jueves, 9 de noviembre de 2017

GERÓNIMO: LA ENTREVISTA CON CROOK Y SUS ÚLTIMOS MOVIMIENTOS.
Gustavo A. Moreno Martínez moremar@prodigy.net.mx


ANTECEDENTES

La presencia de los apaches en Sonora y Chihuahua se incrementó a finales del Siglo XVII y los conquistadores españoles para protegerse de sus incursiones construyeron presidios como el de Janos en 1685 y Fronteras en 1690. Las incursiones apaches fueron tan amplias que el capitán Juan Mateo Mange informaba en 1737:

"…..muchas minas han sido destruidas, 15 grandes estancias a lo largo de la frontera han sido totalmente destruidas, después de haber perdido doscientas cabezas de ganado, mulas y caballos, se han quemado varias misiones y 200 cristianos perdieron la vida ante el enemigo apache, que se sostiene solo con el arco y la flecha, matando y robando ganado. Todo esto nos ha dejado en ruinas."

Posteriormente, en los 1740’s los apaches Chiricahua llegaron a la zona y se convirtieron en el azote de Sonora y alrededores. Tan exitosos fueron sus ataques que el gobierno estableció una cadena de 23 presidios, pero estos resultaron ser ineficaces contra el huidizo Apache. Los ataques de estas etnias se incrementaron de tal forma que el estado de Chihuahua comenzó a perder su base poblacional. Por esto, Teodoro de Croix, es nombrado el 16 de mayo de 1776 primer comandante general de las Provincias Internas del Norte de Nueva España por el rey Carlos III de España, comandancia con sede en Arizpe, Sonora, quien concluyó que necesitaría 3000 tropas para someter a los Apaches, pero los ataques se incrementarían conforme la represión de los españoles se acrecentaba e invadían sus terrenos de caza.

Más tarde, ya entrado el Siglo XIX los apaches seguirían incrementado el número de ataques, mostrando una gran movilidad lo que dificultaba las campañas dirigidas para combatirlos. Para los 1840´s Sonora era constantemente atacada, al grado de que en diferentes momentos había logrado apoderarse del Presidio de Fronteras y los pueblos eran arrasados teniendo la población que buscar refugio en los poblados más grandes y el gasto que se erogaba para combatirlos era muy alto, comparado con lo que se utilizaba para proporcionar servicios a los habitantes. El Gral. Ignacio Pesqueira García, gobernador de Sonora en cuatro ocasiones: 1856, 1857-1861, 1868-1868, 1870-1875, y como gobernador sustituto con facultades extraordinarias en Guerra y Finanzas 1875-1877, combatió fuertemente a los apaches hasta su muerte en 1886.

Desde 1831 hasta 1847 fue una época sumamente violenta en cuanto a los ataques apaches, después de este año en que parte del territorio mexicano es anexado a los Estados Unidos después de la intervención estadounidense de 1847, vendría una época de relativa paz que dura hasta 1861, año en que un grupo de apaches roba ganado a un colono y secuestran a su hijo de 12 años. Erróneamente se pensó que Cochise (1812-1874), un jefe apache cuyo nombre en su lengua era Shi-Kha-She, era el culpable y fue citado a declarar por el Teniente Bascom, un inexperto oficial de 25 años, en un lugar llamado Apache Pass. Cochise pensando que la invitación era para concretar la convivencia entre las etnias y los blancos, se presentó acompañado de su mujer, dos hijos pequeños, un hermano y dos sobrinos. Bascom estaba convencido de que el secuestro había sido obra de Cochise, lo acusó, no aceptó la explicación de éste de que nada tenía que ver con el mismo y lo arrestó junto con sus acompañantes. Cochise se resistió y consiguió huir herido. Tomó rehenes para poder negociar la entrega de sus familiares que se encontraban todavía en prisión, pero se crearon malentendidos, la desconfianza acabó creando una gran tensión y ambas partes acabaron matando a sus rehenes. Cochise se unió entonces a su suegro Mangas Coloradas o Mangus Colorado (1790-1863), un jefe de los apaches mimbreños llamado en su lengua Dashoda-hae. Juntos llevaron a cabo numerosas incursiones en los terrenos de Sonora y Arizona. Aquello ocasionó numerosas muertes en ambos lados. Cuando los apaches empezaron a dominar la situación, el mando militar estadounidense envió una expedición en busca de Cochise y su suegro, mientras que en Sonora se hacía lo mismo. Con este incidente iniciaría lo que después se conocería como Guerras Apaches que se extenderían hasta 1886.

Un año después, en 1862, en Apache Pass, Cochise y Mangas Coloradas con 500 hombres defendieron su posición frente a 3,000 voluntarios estadounidenses. El general en jefe hizo traer cañones con los que consiguió vencer la posición de los apaches a quienes hicieron huir.

Mangas Coloradas después de caer prisionero fue asesinado en 1863 y  Cochise quedó solo como jefe de la insurrección apache. Él y sus hombres se retiraron hacia las montañas, donde pudieron esconderse. Años después, en la primavera de 1871 el comisionado de asuntos indios de Washington trató de  reunirse con Cochise pero no lo logró, ya que el jefe apache temía una traición.

