del subteniente Cota. Regresaron los exploradores y
rindieron informe: el primero informó que a lo lejos se distinguían la
playa y espesos manglares, mientras que el
otro informó que las huellas seguían montaña arriba. Ante esto, el Gobernador
ordenó que a las órdenes del Cap. Flores se organizara una fuerza mixta y
siguieran las huellas hasta atravesar la Isla o encontrar a los indígenas; con
las mismas instrucciones de no abrir fuego, solo en caso extremo. El resto regresó
al campamento y después de comer se dividieron en pequeños grupo para explorar
la isla.
Unos encontraron un
cementerio Seri situado en una pequeña meseta; otros encontraron trazados con
los dedos en la tierra y muy grotescamente y de grandísimas dimensiones, un
hombre y un caballo; otro grupo encontró un sitio adecuado para trasladar el
campamento, pues además de estar menos a expuesto a los vientos, ofrecía sombra
en uno de los pocos árboles exuberantes que hay en la isla y que los Seris
llaman Texcalema. Por presentar
mejores condiciones, el campamento fue trasladado a este nuevo sitio y para
acondicionar el sitio y espantar a los bichos que pudiera haber, se quemó el
matorral alrededor del campamento.
Al fondo Rafael Izábal en el campamento en la isla del Tiburón, sentado sobre un costal de harina (Tomada de: García y Alva). |
Como era costumbre, Rafael
Izábal despertaba muy temprano y después de levantados todos y de un desayuno a
base de café y carne seca, ese 26 de diciembre el gobernador dio instrucciones
para que una partida de vaqueros fuese en busca de los Pápagos y no regresara
hasta traer noticias de ellos. A la mitad del cañón donde se encontró la
primera tinaja de agua dulce, encontraron a las dos fuerzas que regresaban trayendo
a unas mujeres Seris muy sucias y pintadas de la cara, que habían caído prisioneras
en un enfrentamiento entre Seris y Yaquis en una de las playas de la isla,
quienes después de sufrir varias bajas, huyeron dejando atrás a estas mujeres,
mientras otro grupo prefirió arrojarse al mar y morir, antes de caer
prisioneros. Sobre el campo del enfrentamiento yacían los cadáveres de once
Seris y cuatro Yaquis. Además de las cuatro mujeres que no pudieron huir con
rapidez por llevar niños y fueron fácilmente alcanzadas por los Pápagos, se
decomisaron dos armas de fuego, arcos, carcaj, cuchillos, ropa, entre ésta la
del Pápago que habían asesinado los Seris.
Cuando los grupos llegaron
al campamento, Rafael Izábal ordenó que a las mujeres y niños Seris se les
diera de comer y después de descansar las empezó a interrogar, interrogatorio
por demás difícil e interesante; difícil porque en general los Seris hablan
poco español y mucho menos en la isla, e interesante por el resultado.
El Gobernador para atraerse
la confianza de las prisioneras, les manifestó que iba en busca de los Yaquis y
que los Seris no sufrirían daño alguno si los entregaban. Después de mucho
recelo e incertidumbre, las Seris dieron los nombres de los principales
cabecillas de los Seris: Juan Tomás, Chico Bonito, El Pelado y Chico Francisco;
y finalmente terminaron por confesar que entre ellos había Yaquis armados.
Al centro Rafael Izábal interrogando a las mujeres Seris (Tomada de: García y Alva). |
Cuando Izábal les dijo que todos los Seris serían perdonados si les entregaban a los Yaquis, Manuela, la mujer de el Pelado, que era la que más había hablado durante el interrogatorio, probablemente por ser la mujer de uno de los jefes, dijo que entregarían a los Yaquis y dieron a entender que si oponían resistencia los traerían a la fuerza: juntó y alzó sus manos. El Gobernador y los demás creyeron que quería decir que traerían a los Yaquis amarrados de las manos. Además, la mujer del Pelado se comprometió a que todos los Seris vendrían en paz a presentarse al Gobernador o Capitán Grande, como ellos lo llaman. Como la fuerza al mando del Cap. Flores todavía se encontraba explorando la isla y con objeto de que le dejara libre el paso en caso de encontrarla, Izábal le extendió un salvoconducto. Manuela marchó con una rapidez asombrosa y pronto desapareció al caer la tarde de ese día 26. Según su compromiso, al día siguiente debía regresar Manuela con sus parientes, como los Seris se llaman entre sí, y con los Yaquis. Las demás prisioneras fueron llevadas al campamento de los soldados y la noche pasó sin novedad.
Al día siguiente, el 27 de
diciembre no hubo novedad, llegó la noche y la emisaria Manuela no se presentó como
se había acordado. Pasadas las primeras horas de la mañana del 28 tampoco llegó
y entonces Rafael Izábal con los Pápagos, se puso en marcha rumbo a la playa
donde habían desembarcado días antes, mientras el resto se quedaba en el
campamento en espera de la columna del Cap. Flores, quien llegó en la tarde con
otras prisioneras. También arribó la fuerza de Rafael Moreno, quien no había
descansado hasta encontrar a los indígenas con quien tuvo un enfrentamiento,
obteniendo un botín similar al anterior. Las nuevas prisioneras fueron llevadas
a donde se encontraban las primeras.
Cuando Izábal marchó rumbo a la playa, junto con sus
acompañantes se embarcaron en el Bernardo
Reyes que navegó con dirección a donde los Pápagos habían tenido el
encuentro con Seris y Yaquis. Cerca de ahí fondearon por estar encima la noche y
en la madrugada del 29 de diciembre el Gobernador ordenó que desembarcaran los
Pápagos, con instrucciones de dirigirse por tierra para el punto conocido como
el Tecomate, sitio para el que también enfiló el buque llegando a las diez de
la mañana. Ahí desembarcó la expedición y una hora después llegaron los
Pápagos. En ese lugar de la playa había una ranchería Seri y en ella huellas
frescas, por lo que ordenó Izábal que se aprovisionara a los Pápagos y que las
siguieran. Estaban por terminarse los preparativos para esta marcha cuando
aparecieron dos emisarias de los Seris enarbolando una bandera blanca y traían
el salvoconducto expedido por el Gobernador. Aquellas mujeres, con alegría desbordante,
gritaban dirigiéndose al Gobernador:
"Ahora sí, Capitán, cumplimos,
quedamos libres, ¿verdad?, mira, mira…”
y una de ellas subía cuan
alto podía un palo del que colgaban unos sombreros de petate. Izábal ordenó al
Cmte. Barrón que descubriera lo que aquellos sombreros ocultaban y era un manojo de manos humanas
aun chorreando sangre. Lo que había pasado era horrible y, se dice, que Manuela
cuando juntó y alzó las manos quiso decir que si los Yaquis se resistían a entregarse,
los matarían los Seris y les cortarían las manos para entregarlas como garantía
de que habían cumplido su compromiso. Las manos cortadas fueron ocho: cuatro de
hombres, tres de mujeres y una de niño.
Mujeres Seris con un racimo de manos de yaquis en un palo, al fondo Rafael Izábal (Tomada de: García y Alva). |
Una vez pasada la impresión producida por la escena, según la crónica, Izábal ordenó a la emisaria que había traído el macabro trofeo, que se regresara a decirle a Manuela que se presentara con todos los Seris según lo acordado. Estaba por oscurecer cuando los expedicionarios abordaron el Bernardo Reyes para fondear en otro sitio, ya que se había iniciado un fuerte viento. A las cuatro de la mañana del día 30 regresaron a mismo sitio del día anterior y desembarcaron para esperar a los Seris, clavando unas banderas blancas en la arena para darles confianza a los indígenas. Pasadas las primeras horas de la mañana y al ver que los Seris no llegaban, Izábal dio órdenes a los Pápagos para que fueran a buscarlos, mientras él se embarcó de nuevo poniendo rumbo a la isla de Patos con la intención de explorarla, donde solo encontraron una gran colonia de lobos marinos de los que cazaron una buena cantidad .
Por la tarde regresaron al
campamento de la playa, a donde ya habían regresado los Pápagos e informó
Rafael Moreno que a unas cuatro leguas habían encontrado al jefe Juan Tomás con
su tribu, quien después de una pequeña negociación, aceptó reunir al resto de
su gente que se había desparramado por toda la isla y que se presentaría donde
el Gobernador lo ordenara, anticipando que si ese tiempo pasaba de los seis
meses que podían hacer con ellos lo que quisieran, inclusive aniquilarlos.