En abril de ese mismo año, unos apaches robaron ganado cerca de Tucson, causando la muerte a cuatro blancos. Los habitantes de la ciudad, al mando de William S. Oury, marcharon sobre el campamento de los apaches aravaipas en Camp Grant, matando a sus 144 habitantes, incluyendo mujeres y niños. La matanza provocó la enérgica protesta del presidente Ulysses S. Grant, que envió al comisionado Vicent Colyer a tratar de negociar con Cochise. Además, se transfirió al general George R. Crook a Arizona para tomar el mando militar del suroeste. Crook no logró capturar a Cochise, que se refugió en Nuevo México rompiendo el cerco que le rodeaba junto con sus hombres.

George R. Crook comandante del Territorio de Arizona durante el periodo 1871-1886 (Foto: Wikipedia).

Al año siguiente, el general Granger hizo saber a los chiricahua que se dispondría de una reserva para los apaches en los montes Mogollones, pero ellos se negaron a abandonar las tierras de sus antepasados, cuya propiedad les había sido garantizada mediante un tratado. Cochise consiguió escapar de nuevo a Arizona y reanudó las incursiones contra los colonos blancos. En septiembre de 1872, el general Oliver Otis Howard contactó con Cochise y le transmitió los deseos del presidente Grant de llegar a un acuerdo definitivo y le acompañó Tom Jeffords, un viejo amigo de Cochise. El acuerdo alcanzado permitió que los apaches conservaran una reserva que comprendía los montes Chiricahua y el valle de Sulphur Spring, muy cerca de las Dragon Mountains. En 1873, el general Crook consiguió firmar el tratado con los apaches para que cesaran las hostilidades, por el cual algunas tribus hallaron asilo en la reserva de San Carlos, en las tierras que se extienden a lo largo del río White, pero otras, como los chiricahuas, huyeron a México. En la primavera de 1874 murió Cochise de causas naturales y lo sucede Gerónimo (1829-1909) como jefe de los apaches, quien en su lengua se llamaba Go-Hhla-Ye.

Posteriormente los chiricahuas dirigidos por el vigoroso Gerónimo, ocuparon posiciones inexpugnables en el macizo montañoso de Candelaria en Chihuahua y durante un tiempo tuvieron por aliados a los mescaleros, dirigidos por Vitorio (1825-1880) quien en su lengua se llamaba Bidu-ya, quien moriría en combate en 1880, momento en el que Gerónimo asumió también la jefatura de este pueblo.

Sus bandas incrementaron la violencia por el territorio de Sonora en marzo de 1883, y los pueblos empezaron a despoblarse, como Nacori que en 1885 tenía una población de 313 habitantes, pero solamente 15 eran hombres adultos, cada familia había perdido a uno o más de sus miembros masculinos a manos de los apaches desde que se incrementara la violencia. Mientras otro jefe apache llamado Chato, imponía el terror a los blancos en Arizona. De este modo, la frontera desde el Río Grande (Río Bravo) se convirtió en un verdadero infierno y el general George R. Crook se decidió a intervenir de nuevo, esta vez ayudado por un desertor chiricahua, Panayotishn, el cual se ofreció a servir de guía hasta el refugio secreto de los apaches. El 8 de mayo de 1883, la compañía del 6º de caballería, reforzada por doscientos guías indios, penetró en la Sierra Madre Occidental, donde Gerónimo logro escapar pero hubo un desafortunado encuentro entre las tropas americanas y militares mexicanos, donde resultaron muertos de ambos bandos.

Un mes más tarde Gerónimo y Chato fueron conminados a rendirse. En julio pasaron a la reserva de San Carlos donde permanecerían durante dos pacíficos años. Agotados por una guerra sin esperanza, los apaches parecían resignados a la forma de vida precaria impuesta por los vencedores, quienes al principio pagaban a un precio razonable los forrajes y la leña que los indios talaban en los bosques. No obstante, en mayo de 1885, un centenar de disidentes aglutinados alrededor del valeroso Gerónimo, de Natchez, segundo hijo de Cochise, de Chihuahua y de Mangas hijo de Mangas Coloradas, huyeron de la reserva y se refugiaron en las montañas próximas a Nuevo México.

Durante los dos meses siguientes, ningún oficial, ni mexicano ni estadounidense, supo dónde estaba Jerónimo. Crook supuso que el guerrero estaba en México. Sin embargo, los mineros y rancheros de las montañas Black Range, en Nuevo México, sufrieron una nueva etapa de terror apache en los primeros meses de 1886 cuando varias familias que vivían apartadas fueron aniquiladas. Los lugareños sospechaban que Gerónimo había encabezado los asaltos, y quizá tuvieran razón.

Los jefes Cochise, Mangas Coloradas y Gerónimo (Fotos: Wikipedia).

Durante algún tiempo se incrementaron los ataques, pero el gobierno estadounidense no tardó en enviar sus tropas al mando del capitán Crawford, para reducir a los rebeldes. Para entonces la moral de los chiricahua libres estaba de capa caída, como había revelado la negociación con el teniente Maus, existían profundas divisiones entre ellos acerca de continuar o no con aquella pueril resistencia. Mangas, el resentido vástago de Mangas Coloradas, se había separado de ellos a finales de 1885 con un pequeño grupo de trece personas, seis de ellas guerreros; nunca volvería a unirse a Natchez y Jerónimo. Nana, con su feroz voluntad y su antiguo orgullo, se había rendido. Maus también había intentado persuadir a Mangas para que fuese con él, pero el guerrero contestó que, a no ser que tuviese alguna prueba de que su cautiva familia estuviese viva en Fort Bowie, continuaría luchando.

Gerónimo presentía su oscuro futuro, pero la libertad era para él tan importante como el aire de la montaña y siempre que pensaba en la reserva le venían a la mente los sombríos recuerdos de San Carlos. Pero también la dolorosa separación de sus familiares lo atormentaba como a ningún otro guerrero. Y por otro lado, no ignoraba el hecho de que la Sierra Madre había dejado de ser un refugio seguro, como lo era en el pasado. Gerónimo sabía que no había esperanza, aunque eso no lo detuvo por un tiempo.

LA ENTREVISTA CON CROOK

Más adelante, Gerónimo y Natchéz cansados solicitaron una entrevista con el general Crook,  a través del teniente Marión P. Maus. La entrevista se llevaría a cabo el 25 de marzo de 1886 en el cañón de los Embudos, unos treinta y cinco kilómetros al sur de la frontera y del Rancho San Bernardino, en la cuenca del Río Batepito. El lugar de encuentro era un paraje de sobra conocido por los apaches. Los embudos que daban nombre al lugar eran una serie de salidas de agua excavadas en el lecho de lava por un arroyo perene. Una serie de terrazas llenas de maleza, separadas por escarpados barrancos, le proporcionaban a Gerónimo la seguridad que necesitaba. Los chiricahua acamparon dos o tres barrancas al este del grupo de Crook, sobre un elevado terreno con las montañas a su espalda.
Localización de la zona del Cañón de Los Embudos (Imagen: Google Earth).

Estaban acampados en una cresta bien fortificada que dominaba todo el Arroyo Elías y el punto de encuentro. Después de la llegada, Crook, se quedó atrás de los demás; los exploradores estaban adelante, y detrás había otros indios a quienes creyó que eran sus propios exploradores, pero descubrió que eran exploradores apaches y reconoció a Natchez, más adelante encontró a Gerónimo.

Crook se presentó, tal como se había acordado, sin un pelotón de soldados. Entre su grupo se hallaba su ayudante Bourke, quien levantó un acta de la reunión transcribiendo literalmente todas las palabras allí pronunciadas y otros siete hombres que podrían haber servido como intérpretes.

Ese día 25 de marzo por la tarde, los jefes chiricahua se sentaron en la ribera del arroyo junto al grupo de Crook, justo al oeste del más largo de los embudos. Todo el barranco, anotaría Bourke:

“….tenía una romántica belleza, las susurrantes aguas del riachuelo recibían la sombra de altos y esbeltos sicomoros de tronco blanco y suave; de oscuros y retorcidos fresnos; de álamos de Virginia de corteza rugosa y de flexibles sauces”.

Veinticuatro guerreros se sentaron justo detrás del círculo que formaban Crook y sus hombres, se colocaron cerca para escuchar todo lo que se hablaba. Un fotógrafo de Tombstone llamado Camillus FIy había conseguido unirse a la expedición de Crook y sin la más mínima muestra de atención, ordenó a los apaches, como si fuesen niños de un colegio, mientras los enfocaba con la cámara. Después los apaches fueron a su campamento y Crook se quedó en el arroyo. Más tarde le avisaron que querían hablar y regresaron al lugar donde estaba el general.
Gerónimo sentado al centro del grupo de Crook durante la reunión del 25 de marzo de 1886 en Los Embudos (Foto: D. Roberts).

Crook vio a Gerónimo y Natchez con uno o dos renegados. Gerónimo fue el primero en hablar, pero Crook lo recibió con frialdad, mientras Gerónimo continuó con una gran queja acerca de por qué había dejado la reserva. Dijo que lo forzaron a marcharse; que lo habían puesto a trabajar; tres hombres (Mickey Free, Teniente Davis y Chato), dijo, que lo ponían a trabajar y le decían que sería arrestado y enviado lejos. Mientras hablaba, se le veía muy nervioso, gotas de sudor aparecieron en su cara mientras retorcía una correa de cuero que tenía entre las manos. Crook lo dejaba hablar y permanecía con la mirada clavada en el suelo. Finalmente el jefe chiricahua se desespera y le pregunta al general que si no lo miraría, Crook le responde que no, que cuando termine de hablar, hablaría.

Gerónimo hizo mucho hincapié en Kaytennae un chiricahua recién salido de Alcatraz, que estaba sentado con los indios; mientras los blancos estaban en el otro. Era muy insistente respecto al traslado de Kaytennae fuera de Arizona, ya que era el sucesor de Victorio. Crook le dice que era un mal hombre al que se tuvo que enviar a Alcatraz. Gerónimo pensó que nunca volvería a ver a Kaytennae y se alegró de verlo de nuevo y tardó mucho hablando de su caso. En su perorata, finalmente, Gerónimo suplicó por sus compañeros diciendo:

“Ya quedan muy pocos de los míos. Algunos han hecho cosas malas, pero quiero que todo eso se olvide y no se vuelva a hablar de ello”.

Él habló una hora y luego dijo que había terminado. Después habló Crook y le dijo que todo era mentira acerca de que dejara la reserva por tal causa, ya que había investigado el asunto y lo sabía todo, e incluso suponiendo que fuera así, le preguntó qué excusas tenía para matar gente inocente en toda la región, gente que nunca le había hecho ningún daño, andando furtivamente como coyote entre las rocas y disparando a personas desprevenidas.