La noche estaba por caer y
todos volvieron a embarcarse y al siguiente día, 31 de diciembre, el buque enfiló
hacia donde se encontraba el Demócrata,
a donde llegó después de haber ordenado desembarcado a un destacamento que fue
a comunicar las órdenes del Gobernador para que se levantaran los campamentos y
se dirigieron las tropas a la playa para embarcarse. Gran parte de la tarde se empleó
en embarcar todo y ya de noche enfilaron rumbo a Guaymas, a donde llegaron el
día primero del año a las once de la mañana.
A pesar del aniquilamiento
sistemático de los Yaquis, estos siguieron siendo un gran dolor de cabeza para
el gobierno de Rafael Izábal y de Luis E. Torres. Para 1906 la red rebelde
indígena se encontraba fortalecida y no sólo era un apoyo militar a la
resistencia de los Yaquis, fortaleció su sentido de pertenencia étnica. Su
identidad adquirió nuevos valores que reprodujeron una nueva cultura yaqui que
cimentó la insurgencia de una nueva forma de vida migrante. Se puede hablar de
la reproducción de una nueva resistencia cultural que se mantuvo a lo largo del
estado de Sonora y en las ciudades fronterizas de Arizona.
La red rebelde permitió
extender la lucha armada de resistencia, frenar las deportaciones, alcanzar una
superioridad militar al contar con rifles Winchester, y en general, la red
mantuvo el soporte material y humano necesario para continuar la resistencia
indígena. Al entretejer la red los Yaquis integraron a su movimiento de
resistencia nuevos elementos ideológicos y prácticas políticas de otros entes
sociales y políticos que formaron el movimiento antiporfiristas y
anticapitalista asentado en la frontera entre México y los Estados Unidos.
Entre estos se encontraba el movimiento magonista que daba su firme y franco
apoyo a la causa Yaqui.
Al iniciar la Revolución
Maderistas los Yaquis se integraron al ejército de José María Maytorena quien
fue uno de los primeros sonorenses en unirse a madero, para atacar a las
fuerzas federales destacadas en Sonora y dirigidas por el Gral. Luis E. Torres
en el estado de Sonora, para entonces Izabal había muerto.
IZÁBAL
Y CANANEA
Como diputado y como
gobernador, Izábal influiría mucho en el desarrollo de Cananea y en el cómo se
desarrolló a partir de 1899, cuando se le dan todas las facilidades a William
C. Greene para apoderarse de Cananea y ser “amo
y señor de haciendas”, aun por encima del Triunvirato de Sonora,
Torres-Corral-Izábal, con quienes, “previa
untada de mano”, en sus múltiples reelecciones, Greene conseguía todo tipo
de permisos, concesiones y apoyos para acaparar, poco a poco, todas las áreas
económicas de la ciudad, inclusive ponía y quitaba autoridades, planeaba como
se debería desarrollar urbanísticamente la ciudad, instituía zonas para
americanos y mexicanos, sobre todo para los más pobres.
Para finales del siglo XIX y
principios del XX la región de Cananea era rica en variedad y cantidad de
bosques, lo que llevaría a una confrontación entre las compañías
mineras-ganaderas, como la de Greene (Cananea Consolidated Copper Company
-1899- y Cananea Cattle Company -1901), quien desalojaba a quienes se
encontraban en terrenos que el necesitaba para el desarrollo de sus proyectos,
etapa que tiene su origen en los cambios de tecnología que estaba sufriendo la
minería y la irremediable necesidad de cantidades enormes de materias primas
como la madera, cuyos usos hicieron de ella un jugoso negocio, ya que se
utilizaba como combustible en las calderas generadoras de vapor de la casa de
bombas de agua ubicada en el Ojo de Arvallo que enviaba agua para la ciudad y
para el beneficio de los minerales; así mismo, para la construcción de la
ciudad como la estaba planeando Greene, con el respaldo incondicional de todas
las autoridades.
Greene incluso llegó a
despojar a la familia Arvallo de sus terrenos porque ambicionaba la madera y la
leña para la compañía, ya que la fundición que también inicialmente operaba con
leña que le compraban a los Arvallo. J. Jesús Merino dueño de la hacienda La
Sauceda, Filomeno Suárez de Las Nutrias, Gabino Arriaga de San Lázaro y Rafael
Elías de San Pedro; todos ellos también fueron amenazados y despojados por
Greene y sus esbirros en alianza con las autoridades locales y estatales, por
cierto, autoridades municipales impuestas por el cacique local, quien incluso
llegó al grado de pedirle a Gobernador Torres en agosto de 1900 que destituyera
al vicegobernador Celedonio Ortiz porque se había opuesto a que Greene se
quedara con la mina Cobre Grande, pleito que sostenía con otra empresa, mina
que finalmente se la queda Greene. Por cierto, el despido de Ortiz finalmente
se dio, al mismo tiempo que Torres solicitaba permiso para ausentarse del
ejecutivo estatal y entraría Rafael Izábal como gobernador interino, época ésta,
en que ocurrieron casi todos los despojos de tierras por Greene.
Antes los intentos por
recuperar sus propiedades por vías legales por los legítimos dueños, la
respuesta de las autoridades estatales fueron los encarcelamientos extrajudiciales,
el envenenamiento de los abogados defensores, entre otras arbitrariedades. Todo
esto sucedía con la complacencia de Rafael Izábal, en su momento, el pusilánime
del Triunvirato y a quien Greene le daba órdenes como se verá más adelante.
Dentro de las principales
facilidades, permisos o concesiones que se le otorgaron a William C. Greene por
parte de Izábal, Torres y Corral a partir de 1896 y hasta 1910, había
concesiones mineras en Cananea y muchos otros municipios del estado, autorización
de contratos para construir la fundición, la concentradora, el ferrocarril de
vía angosta, los ferrocarriles Naco-Cananea-Nogales, Guaymas-Guadalajara. Así
mismo, se le otorgarían facilidades y permisos para construir los ferrocarriles
Guaymas-Tonichi, Sonora-Chihuahua y hasta concesiones para explorar para
petróleo; aunque estos últimos tres proyectos no se concretaron.
Durante el mandato de Izábal
se le otorgó a Cananea la categoría política de municipio mediante decreto No.
7 de fecha 31 de octubre de 1901. Meses después, el 27 de octubre de 1902, Izábal
también apoyaría para que el Congreso Local autorizara al presidente municipal firmar
los créditos otorgados por Greene para la construcción del palacio municipal,
la cárcel y el rastro.
Izabal seguiría apoyando a
Greene y a una élite de funcionarios y empresarios mexicanos avecindados en
Cananea hasta 1910, quienes solo se enriquecían a costa del erario público y de
explotar a los obreros en las minas, ranchos y otros negocios, inclusive en las
casas de juego que operaban el presidente municipal Eduardo R. Arnold y su
hermano Reginaldo, donde muchos obreros dejaban sus salarios.
TRAICIÓN
A LA PATRIA
De la misma manera que los
magonistas daban apoyo a los Yaquis y otras etnias, también lo hacían con muchas
comunidades obreras del país, incluyendo a los explotados mineros, ya que de
allí se nutrían, sobre todo a los de grandes minerales del norte del país como
Cananea, Nacozari, La Dura, La Colorada, etc., lugares todos estos, donde los
magonistas habían estado trabajando por lo menos desde 1901; sin embargo, fue
en Cananea donde toma más notoriedad su trabajo social y de rebelión contra el
estatus impuesto por Porfirio Días y todos los inversionistas extranjeros y
nacionales que explotaban las minas, tierras y fábricas a lo largo y ancho del
país.
La situación socio-económica
se había vuelto insostenible a pocos años de la constitución de la Cananea
Consolidated Copper Company (4C) el 30 de Septiembre de 1899 por William C.
Greene, empresa que vino a cambiar las técnicas y metodologías mineras
empleadas desde la época colonial, sin embargo, la empresa además dominaba
todos los ámbitos económicos y sociales de la ciudad y para 1903 la sociedad y
los comerciantes estaban hartos de los abusos de la empresa y en mayo de 1903,
firmado por setenta ciudadanos, envían un documento a Porfirio Días quejándose
del actuar de los extranjeros y autoridades mexicanas, por supuesto que no hubo
respuesta, ya que Izábal, Corral y Torres estaban coludidos con la empresa y
ellos eran quienes ponían a las autoridades locales, por lo que los problemas
persistían y se agudizaban.
Ante este panorama tan
desolador para los obreros, campesinos y etnias mexicanos, el movimiento
magonista, cuyos líderes ya habían abandonado el país desde 1904 huyendo del
servicio secreto de Días, refugiándose primero en San Antonio, TX y luego en
San Luis, MO, para mediados de 1905 ya habían establecido en Douglas, AZ una base
de operaciones, para desde allí, influir en el norte de Sonora impactando
notoriamente en Cananea y otros minerales, donde los liberales empezaron a
establecerse a mediados de 1905; su plan no era provocar disturbios laborales
sino crear el ambiente propicio para derrocar a Porfirio Días. Esto por
supuesto alertó al gobierno de Rafael Izábal y se mantenía en constante
comunicación con la capital de la República.
Una vez instalado el centro
de operaciones en Douglas, son enviados a Cananea José López, Enrique Bermúdez
y Antonio de Pío Araujo como una forma de avanzada de la revolución magonista,
sin embargo, aún no tenían una idea muy clara de cómo desarrollarla y operarla
junto con los obreros. Formaron un semanario llamado El Centenario y establecieron contacto con Manuel M. Diéguez quien
había llegado a Cananea desde 1904, también lo harían con Esteban Baca Calderón
y Lázaro Gutiérrez de Lara quienes habían llegado en 1905 y para entonces los
tres trabajaban en la 4C.
De la reunión y con
asesoramiento de esta avanzada magonista, nacería en enero de 1906 la sociedad
secreta Unión Liberal Humanidad en el campo minero de Buenavista (El Pueblo o
Pueblo Nuevo) ubicado a poco más de dos kilómetros del centro de Cananea, que
reuniría a solo 15 miembros, pues era muy arriesgado promocionar la
incorporación de miembros, ya que la empresa y la ciudad estaba llena de
porfiristas y extranjeros que trabajaban para la empresa, quienes estaban
prestos a denunciar cualquier intento de rebelión de cualquier tipo.
Posteriormente, Lázaro
Gutiérrez de Lara forma en El Ronquillo y la Mesa Grande otra agrupación
clandestina llamada Club Liberal de Cananea, agrupación constituida también por
una mayoría magonista, desde donde se intenta crear conciencia respecto a la
situación laboral y nacional, cuya función no era la de contraponerse a la
Unión, sino ampliar el radio de acción magonista.
Ya para mayo de 1906, los
grupos magonistas estaban muy activos en Cananea y en la frontera sur de
Arizona y los gobiernos estatal y federal estaban muy inquietos porque, además,
del crecimiento del movimiento magonista, Rafael Izábal tuvo una conferencia
con Greene y llegaron al acuerdo de que la 4C debería rebajar cincuenta
centavos a los salarios de los mineros mexicanos porque, en primer lugar,
estaban muy inquietos y listos para provocar dificultades, y en segundo, porque
los trabajadores agrícolas abandonaban el campo para ir a las minas en busca de
mejores jornales y era necesario tomar esa medida para evitarlo, ya que a él
como hacendado y agricultor, no le convenía que los peones dejaran el campo.
Quizás por eso, desde mediados de mayo se dejaba sentir entre los trabajadores,
un ambiente de inquietud al comentarse los propósitos de la Junta Patriótica,
Unión de Obreros según otros, de emplazar a la compañía para que diera un
tratamiento igual a los mexicanos, tanto en las jornadas de trabajo como en el
pago de los salarios, tema recurrente en las reuniones de los magonista, reuniones
que se habían hecho más frecuentes durante los últimos 10 días de mayo.
Todo parece indicar que a
finales de mayo, los obreros ya habían hecho saber a W.C. Greene la petición de
aumento de salario y reducción de la jornada de trabajo, pero como respuesta la
4C, a través de dos mayordomos, comunicó a los rezagadores, carreros,
barreteros y ademadores de la mina Oversight que la extracción del mineral
quedaba sujeta a contrato, quedando así, en manos de los mayordomos la
reducción de operarios y el incremento de las cargas de trabajo al resto de los
obreros y empleados. Ante esta situación, los obreros a las 3:00 am del día 1
de junio estallan una huelga en la mina Oversight, rebasando a los magonistas a
quienes no les convenía realizar una huelga en esos momentos.
La huelga iniciaría de una
forma pacífica y se extendería a las demás minas, mediante recorridos de los
mineros y convenciendo a los obreros, primero de las minas y después de otros
departamentos como la concentradora y fundición.
El comisario de El
Ronquillo, Pablo Rubio durante las primeras horas de ese día 1 de junio, mandó
un telegrama al secretario del gobernador Rafael Izabal que decía:
“Todo el día y noche de ayer pasó en
gran alarma, nadie durmió en espera de acontecimientos que se redujeron a una
huelga de cuatrocientos barreteros mexicanos que quieren ocho horas trabajo y
cinco pesos diarios. Hablé con ellos, conseguí se disolvieran y abandonaran
puerta mina donde impedían que otros entraran, hoy a las diez una delegación de
catorce conferenciará con Mr. Dwight procurando entenderse. Todo está
tranquilo, seguiré informando.”
Por su parte, Greene también
telegrafiaba a Izabal diciéndole:
“McManus estará este medio día; lleva
asunto serio que se le comunicara. Suplícole su presencia en Cananea, mañana si
es posible.”
A las 9 de la mañana había
grupos de obreros caminando por las vías del tren rumbo a El Ronquillo,
mientras Esteban Baca Calderón ya había empezado a elaborar un pliego petitorio.
Después de presentar el pliego en la comisaría de El Ronquillo y no obtener
respuesta a sus demandas, la huelga siguió creciendo y a la 1 de la tarde, por
primera vez desde que se construyó la fundición, dejo de salir humo por la
chimenea principal, evento que la población veía con extrañeza porque el
penacho de humo de la chimenea principal se había convertido en un referente de
Cananea a nivel regional.
Para entonces, Rafael Izábal
ya había decidido trasladarse a Cananea y le envía al Vicepresidente Ramón
Corral el telegrama siguiente:
“Junio 1º Vicepresidente Ramón Corral.
México. Salgo esta tarde para Cananea en tren expreso. Llevo rurales que
desembarcaré en Imuris para que de allí continúen. Me dicen que el desorden
toma proporciones alarmantes. Son capitanes mueven a aquella gente 6 u 8
picaros entre ellos los periodistas del Azote que se publica en Douglas,
Arizona.
Con pretexto de huelga el movimiento es
revolucionario como verá usted por proclama que por correo le envío. No sé si
tenga que fusilar a algunos. Si algo se le ocurre telegrafíeme a Naco hasta
mañana de mañana y después a Cananea.”
Más tarde, en Cananea, después
de otra reunión con el representante de la empresa, al ver la poca seriedad que
le daban a sus peticiones, los mineros marcharon rumbo a la maderería y almacén
de alimentos para ganado, único departamento de la empresa que faltaba por
visitar y después de las 3 de la tarde empezaron a caminar con ese rumbo en
correcta formación y con todo orden, se dirigieron con el propósito de
suspender las labores de los trabajadores mexicanos que laboraban en la
maderería de la empresa, ubicada frente a la Estación del Ferrocarril.
Al llegar los mineros frente
a la maderería y arengar a los trabajadores mexicanos para que dejaran de
laborar y se unieran a la huelga, fueron recibidos por George Metcalf, el
gerente de ese departamento, con chorros de agua a presión de las mangueras
contra incendio y como respuesta los mineros comenzaron a arrojar piedras sobre
la ventana de donde había salido el chorro de agua.
Mineros
frente a la maderería la tarde del 1 de junio de 1906 (Foto: D.P.)
La
respuesta fue una detonación cuya bala hizo blanco en uno de tantos. Al ver
rodar por el suelo a uno de sus compañeros y no teniendo absolutamente ninguna
arma para repeler la agresión del señor Metcalf, los demás arrojaron una lluvia
de piedras sobre el edificio, tocándole una en la cara al señor Metcalf, quien
se tiró por una de las ventanas hacia la calle, al caer el señor Metcalf
empuñaba un rifle calibre 30.40 marca Winchester y cruzaban su pecho dos
cartucheras repletas de tiros. Sentado y con una pierna cruzada disparó otro de
sus tiros matando a otro de los huelguistas, y entonces un grupo de ellos se
precipitó sobre él arrojándole un sinnúmero de piedras. Pudo levantarse el
señor Metcalf e internándose por uno de los pasillos de la Maderería corrió a
ocultarse, pero fue perseguido y muerto. William Metcalf, hermano de George, se
precipitó por las escaleras y tomando una de las callejuelas que conducen a un
hermoso puente recientemente construido y que sirve para conducir la madera a
otros departamentos, disparó varios tiros sobre la multitud, la que ebria de
venganza lo persiguió como seiscientos metros de distancia, donde cuatro
jóvenes huelguistas lucharon con él, quien mató a tres, hirió al último en un
dedo y pereció a manos de éste con tiros de su propia arma.