La conversación de Gerónimo con el general fue en el sentido de que esperaba volver a la reserva en las mismas condiciones anteriores, pero Crook le contesta que anteriormente le había dicho que dejaría todas sus correrías y se comportaría adecuadamente, y se dedicaría a la agricultura. Le dijo también, que le había mentido entonces y cómo sabría que no le estaba mintiendo ahora. Le dijo que cuando un hombre le miente una vez, requiere más que su propia palabra para convencerlo de nuevo que está diciendo la verdad y que está actuando de buena fe. Discutieron acerca de las causas de la rebelión en Turkey Creek y finalmente le dio un ultimátum:

“Es inútil que lo intentes contando tonterías. No soy un niño. Lo que debes hacer es decidir si quieres mantenerte en el sendero de la guerra o rendirte incondicionalmente. Si te mantienes en pie de guerra, los perseguiré y mataré hasta al último de vosotros aunque me lleve años conseguirlo.

Como la conversación no llevaba a ninguna parte, Gerónimo y Crook acordaron abandonar la reunión y retornarla dos días después. Los apaches se retiraron a su campamento, donde deliberaron. Durante el resto del día, y al día siguiente, Kaytennae circuló libremente entre ellos. Los encontró, como Crook informaría posteriormente:

“…tan desesperados y nerviosos que no podían razonar”.

Dos días después, la mañana del día 27 de marzo, el jefe Chihuahua subrepticiamente le hizo llegar un mensaje a Crook donde le dice que independientemente de la decisión que tomen Gerónimo y Natchez, él se rendirá y regresará a la reservación. Más tarde se celebraría la reunión donde se comentaría la de decisión tomada por los jefes apaches.
Chihuahua habló primero y los americanos vieron a un hombre de unos 42 o 43 años; 5 pies 7 pulgadas de alto y de alrededor de 140 libras de peso, atlético con un rostro agradable y de buen carácter. El que una vez fue un indómito guerrero se hallaba en una situación de lamentable sumisión. Durante un discurso lleno de divagaciones, estrechó tres veces la mano a Crook mientras lo elogiaba con palabras que sonaban cuanto menos lisonjeras:

“Estoy muy feliz de verte y tener esta charla contigo. Es lo que dices, siempre estaremos en peligro mientras permanezcamos aquí, pero a partir de esto espero que podamos vivir mejor con nuestras familias y no hacerle daño a nadie. Estoy ansioso por comportarme porque veo al sol mirándome a mí y a la tierra, y estoy pensando mejor. Me parece que he visto al que hace la lluvia y envía los vientos. Él debe haberte enviado a este lugar. Me rindo simplemente a ti porque creo en ti y nunca nos has mentido. No nos engañas. Debes ser nuestro Dios. Estoy satisfecho con todo lo que haces. Usted debe ser el que hace el pasto verde; quien manda la lluvia; quien manda los vientos. Usted debe ser quien envíe la fruta fresca que viene a los árboles cada año. Hay muchos hombres en el mundo que son grandes jefes y comandan a muchas personas, pero tú, creo, son los más grandes de todos o no hubieras venido aquí para vernos. Quiero que seas un padre para mí y me trates como a tu hijo. Quiero que tengas piedad de mí. No hay duda de que todo lo que haces es correcto porque todo lo que haces es lo mismo que si Dios lo hiciera. Todo lo que haces es correcto, entonces lo considero, así que creo que lo eres. Confío en todo lo que haces y dices. No mientes, no engañas. Todo lo que nos dices son hechos. Ahora estoy en tus manos. Me pongo a tu disposición. Me entrego a ti; Haz conmigo lo que quieras. Te doy la mano. Quiero entrar en tu campamento y quedarme contigo. No quiero quedarme a distancia. Quiero estar donde estás. He vagado por las montañas, desde el agua hasta el agua, y nunca encontré el lugar donde podía ver a mi padre o a mi madre, hasta hoy te veo mejor. Me rindo a ti ahora y no quiero más malos sentimientos o malas palabras. Me quedaré contigo en tu campamento. Cuando un hombre recoge algo, incluso un perro, intenta hacerlo bien y lo trata bien, así que quiero que eso sientas hacia mí. No dejes que la gente diga cosas malas de mí. Ahora me rindo a ti y te acompaño. Cuando viajemos juntos, en el camino de cualquier otro lugar, espero que me hablen de vez en cuando. Pienso mucho en Alchisay y Kaytennae. Piensan mucho de mí, y espero que algún día sea igual que su hermano, y que piensen tanto de mí como ustedes de ellos. Me gustaría que envíes a mi familia a donde sea que me envíes. Tengo una hija en Camp Apache, y algunos parientes míos y de la banda en San Carlos. Donde quiera que me envíe, también me gustaría que los envíe.

El general Crook respondió brevemente que:

“……..en lo que respecta a tu familia, trataré de cumplir tus deseos.”