Mineros frente a la maderería la tarde del 1 de junio de 1906 (Foto: D.P.) |
Este enfrentamiento a tiros iniciado por los Metcalf derivó en la muerte de otras personas quemadas durante el incendio de la maderería y en otros dos enfrentamientos en las calles de Cananea donde la mayor parte de los muertos y heridos fueron de parte de los huelguistas.
Para esto, el Gral. Luis E. Torres,
jefe de las fuerzas armadas, ya había enviado varios telegramas al gobernador
Rafael Izábal, donde le indicaba que podía disponer de las fuerzas de
Magdalena, Guaymas y Hermosillo para traerlas a Cananea porque decía que más
que una huelga, era una sedición, ya que había proclamas políticas de por
medio.
Después de los
enfrentamientos, William C. Greene, quien había estado muy activo y participado
en uno de los enfrentamientos, se repliega a su casa y a eso de la 7:30 p.m.,
vía Naco, Arizona, envía un telegrama urgente al Gob. Izabal, donde más que solicitarle,
le ordena que se presente en Cananea y además le mentía descaradamente respecto
al número de muertos; el telegrama decía:
“Trae tus tropas contigo no desembarques
en Imuris, ven en tren especial, condición seria alrededor de cuarenta hombres
muertos, te encontrarán en Naco con el tren para traerte aquí”.
Telegrama enviado por Greene a Izabal la tarde-noche del 1 de junio de 1906 (Imagen: AHES). |
Minutos después (7:41 p.m.), el Gral. Luis E. Torres reenviaba al Vicepresidente Ramón Corral la información siguiente:
“El Sr. Bracamonte inspector de
telégrafos, habiéndole yo preguntado me diese noticias de Cananea, me comentó
lo siguiente en este momento. 7.41 p.m.”
“General Luis E. Torres. Urgente. La
multitud de los huelguistas pidió la destitución de los empleados. La respuesta
recibida fue una descarga de los americanos, por lo cual, dos personas fueron
heridas. Los hermanos Metcalf, superintendentes, fueron muertos a pedradas,
pues ninguno de los mexicanos tenía armas. Los revoltosos pasaron por las
calles, y en el centro de la ciudad, cierto número de americanos montados en
automóviles y sobre caballos, hicieron fuego a una y otra parte, sobre las
casas de las familias mexicanas. De este modo, 15 mexicanos fueron muertos, y
otros varios fueron heridos, incluyendo un niño que salía de la escuela. Témese
que ocurran mayores disturbios esta noche, pues los mexicanos indignados por
los asesinatos cometidos, compraron armas, según se dice, todas las pistolas
que había en las armerías y procuran armarse rápidamente.”
“Llegaré a Cananea tan pronto como me
sea posible.”
Mientras tanto, los
telegramas iban y venían de Cananea a Magdalena, de Agua Prieta a Magdalena,
donde llegaría Izábal a eso de las 10:00 p.m. Uno de esos telegramas, era bastante
alarmante no solo por lo que decía, sino porque provenía de Antonio Maza,
Vice-Cónsul mexicano en Douglas, que decía:
“Con motivo disturbio en Cananea,
estanse armando gente en Douglas y en Bisbee. Acaba de salir un tren especial
con rangers rumbo a Naco. Y en oficinas telegráficas de Douglas se han recibido
mensajes de que fuerzas federales de El Paso y del fuerte Huachuca van a
situarse frente a Naco.”
El Juez de Primera Instancia
de Cananea, F. López Linares, describiendo los sangrientos hechos, también
envía un telegrama a Izábal recibido en Magdalena, donde le dice:
“Acabando de recibir mensaje Barroso
Jefe Político indica subalterno diole parte de que en maderería americano hirió
mexicano. Policía seis (Los policías tenían un número de identificación) informa que Greene llego Mesa con Dwight,
bajáronse mandando hacer fuego contra pueblo que hacía manifestaciones calle
comenzando ellos mismos a tirar resultando cinco muertos dos heridos
incendiaron maderería, cosas toman mal aspecto esperamos órdenes.”
“Acaban comunicar hay cinco cadáveres
más. Comunícole por Presidente que cura heridos”
Ante esta ola de información
que estaba recibiendo Rafael Izábal, una real, otra exagerada y alarmista para
apresurar su estancia en Cananea, el gobernador salió de Hermosillo con
dirección a la frontera con 20 rurales al mando del Cmte. Luis Medina Barrón a
quienes desembarcó en Imuris para que continuaran a caballo hacia Cananea, pero
antes de salir de Hermosillo, había telegrafiado a Magdalena al Col. Emilio
Kosterliztky para que se trasladara a Cananea con 30 fiscales.
El último telegrama que
enviaría Izábal ese día iba dirigido al Presidente municipal de Cananea Filiberto
Barroso y decía:
“Como caso de que me da cuenta en su
mensaje de hoy no es sino un motín provocado por la proclama que se repartió en
esta, aprehenda Ud. a todos los que la encabezan y póngalos a disposición del
Juez de Primera Instancia de ese lugar, quedando Ud. autorizado para armar a la
gente que juzgue necesaria a fin de cumplir con esta disposición. Comuníqueme
por esta vía cuanto ocurra.”
A las 11: 00 p.m. de ese día
1 de junio, el primer tren de refugiados de Cananea, que llevaba en su mayoría
mujeres y niños, llegó a Bisbee, pues los americanos habían empezado a ser
evacuados de Cananea. Una vez más, los informes altamente exagerados se
extendieron rápidamente entre la multitud sobreexcitada. Justo antes de la
medianoche, el tren con 270 “voluntarios”, incluyendo el Cap. Rynning y sus
Rangers, partió de Bisbee hacia Naco, llegando allí alrededor de la 1:00 a.m. del día 2. Junto con los
“voluntarios” en el tren también habían cargado todas las armas disponibles en
la Copper Queen Store, armas que habían sido solicitadas por Greene
Rynning mientras esperaba al
gobernador de Sonora en Naco, recibió otra llamada telefónica de Greene, quien
instó a los voluntarios a apresurarse, ya que los disparos seguían en Cananea.
El Capitán le aseguró a Greene que iría tan pronto como se pudiera conseguir un
tren, pero explicó que, en cualquier caso, tenía que esperar la llegada del
Gobernador Izábal
Izábal llega a Nogales a las
2:00 a.m del día 2 de junio, mientras tanto en la frontera de Naco ya se habían
reunido más de 300 personas entre Rangers de Arizona al mando del Cap. Tom Rynning
y voluntarios y/o mercenarios convocados por los amigos de Greene en el sureste
de Arizona. El hecho es, que había una multitud queriendo cruzar armas y
trasladarse a Cananea, debido a las noticias alarmistas y exageradas que había
enviado Greene y el Cónsul de USA en Cananea. Un grupo de quince voluntarios,
incluido el director local de la Y. M. C. A., Edward Buchner, incapaces de
controlar su afán de llegar a Cananea, se habían trasladado a caballo a Naco,
donde se vieron envueltos con los guardias fronterizos mexicanos. Este grupo
quiso pasar a la fuerza la frontera pero fueron repelidos por guardias fiscales
de la aduana mexicana, cerca de la media noche.
Para entonces, Rafael Izábal
ya había solicitado apoyo a Washington y al Gobernador de Arizona para que
enviaran tropas a Cananea. Después de cruzar la frontera en Nogales donde se le
unieron el Cónsul de USA en esa ciudad y otras personas, Izábal siguió por el
lado estadounidense con dirección a Naco, Az, en cuyo transcurso recibió más de
una docena de mensajes de Greene dándole órdenes. Finalmente el Gobernador llega
después de las 6 de la mañana a
Naco, Az, donde inmediatamente fue abordado por los Rangers y la multitud
congregada en torno a la estación del ferrocarril, exigiéndole que les
permitiera pasar armas a Cananea.
Para esto, Washington y el
Gobernador de Arizona ya habían emitido telegramas en el sentido de que los
Rangers o cualquier otro miembro de las fuerzas armadas no deberían cruzar
hacía México porque se provocaría un problema internacional; Por otra parte,
las autoridades de USA estaban asombradas de que el Gobernador Rafael Izábal
les solicitara ayuda para resolver el caso de Cananea, lo que establecía un
nuevo precedente diplomático; sin embargo, los funcionarios de Washington
serían más prudentes que Izábal al no autorizar el cruce de tropas hacia México.