Después el turno fue de Natchez el hijo de Cochise, de aproximadamente 27 o 28 años de edad, quizás un par de años mayor. Él era de aproximadamente 5 pies 10 pulgadas de alto y pesaba alrededor de 160 libras. Era un personaje bastante negativo, un tipo poco activo como compañero, se movía con graciosa elasticidad, un dandy a su manera, de rostro hermoso casi afeminado, con manos delgadas y elegantes, escribiría Bourke. Él afirma que no ha matado a nadie en el ataque, y esto se creía completamente. Natchez también se dirigió a Crook con sumisión:

"Lo que dijo Chihuahua, digo. Me rindo a ti lo mismo que él. Te doy mi palabra, te doy mi cuerpo. Me rindo. Tengo mucho más para decir que eso. Cuando estaba libre, di órdenes, pero ahora me entrego a ti. Me arrojo a tus pies. Tú ordenas y yo obedezco. Lo que digas que haga, lo hago. Creo que para nosotros es mejor rendirnos que permanecer en las montañas como idiotas, tal como hemos hecho. No tengo nada más que decir."

Gerónimo y Natchez a caballo. Cargando un niño el hijo de Gerónimo 27/03/1886 en los Embudos (Foto: R. May).

Por último hablaría Gerónimo quien se había sentado en la ribera del arroyo bajo una morera. Los militares, según ellos, vieron a un hombre vengativo, cruel y astuto; de unos 50 años, que medía más o menos 5 pies y 8 pulgadas de alto y pesaba unas 160 libras. Tenía el rostro oscurecido con polvo de galena. Como estaba sentado con las piernas cruzadas y los antebrazos apoyados sobre sus rodillas, los americanos se limitaron a mirar fijamente su extraordinario rostro y a esperar sus palabras. Un periodista que conoció a Gerónimo meses después dejó la más vivida descripción de su rostro jamás escrita:

“Nunca se cincelaron facciones tan crueles. Su nariz es ancha y cargada, la frente baja y arrugada, su barbilla denota fuerza y los ojos brillan como dos trozos de obsidiana. La boca es una de sus facciones que merecen más atención: un larguísimo y profundo tajo, afilado, estrecho, de labios delgados sin una sola curva de suavidad.”

La actitud de Gerónimo era mucho más contenida que la mostrada en la reunión de dos días antes. De nuevo le recordó a Crook que tenía que mantener su promesa, y le dijo:

"Dos o tres palabras son suficientes. Tengo muy poco que decir. Me entrego a ti. (Le da la mano al general Crook). Somos camaradas, todos una sola familia, una sola banda. Lo que dicen los demás también digo. Ahora me entrego a ti. Haz conmigo lo que quieras. Me rindo. Una vez me moví como el viento, pero ahora me entrego a ti y eso es todo. Me rindo a ti y quiero hacerlo como si yo estuviera en tu bolsillo. Ahora siento que tú y Kaytennae también son mis hermanos. Estaba muy lejos de aquí, casi nadie podía llegar a ese lugar, pero te envié un mensaje de que quería estar y aquí estoy, dinos la verdad. Estamos todos satisfechos con eso y espero que llegue el día en que mi palabra sea tan fuerte contigo como la tuya sea conmigo.

Sus palabras sonaban a rendición incondicional, pero Crook tendría que conseguir la capitulación de los chiricahua sólo bajo una promesa que había rogado al gobierno que cumpliese. Les dijo a todos los fugitivos que, excepto Nana (que estaba demasiado viejo y decrépito para ser enviado al exilio), serían enviados al este durante un período de tiempo no superior a dos años, a partir del cual podrían regresar a su territorio. Fue esta condición la que ganó la rendición de Gerónimo.

Cuando se rindieron, no lo hicieron por miedo o por privaciones, ya que parecían bien alimentados y estaban bien provistos de todo. Cuando llegaron al campamento iban bien equipados con las mejores monturas y caballos que podían robar, y con mucho dinero, presentaban un gran contraste con los exploradores del ejército americano que recibían solo $13.00 dólares por mes, declararían los oficiales que recibieron a los recién rendidos chiricahuas para llevarlos a la reservación.

Gerónimo y algunos de sus guerreros el 27 de marzo de 1886 en Los Embudos (Foto: D. Roberts).

Gerónimo (derecha) con su hijo y otros guerreros apaches el 27 de marzo de 1886 en Los Embudos (Foto: D. Roberts).

GERONIMO HUYE DE NUEVO

Esa misma noche los chiricahua se emborracharon y desde el barranco donde se situaba el campamento militar, los hombres de Crook oyeron disparos durante toda la noche. Por la mañana Kaytennae se presentó en la tienda de Crook para decirle que Natchez estaba tan borracho que no podía mantenerse en pie. Más tarde Bourke encontraría a Gerónimo junto con otros guerreros cabalgando sin rumbo sobre unas mulas y borrachos como cubas.

La principal preocupación de Crook, en ese momento, era enviar un telegrama a Sheridan con los términos de la rendición y partió como avanzada del resto del destacamento hacia Fort Bowie, dejando al teniente Maus para que trasladara a los rendidos. Los apaches, ese día, a causa de su avanzado estado de ebriedad tan sólo pudieron cabalgar unos pocos kilómetros hacia la frontera. Por la noche bebieron de nuevo y se pusieron a discutir entre ellos, para esto, durante todo el día había estado cayendo una helada lluvia.

Al amparo de la oscuridad, cuando arreció la lluvia, treinta y nueve chiricahuas abandonaron el campamento. La banda comprendía dieciocho guerreros comandados por Gerónimo y Natchez, trece mujeres y seis niños. Maus no se enteraría de la fuga hasta la mañana siguiente. El teniente partió inmediatamente tras ellos con la esperanza de atraparlos, pues se habían llevado solamente dos caballos y una mula, mientras que sus exploradores iban todos a caballo.