Una vez que el tren donde
viajaba Rafael Izábal se detuvo y éste descendió, se celebró una conferencia
apresurada entre el Cap. Rynning, el gobernador de Sonora, Francisco Aguilar
prefecto político del Distrito de Hermosillo y el comandante Luis Medina Barrón.
El Cmde. Medina Barrón le señaló al Cap. Rynning que el cuerpo armado de Rangers
no podía cruzar la frontera. El comandante mexicano también le dijo que había
ordenado a un cuerpo de infantería mexicana que marchara desde Arizpe a
Cananea. Rynning le replica argumentando que Arizpe se encontraba a sesenta
millas al sur de Cananea, y que incluso con marchas forzadas las tropas no
podían esperar llegar a Cananea en menos de tres días, tiempo durante el cual
todos los estadounidenses en Cananea podrían ser asesinados. Rynning propuso
una solución a este problema:
“…….que los hombres crucen la frontera
individualmente sin ninguna organización, tal acción no constituiría una invasión
por un cuerpo organizado de hombres armados".
Las autoridades mexicanas se
apresuraron a analizar la propuesta, pero el gobernador Izábal estaba seguro de
que necesitaría ayuda cuando llegara a Cananea. Su propia guardia personal se
había quedado en Imuris y su marcha a Cananea sería tardada y no llegaría a
tiempo para ayudar, además su número en realidad era poco. Bajo este entendido,
tanto Izábal como Medina Barrón, se alegraron de encontrar una forma en la que
pudieran utilizar “legalmente” los servicios de los “voluntarios” y Rangers
estadounidenses. Inmediatamente asintieron al plan de Rynning y los “voluntarios”
fueron llevados a la frontera y formaron una línea. Rynning luego se dirigió a
los hombres, explicando la dificultad de cruzar la línea internacional como un
cuerpo, pero avisándoles que podían cruzar como individuos.
Antes de partir, Rynning envía
un telegrama apresurado al Gobernador de Arizona, solicitando un permiso de
ausencia temporal inmediato. Este telegrama se perdió en tránsito. Poco tiempo
después, Rynning, inconsciente de la pérdida de su mensaje anterior, después de
la entrevista con Izábal envía al Gobernador de Arizona el telegrama siguiente:
“Por
súplica del Gobernador Izábal de Sonora, 275 voluntarios partirán a proteger
los interés americanos en Cananea.”
El Gobernador de Arizona
comunica al Cap. Rynning que en caso de cruzar hacia México deberían pasar como
civiles, sin uniformes y bajo su propio riesgo.
El Capitán Rynning aceptó
las condiciones en nombre de los voluntarios, y todo el grupo marchó a la
frontera para entrar a Sonora. Rynning permaneció al mando de los
estadounidenses. Además de su posición como capitán y comandante de los Rangers
de Arizona, ocupó una comisión como capitán de la “milicia” en Sonora, nombrado
por el Cmte. Medina Barrón. Este puesto, en vista de su solicitud de permiso de
ausencia al Gobernador de Arizona, era técnicamente el puesto con el que
Rynning ingresó a Cananea. Sin embargo, cinco Rangers de Arizona acompañaron a
Rynning a Cananea: Arthur Hopkins, Johnny Foster, Samuel Hayhurst, Johnny
Brooks y William Olds. Independientemente de si el Gobernador de Arizona, le había
otorgado el "permiso de ausencia
temporal " al Cap. Rynning, para acompañar a los voluntarios, ya que
la respuesta del Gobernador de Arizona no se había recibido.
En la línea fronteriza,
Izábal le dijo a Rynning que enviara a los hombres sin formación. Ya dentro de
Sonora Rynning hizo la formalidad de ofrecer sus servicios a las autoridades
"como soldados para ayudar a sofocar esta insurrección". El
gobernador formalmente aceptó los servicios de los hombres y se formaron filas
nuevamente. El Cmte. Medina Barrón juramentó a los estadounidenses en el
ejército mexicano y el gobernador Izábal se dirigió a ellos diciendo:
"Estoy profundamente agradecido por
sus servicios voluntarios en esta ocasión. Voy a Cananea para restaurar la ley
y el orden, y me complace contar con su oferta de asistencia. Antes de partir
hacia Cananea, sin embargo, deseo que cada hombre entienda claramente que
mientras esté en Sonora en esta expedición, está absolutamente bajo mis órdenes
y además es dócil a las leyes de México."
Todo este proceso en el que
se consumó la Traición a la Patria, duró alrededor de hora y media, y una vez
consumada, Rafael Izábal y su contingente abordaron el tren en seis vagones de
pasajeros, llegando a Cananea a media mañana, se escuchó el silbato de la
locomotora ingresando a la estación del ferrocarril cerca de laS 10:30 a.m.,
donde los esperaba un gran contingente de huelguistas, además de Greene, las
autoridades municipales y comerciantes, unos por curiosidad y otros por rendir
pleitesía al Gobernador y a la fuerza mexicana que se creía lo escoltaba.
Llegada del tren de Rafael Izabal a la estación de Cananea la mañana del 2 de junio de 1906 (Foto: AHS, tomada de CMC). |
Los huelguistas se enteraron que llegaba el Gobernador Izábal a eso de las nueve de la mañana y acudieron a la estación porque pensaron que los acompañaban soldados nacionales para castigar a los americanos, bendita ingenuidad de los mineros de Cananea, grande fue su decepción al enterarse quienes acompañaban al Gobernador y empezaron a surgir de la muchedumbre gritos de desaprobación y contra Izábal. Uno de estos gritos era de Lázaro Gutiérrez de Lara a quien, dice Baca Calderón, no le dolía la boca para decir verdades; con voz tronante, duras frases y rojo de indignación enfrentaba a los que consumaban aquella traición de lesa patria. No terminaba de hablar cuando él y Rafael J. Castro fueron aprehendidos y llevados a la cárcel.
Ya habían empezado a
descender del tren los “voluntarios”, cuando Greene, quien era el que realmente
mandaba allí, ordenó que el desembarco sería en El Ronquillo, frente a las
oficinas principales de la 4C.
Tres automóviles estaban
esperando en la estación al gobernador, Greene estaba de pie en el primero y
cuando el gobernador descendió, lo tomó del brazo y lo condujo a su vehículo.
Una gran multitud se reunió alrededor agitando el sombrero en la mano y Greene
propuso un:
"¡Viva el Gobernador de
Sonora!"
pero todo fue silencio.
Después de una visita
apresurada al palacio municipal donde se entrevistó con Filiberto V. Barroso, y
la cárcel donde todavía estaban los cadáveres de los huelguistas que Izábal no
quiso ver, el grupo llegó a El Ronquillo, poco después de mediodía se hospeda
en el “Club Hotel”, el hotel de los americanos.
Frente a las oficinas generales
se había estacionado el tren con los “voluntarios” americanos y una vez en El
Ronquillo éstos se dividieron en grupos y fueron a resguardar la tienda de
raya, el banco, la oficina general, la fundición, la concentradora y la
maderería de El Ronquillo; bajo la dirección de los siguientes personas: H. J.
Amphlett, Sam Powers, Al Mathews, Billy Swan y William Olds.
Personas esperando a Rafael Izabal frente a la tienda de raya resguardada por empleados y “voluntarios” americanos el 2 de junio de 1906 (Foto: AHS, tomada de CMC). |
Pronto se corrió la voz de que el gobernador había llegado, y cuando Izábal y Greene, acompañados por Frank Moson, el hijastro de Greene, llegaron frente a la tienda de raya en su automóvil, la calle estaban abarrotada con más de dos mil personas. Se apiñaron alrededor del automóvil ocupado por el gobernador y el presidente Greene, mientras Moson estaba de pie a un lado del automóvil con el rifle listo para usarlo.
El Gobernador se levantó
para hablar e instantáneamente se hizo el silencio. Los huelguistas se acercaron
al automóvil presurosos por escuchar. El vehículo se estacionó al centro de la
calle rodeado por los edificios importantes de la compañía, los “voluntarios” americanos
y empleados de la 4C estaban apostados con rifles al frente de estos edificios.
El gobernador Izábal comenzó diciendo a los huelguistas que todos los
ciudadanos de la república deben respetar la ley y el orden y dijo:
"Han hecho cosas que no pueden ser
toleradas por el gobierno mexicano, la matanza y el saqueo no pueden encontrar
un lugar en este campo mientras yo sea Gobernador. Estoy aquí en su interés, y
le garantizo que todos sus derechos serán respetados, pero primero debe haber
ley y orden".
Después, de este momento,
como acostumbraba cuando hablaba a quien considera inferior a su persona y
quería sobajar, empieza a utilizar un lenguaje soez que un testigo anónimo
describe de la manera siguiente:
“Se lamentó todo el público de no tener
por ahí un taquígrafo, para haber podido recoger integras las alocuciones de
ambos señores, siendo la más notable, por su falta absoluta de moral y buen
decir, la del señor Gobernador, pues causa rubor traer a la memoria muchas de
sus palabras y de sus ideas, pues salieron entre sus comparaciones, lupanares
de mexicanos que cuestan tres pesos el visitarlos, y otro, de los americanos,
que cuesta cinco pesos, y que lo mismo pasaba en las minas; los americanos
cobraban cinco pesos en su trabajo y los mexicanos tres. Muy edificante a la
vez convincente, fue semejante lenguaje, en momentos tan críticos. Debe haber
quedado el señor Izábal muy satisfecho de sus elucubraciones tribunicias.”
“Tanto en esta ocasión, como más tarde,
cuando volvió a hacer uso de la palabra, el lenguaje bajo y soez del C.
Gobernador, fue como leños secos echados en la hoguera de la indignación
popular.”
Rafael Izabal (con sombrero de bombín) frente a la tienda de raya habla a los huelguistas el 2 de junio de 1906 (Foto: AHS, tomada de CMC). |
Rafael Izábal, al igual que Greene quien habló después del Gobernador, fueron frecuentemente interrumpidos por hombres jóvenes, refutando sus argumentos; pero conforme terminaban de hablar, por órdenes de Izábal, eran aprehendidos y llevados a la cárcel. Más de 20 hombres ingresaron esa mañana a prisión. Más tarde, ambos volverían a hablar a los huelguistas desde la comisaría de El Ronquillo, después Izabal se retiraría al “Hotel Club”.
Alrededor de mediodía,
después que Izabal y Greene hablaron a los huelguistas , probablemente porque
para entonces Izábal había recibido el telegrama del Vicepresidente Ramón
Corral, donde le ordenaba que no permitiera el ingreso de americanos armados a
territorio mexicano se ordena el regreso de los “voluntarios” Americanos, pero
Greene ordenó que permanezcan, dando instrucciones de que se escondiera la
locomotora, así como el fogonero y el maquinista.
Dado que los argumentos
esgrimidos por Izábal y Greene, más que convencer a los huelguistas, encendieron
sus ánimos, estos decidieron reunirse en un sitio y marchar silenciosamente
para tratar de llegar al “Hotel Club” y entrevistarse personalmente con el
Gobernador Izábal, pero al llegar a la Avenida Principal, como se conocía antes
a la Av. Juárez, y calle Tercera Oeste, frente al puente de madera del
ferrocarril que comunicaba a El Ronquillo con el barrio de Cananea Vieja, se
encontraron con un automóvil atravesado en la calle y con un grupo de
“voluntarios” americanos apostados entre los maderos del puente, quienes
desafiantes empezaron a insultar para provocar a los huelguistas. Ante la
primera respuesta a los insultos, los “voluntarios” americanos empezaron a
disparar contra los indefensos y escasamente armados huelguistas e inició un
enfrentamiento que se extendió desde la Calle Primera hasta la Calle Tercera
Oeste, a lo largo de la vía del tren y de la Cuesta de La Gruta (Av. Sonora).
“Voluntarios” americanos apostados en el puente de madera del FFCC en Av. Principal y Calle Tercera Oeste el 2 de junio de 1906 (Foto: AHS, tomada de CMC). |
Todavía estaba en proceso este enfrentamiento cuando a eso de las cinco de la tarde el Col. Emilio Kosterlitzky y los Rurales llegan a Cananea, entrando por el camino de lo que ahora es la Calle del Puente en Cananea Vieja y amenazando por la retaguardia a los huelguistas a los que hicieron retirarse. El resto de la tarde hubo enfrentamientos esporádicos, pero los “voluntarios” americanos se posesionaron en las partes altas desde donde se dedicaron a cazar transeúntes y todavía cerca de las diez de la noche se escuchaban disparos.
Mientras tanto, sin querer
enterarse de lo que ocurría en las calles, el Gobernador Izábal se encontraba
en su habitación en el “Club Hotel” hasta donde llegaba la estridencia de los
disparos, por cierto eran balas expansivas que destrozaban la parte del cuerpo
donde pegaban.
Durante este enfrentamiento,
según diferentes fuentes, murieron entre 15 y 30 huelguistas y 9 americanos
desde las tres de la tarde en que inicia el enfrentamiento, hasta la puesta del
sol.
Después de dispersar a los
huelguistas, el Col. Kosterlitzky tiene una breve discusión con el Cap.
Rynning, quien era un viejo conocido y a quien le dijo:
“Lárgate rápido de México Tom, o te saco
a balazos!”
Rynning con toda prepotencia
al saberse respaldado por Greene y por Izábal, le contestó:
“Ruso hijo de puta, lleva tus tropas
allá arriba de aquellas rocas en donde puedas presentar batalla y yo te
mostraré una que te hará pensar que nunca has participado en ninguna antes.”
El ambiente se tensó y se
esperaba que hubiera una pelea entre el grupo de los “voluntarios” y los
Rurales, sin embargo, Kosterlitzky optó por retirarse y se fue en busca de
Izábal a quien recriminó que permitiera la entrada de Rynning y los
“voluntarios”, y más que solicitarle, le ordenó que diera instrucciones para
que abandonaran la ciudad.
Rynning después de la
discusión con Kosterlitzky, dio instrucciones a los cinco rangers que había
llevado para que mantuvieran vigilado al Col. Kosterlitzky y a sus Rurales,
después se reunió con Greene quien lo había mandado llamar para decirle que
había llegado el momento de quitarle un pedazo a México y que tenía todo el
apoyo que necesitaba desde Wall Street hasta Arizona, que tenía a su
disposición todos los millones necesarios para apoderarse de la mitad de
Sonora. Rynning después también declararía en sus memorias que había personas
muy importantes en Sonora que estaban a favor de que eso ocurriera.
El Gobernador Izábal y
Greene se reunirían poco después y Kosterlitzky insiste de nuevo en que Rynning
y los “voluntarios” deben abandonar la ciudad. Hay varias versiones de quien
fue el que ordenó el retiro de los “voluntarios”, pero al final, probablemente
porque convencieron a Greene que la instrucción de no permitir la entrada de
americanos armados venía de la Capital Mexicana o, según otra versión, la orden
viene de Estados Unidos, se da la orden de que los “voluntarios” aborden el tren
y cerca de la diez de la noche, con las luces apagadas el tren fue custodiado
por los Rurales hasta las afueras de la ciudad.
Otro día por la mañana, 3 de
junio, llegaría el Gral. Luis E. Torres jefe de la zona militar, con fuerzas
del 4º Batallón de Línea, quienes fueron acuarteladas en la escuela oficial de
La Mesa Sur. Inmediatamente se hizo cargo de la ciudad, después de regañar al
Gobernador Izábal en presencia del mayor Luis Medina Barrón, por haber violado
la Constitución al no solo haber permitido la entrada de americanos armados a
territorio nacional, sino haberlos solicitado y usarlos como escolta para
trasladarse a Cananea, lo que constituía un crimen de lesa patria.
Hay versiones que tanto el
Col. Kosterlitzky como el Gral. Torres, fusilaron gente, fuera de toda orden el
día 3 de junio, incluso que los hicieron cavar sus propias tumbas y ejecutarlos
para que cayeran en ellas; además, también hay versiones de que hubo ahorcados.
Después de sepultar a los muertos durante la noche del día 2 y durante el día
3, una tensa calma se sentía en la ciudad y el miedo permeaba entre los
huelguistas y demás ciudadanos, ya que se seguían haciendo arrestos entre los obreros.
El Gobernador Izábal
queriendo ocultar sus errores y preparando su coartada, desde el día 2 de junio
en la noche había empezado a tener comunicación con Ramón Corral desde Cananea
con respecto a cómo habían sucedido los
eventos de los huelguistas y el 4 de junio le envía un telegrama donde le dice:
“Ya tiene usted noticias de que vinieron
algunos americanos armados en el mismo tren que yo vine de Naco a aquí. Para
aceptar venir con ellos o permitirles que vinieran conmigo, puse como condición
que habían de obedecer estrictamente mis órdenes.”