El whisky que habían consumido los chiricahuas se lo había vendido un nefasto personaje apellidado Tribolet (se desconoce su nombre de pila), un contrabandista estadounidense de origen suizo que explotaba un bar móvil al lado de su tienda de acampar, situada poco más de trescientos metros al sur de la frontera, cerca del rancho San Bernardino.

Cuando posteriormente lo criticaron por haber vendido a los apaches mescal por valor de treinta dólares en una hora, Tribolet contestó que muy bien podría haberles vendido alcohol por valor de cien dólares, a diez dólares el galón. Los americanos suponían que Tribolet les dijo a los apaches, después de que éstos estuvieron borrachos, que los apresarían y los ahorcarían en cuanto cruzaran la frontera.

Crook culparía siempre a Tribolet por esta última fuga, que a punto estuvo de terminar, de no haber sido por el whisky, todo este asunto ya estaría resuelto. Tribolet ya había sido arrestado con anterioridad, pero en ese momento Crook esta colérico y quería que algún oficial del ejército le diera un tiro como a un coyote, pues es lo que merecía, decía Crook.
Culpar a Tribolet, a su whisky o a las advertencias que había susurrado al oído de los chiricahua borrachos, no tenía sentido, ya que no había sido el whisky el responsable de que Gerónimo cambiase de idea una vez más, el responsable era el cambiante carácter del jefe chiricahua. Cuatro años después, cuando Crook preguntó por qué habían huido esa última vez, Natchez negaría que Tribolet tuviese nada que ver con ello, diría:

“Temía que me fuesen a llevar a un lugar que no me gustase, a un sitio que no conociese. Yo creía que a todos los que se llevasen morirían. La idea salió de mí.”

¿Por qué os emborrachasteis? —persistió Crook:

“Porque había whisky en abundancia por allí, y queríamos beber, contestó Natchez.”

Diecinueve años después del suceso, Gerónimo dijo simplemente:

“Nosotros, junto con el resto de la tribu, comenzamos a ir con el general Crook, de regreso a Estados Unidos, pero yo temía una traición y decidí quedarme en México”.

Gerónimo tenía una buena razón para estar asustado. En aquellos momentos, alertados por la noticia de la rendición, todos los ciudadanos de Arizona especulaban con las medidas que se tomarían con los cautivos que traía Crook consigo. La creencia general es que los jefes principales serán ahorcados, escribió un periodista.

Maus y sus exploradores siguieron el rastro de Gerónimo y Natchez durante noventa y seis kilómetros a través de las más infranqueables montañas. Gerónimo utilizó sus tretas habituales, como cambiar repentinamente de dirección en cuanto su rastro se desvanecía en las rocas. Sin apenas alimentos, los fugitivos recorrieron, al paso y a la carrera, noventa y seis kilómetros sin parar para descansar. Cerca de Fronteras, el grupo se separó para encontrarse luego en alguna guarida secreta. Con los caballos exhaustos y casi sin víveres, Maus abandonó la persecución.

Dos guerreros que habían cambiado de parecer se acercaron a los exploradores cuando éstos regresaban y se rindieron a ellos. El grupo se había reducido hasta treinta y siete. Al principio, una de las mujeres de Natchez trató de regresar al campamento de los soldados; el jefe, probablemente ebrio, le disparó en una pierna y luego la dejó atrás.

En Fort Bowie, mientras tanto, antes de recibir la noticia sobre las andanzas de Gerónimo y Natchez, Crook recibió un duro revés en un telegrama confidencial procedente de Sheridan. El presidente Cleveland no consentiría de ningún modo las condiciones que habían obtenido Natchez y Gerónimo. Sheridan le ordenó a Crook que renegociase una rendición incondicional, mientras que, de alguna manera, al mismo tiempo impidiera la huida de los apaches, que no debería permitirse bajo ninguna circunstancia.

Luego Crook tuvo que telegrafiar para anunciar la huida de Gerónimo y Natchez y a Sheridan casi le da un infarto. Sus telegramas de los días siguientes apenas podían reflejar su enojo y una velada sospecha: Parece raro que Gerónimo y compañía huyesen sin advertirlo los exploradores, decía.

Con una paciencia deliberadamente flemática, Crook explicó a Sheridan las condiciones en las que se desarrollaba la guerra Apache como si éste fuese un cadete recién salido de West Point. Sheridan, a cambio, se limitó a condescender.

El día 1 de abril, Crook resumió toda la lógica de su campaña. El breve telegrama que envió a Sheridan es lo más cercano a una apología que podía redactar el lacónico general, y concluyó:

“Creo que el plan sobre el que he dirigido las operaciones es el único que ha demostrado tener éxito al final. Puede ser, de todos modos, que yo esté demasiado empecinado con mis planteamientos acerca de esta materia y, como he pasado casi ocho años desarrollando el más duro trabajo de toda mi vida en este departamento, respetuosamente solicito que se me releve del cargo que ocupo.”

Sheridan tardó menos de veinticuatro horas en aceptar la solicitud y Crook fue destinado al departamento del río Platte. De este modo, el más capaz de todos los luchadores de las campañas indias de la nación se bajó de la última guerra india de Estados Unidos. No recibió agradecimientos, ni sonaron himnos en su honor, sino el molesto murmullo de decepciones oficiales; y las frenéticas condenas de cientos de titulares ahogaron las tranquilas declaraciones del general.