“Llegados aquí y visto que las noticias
eran exageradas les ordené que se devolvieran, y se devolvieron todos, sin
quedar uno solo y sin ejercer ni un solo acto ni bueno ni malo”
Además de traidor, Izábal
pretendía jugar a que engañaba a Ramón Corral, mintiendo sobre lo ocurrido,
pero Corral ya estaba enterado de todo y sabía que tenía que proteger al
Gobernador. Después de un ir y venir de telegramas, finalmente Corral opta por
enviarle a Izábal un telegrama cifrado diciéndole como debía enviar su informe
para no caer en responsabilidades, aunque finalmente termina por enviarle un
documento que debía firmar y devolver como su informe.
El día 5 de junio, el Gral.
Luis E. Torres después de amenazar a los huelguistas con incorporarlos a las
fuerzas armadas que combatían a los Yaquis sino se presentaban a trabajar en
dos días, con el pretexto de escuchar las peticiones que habían hecho al inicio
de la huelga, cito en su despacho provisional a Esteban B. Calderón, Manuel M.
Diéguez y Francisco M. Ibarra, donde fueron aprehendidos y encarcelados bajo los
cargos de sedición, asonada o motín, incendio, homicidio y robo con violencia,
de acuerdo a los registros de la cárcel. Todo parece indicar que cuando los
aprehendieron, los mantuvieron presos en otro sitio, probablemente en la
escuela de La Mesa Sur donde estaban acuartelados los soldados que llegaron con
el Gral. Torres, o en la “carcelita” de El Ronquillo, ya que en el libro de la
cárcel aparecen registrados hasta el día 10 de junio, aunque posteriormente
aparecen presos registrados el 5 de junio, por lo que se observa una anomalía
en el libro de ingresos a prisión.
Ese mismo día 5 de junio,
Izábal telegrafiaba a su consejero y protector:
“Diligencias practicadas, resultan
graves responsabilidades contra algunos de los aprehendidos quienes tendrán
necesariamente que resultar sentenciados a la pena capital como asesinos e
incendiarios; pero los autores morales de tales crímenes, quienes pusieron en
movimiento al pueblo con fines políticos perfectamente esclarecidos, sólo
podrían legalmente ser condenados por sediciosos y en tal caso la pena
resultaría irrisoria. El general Torres y yo opinamos que convendría ejecutar a
esos individuos cuyos nombres son: Manuel M. Diéguez, natural de Jalisco,
socialista decidido; Esteban B. Calderón, natural de Tepic, bastante ilustrado
e inteligente, que buscó trabajo de minero sin más fin que relacionarse con el
pueblo y sublevado; Francisco M. Ibarra, comerciante en pequeño natural del
Fuerte, Sinaloa. Estos son los que hasta ahora tenemos perfectamente aclarados,
con documentos y otras pruebas, que están en correspondencia y combinación con
los Flores Magón, a quienes mandaban dinero que reunían a ese fin, y que tenían
organizado un club en que celebraban sesiones secretas. Seguro que aparecerán
otros; pero a éstos repito, que general Torres y yo creemos conveniente fusilarlos;
pero a la luz del día, para que el ejemplar castigo surta sus efectos."
Pero el vicepresidente
Corral más inteligente que Izábal y Torres, se opuso terminantemente a la
ejecución de los supuestos directores de la huelga de Cananea pretendida por el
gobernador y el jefe de las fuerzas armadas en Sonora. Más pensante, Corral
decía que si los ejecutaban los convertirían en héroes y esto levantaría más a
sus seguidores, y propuso que se les enjuiciara y se les aplicara “todo el
rigor de la ley” y se les enviara a las tinajas del castillo de San Juan de
Ulua a purgar su pena, cárcel a donde eran llevados los enemigos políticos de
Porfirio Díaz a sabiendas de que pocos salían vivos de esa prisión. De esta
manera, se montó un “juicio” contra estos líderes que duró dos años y terminó
en una condena de quince años de prisión para cumplirse en esa prisión del
puerto de Veracruz, a donde fueron enviados en 1909 después de pasar tres años
entre la cárcel de Cananea y la penitenciaría de Hermosillo.
Después de concluidos los
disturbios y aprehensiones de los huelguistas, el gobernador Izábal abandona
Cananea y regresa a la capital del estado. Desde allí envía el informe sobre
los acontecimientos en Cananea, mintiendo flagrantemente a sabiendas de la
protección de Ramón Corral y del mismo Porfirio Díaz.
En su informe a la
Secretaría de Gobernación el gobernador Izábal, entre otros, consignó los datos
siguientes:
"Puedo informar a Ud. que no ha
habido el menor motivo para que los obreros hayan promovido este escándalo.
Existe, sin embargo, el hecho que ha sido el principal pretexto alegado para la
huelga a saber: que los operarios americanos ganan mejor jornal que los
mexicanos. La Compañía explica este hecho diciendo que el trabajo del minero
americano es más constante, más empeñoso y más productivo para la empresa y que
de ninguna manera debe entenderse que paga mejor salario a! trabajador
americano por espíritu de nacionalidad, pues no son de este género los fines
que persigue la empresa.”
Con relación a la entrada de
los rangers americanos a territorio nacional acompañándolo, negó el hecho con
todo cinismo, así como haberles concedido permiso para que penetraran hasta
Cananea, cuando fue un hecho evidente y público. Sobre este particular el
informe antes citado explicaba las cosas en la forma siguiente:
"No sólo por el aspecto del grupo,
del cual pude juzgar por mi propia vista; sino por los informes que obtuve,
resultó plenamente comprobado que no se trataba de una fuerza militar, sino de
particulares que no pertenecían al ejército ni a las milicias americanas, en
cuyos trajes y armamento no había uniformidad; que no mostraban insignias ni
otro signo que pudiera darles carácter militar y que carecían de jefes y de
toda especie de organización, no siendo en realidad sino un conjunto de
particulares que se habían reunido por curiosidad por la natural alarma que los
sucesos habían difundido en toda la comarca y porque por las razones de
interés, amistad o familiar querían trasladarse a Cananea para tomar
conocimiento personal de los acontecimientos. Las noticias que hasta esos
momentos tenía yo de lo ocurrido eran en extremo alarmantes y las que en Naco
recibí por teléfono lo fueron aún más, pues se me dijo que la situación era
horrorosa, que se sabía de 45 muertos, que los huelguistas intentaban volar los
edificios de la negociación con dinamita, que toda la policía de Cananea y muchos
americanos habían sido muertos por los huelguistas y que la mitad de la
población estaba ardiendo. Al salir para Cananea el tren en que yo había
llegado a Naco, una parte de los americanos allí reunidos y que, como digo,
eran personas particulares a quienes no se les podía atribuir carácter de
fuerza militar, tomaron el mismo tren, con su derecho de entrar al país como
simples particulares. Llegados a Cananea vi que no era conveniente que dichos
americanos entraran a la población, pues su presencia podría crear trastornos y
les hablé para que se regresaran a territorio americano, lo cual hicieron de
buena voluntad en el mismo tren, sin tomar el menor participio en los
acontecimientos”.
Antes de regresar a
Hermosillo el mismo funcionario recibió la siguiente nota de parte de Mr.
Dwigth, gerente de la empresa, que prueba la parcialidad de Izábal a favor de
los potentados extranjeros:
"Me tomo la libertad de suplicarle
se sirva aceptar la manifestación de mi agradecimiento por su grata visita de
ayer tarde y por las frases de encomio con que se sirvió honrarme, a propósito
de mi actitud en los recientes acontecimientos lamentables que se desarrollaron
en este Mineral y me ha causado verdadero placer la aprobación de Ud. en este
sentido”.
Sin embargo, algunos
legisladores no estaban convencidos de lo que decía el informe de Izábal o bien
se trató de una farsa planeada por Corral, pero posteriormente, el gobernador
es llamado a la Capital Mexicana a comparecer ante el Gran Jurado Nacional bajo
el cargo de traición a la patria, hacia donde parte el 18 de junio de 1906. Con
todo cinismo vuelve a negar haber dado permiso para la entrada de los invasores
al territorio nacional, cuando fue un hecho público, concluida la farsa en
septiembre de ese 1906, terminó por ser absuelto y regresa a suelo sonorense el
10 de septiembre después de casi tres meses. En ese tiempo, Izábal es acusado
por sus enemigos políticos de haber recibido 20 mil pesos de Greene por los
favores recibidos durante los días de la huelga, además de recibir
periódicamente otros sobornos que Greene le enviaba desde por lo menos 1901.