El 2 y 3 de abril, los setenta y siete chiricahua que se habían entregado llegaron a Fort Bowie. Chihuahua se encontraba muy molesto con Gerónimo, y lo culpaba de todos los problemas de los hasta entonces proscritos. Su desesperado estado de ánimo continuó, y cuando Crook, durante sus últimas horas de servicio, lo interrogó, el guerrero le dijo:

“He tirado mis armas. No tengo miedo, algún día tendré que morir. Si me castigas con dureza me parecerá bien, pero piensa en mi familia”.

El día 5 de abril, Crook supo por Sheridan que, como Gerónimo y Natchez habían huido, el presidente de Estados Unidos consideraba la negociación de capitulación efectuada por Crook nula e inválida. El destierro al Este no sería durante dos años como se había acordado, sino por un período indefinido.

A pesar de su código personal de honestidad, Crook no tuvo presencia de ánimo para decirle a los chiricahua que el trato estaba anulado. Ahora le tocaba racionalizar, así que envió un telegrama a Sheridan diciéndole que sería mejor mantener a los apaches en la ignorancia, pues si tenían noticia de la realidad Natchez y Gerónimo no se rendirían nunca. Sheridan le dio el visto bueno.

El día 7 de abril, los setenta y siete chiricahuas se subieron al tren de la línea South Pacific en la estación de Bowie, Arizona, dieciséis kilómetros al norte del fuerte. Los quince guerreros, treinta y tres mujeres y veintinueve niños suponían que regresarían dos años después. Crook, cansado y con sentimiento de culpa, escribiría:

“Es un gran alivio deshacerse de ellos.”

Uno de esos niños, el hijo de Chihuahua, volvería la vista atrás décadas después y diría:

“El día que nos subieron en aquel tren, en Bowie, creíamos que nos estábamos enfrentando a dos años de esclavitud y degradación. Pero mi padre estaba dispuesto a soportarlo por el bien de nuestro futuro cuando fuésemos libres de nuevo. Ni Chihuahua ni nadie sabía que íbamos a ser prisioneros durante veintisiete años. Aquel hubiese sido un buen día para morir.”

LOS ULTIMOS MOVIMIENTOS DE GERÓNIMO

Gerónimo, desde que había huido la madrugada del 29 de marzo, no se le vio durante varios días, ni cuando pasó por Fronteras en busca de la banda Mangus que se había separado en año anterior. Habría tardado unos dos días en llegar a Fronteras desde que huyó. Después se dirigió hacia Bavispe, su antigua ruta hacia la Sierra Madre, esperando ser perseguido por Crook (no sabía que había renunciado), descansó en el río Bavispe y se preparó para una lucha. Pero no encontrando ninguna persecución dio vuelta y se dirigió al oeste y viajó tranquilamente a través del campo rumbo a Fronteras, pasando por ese lugar el 6 de abril con más de cincuenta guerreros (la banda de Mangas ya se le había unido); y en la mañana del 8 de abril ataca el rancho Jenovérachi, a la mitad del camino entre Fronteras y la Sierra Azul, hacia donde se dirigía. Había elegido la Sierra Azul como refugio, ubicada al sur de Cananea y al oeste de Bacanuchi.

La Sierra Azul es una sierra alta, accidentada y profundamente erosionada, y está flanqueada por colinas situadas entre las aguas del Río San Miguel por el poniente y el arroyo Bacanuchi en el oriente, ambos afluentes del río Sonora; y las aguas del río Cocóspera por el norte, el afluente más oriental del río Magdalena. En esta fortaleza de montaña, después de huir, Gerónimo instaló su campamento donde ocultó a sus mujeres, niños, provisiones adicionales de munición y todo el botín acumulado durante sus últimas correrías.

Localización de la Sierra Azul (Imagen: Google Earth).

Estas fuerzas que se unieron posteriormente bajo el mando de Gerónimo, incremento su grupo a cincuenta y cinco guerreros, treinta y ocho mujeres y niños. Los niños y mujeres no se vieron en ningún momento desde que aparecieron cerca de la línea fronteriza en sus correrías, por lo que se concluye que para esas fechas ya había establecido su campamento en la Sierra Azul. Otra prueba importante, se decía, de que ninguna mujer estaba con los guerreros, era el hecho de que no se habían mutilado cuerpos ni había prisioneros torturados. Un periódico, estigmatizándolas, publicaría:

“…….pues son las mujeres apaches las que son lo suficientemente diabólicas para ese trabajo, en las que también obligan a los niños a participar para cultivar el gusto por la sangre y los actos de crueldad.”

Los apaches se mantuvieron quietos durante doce días, estableciendo su campamento y su cuartel general y dejando a sus mujeres y niños en la Sierra Azul. Habiendo hecho esto, se prepararon para la campaña más activa en la historia de la tribu. Moviéndose hacia el norte, mataron a tres hombres y dos mujeres entre Cananea y Cuitaca, el 20 de abril, el rastro mostraba claramente que provenían de la Sierra Azul, dejando una parte de sus fuerzas en el pico de Santa Bárbara cerca de Santa Cruz, y a pocos kilómetros de Cuitaca, para desviar el rumbo de cualquier tropas que pudiera dirigirse a la Sierra Azul. La fuerza principal cruzó entonces la cordillera de La Casita hacia el oeste y apareció en la estación ferroviaria de Sonora de ese nombre el 22 de abril. Durante la noche del 26 de abril se extendió la muerte y la devastación en Santa Cruz, pasó Calabasas después del amanecer en la mañana del 27 de abril, tomando rumbo a las montañas escarpadas al norte de ese lugar. Allí la banda se dispersó, una parte fue enviada a la derecha para atraer la persecución de los ciudadanos mexicanos liderados por el Prefecto de Magdalena y de los soldados, mientras Gerónimo con el grupo principal se dirigió al populoso valle de Santa Cruz, cinco millas al sur de Calabasas, y apareció el 28 de abril en el Valle del Oso un rancho de crianza de caballos.