Poco más de un mes después
de haber regresado, el 15 de octubre solicita licencia de nuevo y se toma mes y
medio de vacaciones, probablemente porque el ambiente en Sonora no se había
enfriado lo suficiente después de los eventos de Cananea e Izábal seguía muy
presionado. Regresaría el 3 de diciembre a retomar el Ejecutivo Estatal y
gobernaría hasta el 1 de septiembre de 1907.
EL
FINAL DE IZÁBAL
Después entregar la gubernatura
al Gral. Luis E. Torres, Izábal se mantiene fuera de los cargos públicos y se
dedica por entero a sus empresas y haciendas durante un año, ya que al año
siguiente es electo senador por el estado de Guerrero para el periodo 1908-1910,
puesto que ocupa probablemente hasta el primer trimestre de 1910 cuando
solicita licencia definitiva para ausentarse por motivos de salud que ya
empezaba a cobrarle factura, se encontraba muy enfermo de uremia, debida a la
retención de sustancias nitrogenadas en la sangre, enfermedad secundaria a una
insuficiencia renal.
Para mayo de ese año el
avance de la enfermedad era preocupante y en los medios de comunicación se empezaba
a escribir sobre su salud, como lo demuestra la nota de The Oasis de fecha 28
de mayo de 1910, que decía:
“Enfermedad de don Rafael Izábal.”
“De un conocido caballero que ayer había
regresado de Hermosillo, The Oasis se enteró de que don Rafael Izábal, ex
gobernador del estado de Sonora, estaba muy enfermo y que el jueves la
condición del distinguido caballero era muy crítica. La uremia era la causa, hay
mucha ansiedad en los asesores médicos. En respuesta a una consulta
telegráfica, el caballero mencionado recibió ayer un telegrama que transmitía
la inteligencia de que durante la noche había mejorado la condición de Don
Rafael, aunque aún era muy grave. La intención del Sr. Izábal era partir hacia
Europa la próxima semana, saliendo de Hermosillo en la temporada para tomar un
vapor en Nueva York el día 14. La enfermedad actual puede interferir con el
viaje planeado.”
Así mismo, el Gral. Luis E.
Torres, quien se encontraba en Torín, preocupado por la salud de Izábal el 2 de
junio envía a Porfirio Díaz el telegrama siguiente:
“Presidente Gral. P. Díaz, con pena
participo a Ud. que nuestro amigo el Sr. Yzabal está gravísimamente enfermo.
Según noticias de Hermosillo, con ese motivo regreso a Hermosillo.”
Luis E. Torres
Telegrama enviado por Luis E. Torres a Porfirio Días comentando respecto a la salud de Rafael Izábal de fecha 2 de junio de 1910 (Imagen: UDLA). |
Finalmente Rafael Izábal con su familia emprende el viaje a Nueva York en donde toma un barco rumbo a Havre en Francia, a donde iba en busca de un tratamiento para su enfermedad. Después de utilizar todo el verano y parte del otoño de ese año en recorrer Francia y otros países en busca de recuperar su salud, sin lograrlo a fines de septiembre toma de regreso el barco en el Havre. Después de navegar varios días, desde la mitad del Atlántico se recibe en Nueva York un despacho fechado el 5 de octubre de 1910 donde se anuncia la muerte del exgobernador de Sonora, quien moriría el 4 de octubre. Según lo publicado, al llegar a Nueva York, el cuerpo fue colocado en un ataúd y enviado por ferrocarril a Nogales, AZ a donde la noche del día 14 arribarían el gobernador Torres y muchos ciudadanos prominentes de Sonora para acompañar el cuerpo hasta Hermosillo. Izábal murió el día 4 de octubre a las cuatro de la mañana, según acta de defunción No. 224 registrada en Hermosillo, que dice:
“En la ciudad de Hermosillo a las once
de la mañana del día quince de Octubre de mil novecientos diez, ante mi Adolfo
Balderrama, Juez del Registro Civil de esta Capital, comparecieron los señores
Dr. Don Francisco C. Canale y Don Antonio B. Monteverde, naturales y vecinos de
esta ciudad, manifestando que el cuatro del actual, a las cuatro de la mañana a
bordo del buque “Saroya” (Saroia era el nombre real) en el trayecto del Havre a Nueva York, en
alta mar, entre la latitud 50º 41’ Norte y longitud 26º 45’, falleció el Sr.
Don Rafael Yzábal, de apoplejía cerebral, según el certificado de defunción expedido
por el Dr. del citado buque Señor Joseph Maurice, que debidamente legalizado “exiben”,
y queda archivado en esta oficina. Expusieron que el que el Señor Yzábal era originario de la
ciudad de Culiacán, Sinaloa (en realidad era de El Fuerte), avecindado en esta Capital por mas de
treinta años, de cincuenta y cinco años de edad (tenía 57), hacendado casado con la Señora Doña
Dolores Monteverde, hijo del Señor Don Rafael Yzábal y de la Señora Dolores
Salido, ya finados, agregando que los restos del Señor Yzábal han sido
transportados por ellos a esta Capital, perfectamente embalsamados como lo prueban
con los certificados del Médico del buque Señor Maurice y del Capitán del
mismo, Señor Tourretto Alfred los cuales certificados también “exiben”
debidamente legalizados y se archivan. La inhumación de los dichos restos
tendrá lugar a solicitud de los exponentes el día de mañana en el Panteón
particular de la Hacienda “Euoropa” propiedad del finado Señor Yzábal, situado
a veinticuatro kilómetros al Oeste de esta Capital. Leida que lo fue la
presente acta a los citados Señores Canale y Monteverde, ratificaron su dicho y
la firmaron por ante mí. Doy fe.- Adolfo Balderrama.- F. C. Canale.- An.io
B. Monteverde. Rúbricas.
Fragmento del acta de defunción No. 224 de Rafael Izábal de fecha 15 de octubre de 1910 (Imagen: Registro Civil). |
El estado de Sonora habría decretado tres días de luto por la muerte del ex gobernador Rafael Izábal. El cuerpo de Izábal llegó el 15 de octubre desde Nueva York en un furgón funerario especial enganchado al tren regular. Fue recibido en Nogales por el gobernador Torres y unas 50 personas más entre funcionarios del gobierno estatal y amigos empresarios. Después, el grupo procedió en tren hacia Nogales, Sonora, donde serían recibidos por un tren especial y llevados a Hermosillo.
Se dice que su cadáver fue
arrojado al fondo del océano y se simuló que había sido traído a la ciudad de
Hermosillo y dado sepultura en la hacienda “Europa”. Otra versión dice que fue
enterrado lo suficientemente profundo y que por encima del ataúd se vació una gruesa
capa de concreto para que los Yaquis, sus más odiados enemigos, no pudieran
profanar su tumba; sin embargo, menos de un mes después de que es sepultado, para
el 12 de noviembre ya circulaba en algunos periódicos que, llevados por su
odio, los Yaquis profanaron su tumba y que su cuerpo fue extraído, aunque hay
otra versión que dice que sus restos no fueron encontrados.
Al triunfo de la Revolución
Maderista, como deseo de borrar el nombre de Rafael Izabal del estado, el 9
Octubre de 1911 siendo Gobernador Constitucional del Estado José María
Maytorena, el Congreso de Estado por voz de los diputados Flavio A Bórquez,
Alberto B Piña y Cosme Hinojosa, comunican el acuerdo al ejecutivo quien
promulgó el decreto 3, que dice:
“ART ÚNICO. La estación Izábal, situada
en el km. 73 del ferrocarril de Nacozari de García, se denominará en lo
sucesivo “Estación Esqueda”.
Fue nombrada “Estación
Esqueda” en honor a Enrique Esqueda, comerciante de Bacoachi, quien se habría integrado
en marzo de 1911 a la revolución bajo las órdenes de Juan G. Cabral y fue
enviado a solicitar la entrega de la plaza de Arizpe al prefecto de ese
Distrito Ignacio F. Pesqueira, pero por órdenes del vicegobernador Alberto
Cubillas apoyado por el gobernador Luis E. Torres, este fue
aprehendido junto a su acompañante y asesinados a mansalva cuando los
trasladaban a Hermosillo en un sitio denominado Puerta del Sol, cerca de Ures.
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