De nuevo en territorio mexicano, durante la noche del 1 de mayo cruzaron el ferrocarril cuatro millas al sur de Nogales, regresando hacia la entrada de la Sierra Azul. Los rezagados fueron enviados para atraer a los perseguidores hacia el noreste y dieron vuelta de nuevo regresando hacia Gerónimo antes de que el Capitán Lebo los alcanzara y el 3 de mayo se inicia una batalla cerca del pico de Santa Bárbara, al sur de Santa Cruz. Se inicia el combate alrededor de las 3 de la tarde, durando poco más de una hora. Al aproximarse la noche los soldados estadounidenses deciden bajar al río por agua, y al día siguiente encuentran que los indios ya se habían marchado.

Gerónimo y sus hombres se dirigen de nuevo al oeste y el Prefecto de Altar, con 70 hombres, va a mina La Arizona a cortarles el paso. Se logra hacer contacto con ellos en el Cañón de Las Avispas, enfrentándolos, pero los apaches salen victoriosos, muriendo 2 hombres, 3 fueron heridos y se pierden 30 caballos.

El resto del grupo que se había separado fue enviado a la Sierra Azul, a una distancia de unas 45 millas. Dejando una pequeña fuerza para vigilar la puerta de entrada a su cuartel general. Gerónimo volvió a dirigirse hacia el norte a las montañas de Huacomea y tomó una posición fuerte, donde el 11 de mayo, repelió tres veces a los mexicanos. El capitán Lawton se movía entonces hacia el sur desde la cabecera de Santa Cruz directamente hacia la Sierra Azul, a cincuenta millas adelante, con una fuerza fuerte y suministros para sesenta días.

Este fue un momento crítico para Gerónimo, ya que no estaba a la distancia de apoyo de su campamento y estaba acosado por enemigos. Por lo que fue enviada una señal de peligro y la pequeña fuerza se apresuró y dejó atrás al capitán Lawton, dejando un amplio y claro rastro, tanto como era posible. Esta estrategia tuvo el efecto deseado. El capitán Lawton siguió este rastro al día siguiente (11 de mayo) en las montañas de Huacomea, al oeste de Imuris, mientras que al mismo tiempo Gerónimo se movía hacia el sur a lo largo de la vertiente occidental de la Sierra Azul, tanto para evitar ser atrapados entre Altar y los mexicanos en el oeste y Lawton en el este y seguir entre este último y la Sierra Azul.

Al saber de este movimiento, el capitán Lawton retrocedió sus pasos hacia el ferrocarril y se dirigió al sur por Imuris, donde parecía probable que Gerónimo y su banda hubieran cruzado, pero demasiado tarde, porque el astuto enemigo se había adelantado a él. Además, Gerónimo era demasiado listo para atravesar la Sierra Azul (no más de treinta millas al este de donde cruza el ferrocarril), ya que llevaría a Lawton a su campamento. Por otra parte, el capitán Hatfield se había trasladado hacia el sur de la Sierra de Cananea, amenazando seriamente el campamento por el rumbo de donde el Capitán Lawton había sido desviado.

Después de luchar todo el día 11 de mayo en la sierra de Huacomea, al oeste de Imuris, y mantener la posición el 12, ese mismo día y en el mismo cañón, se inicia otro combate alrededor de las once de la mañana, en el que los apaches le prenden fuego al monte para distraer a sus atacantes y posteriormente hacer un rodeo y atacar por la retaguardia. Después de vencerlos, Gerónimo comenzó la noche de ese día una extraordinaria marcha de noventa millas en treinta horas hacia la Sierra de Cananea, todo el recorrido fue sobre un campo extremadamente áspero y se movió al frente y mostrándose al capitán Hatfield en Cuitaca y el día 14, lo hizo regresar de su ruta rumbo a la Sierra Azul.

No es para nada improbable que incluso permitiera que el capitán Hatfield "sorprendiera" a su campamento a la mañana siguiente y tomara sus caballos. Para tranquilizar o satisfacer a ese oficial y así evitar su marcha hacia el sur. El día 16 unas horas después de que el campamento había sido sorprendido, Gerónimo atacó al Cap. Hatfield en el Cañón de la Caja, a tres millas de Santa Cruz, y recuperó lo suyo y le quito una parte de sus suministros.

Mientras tanto, Lawton se había vuelto y seguía un nuevo rastro por el valle de Cocospera hasta la cabecera de Santa Cruz. Después de la batalla con Hatfield el día 16, Gerónimo dividió sus fuerzas en dos partes iguales, él mismo toma el mando de uno y subiendo hacia Bisbee y las Dragoon mountains con el propósito de dejar un rastro hacia esa parte de la frontera, mientras que la otra parte cruzaba el ferrocarril ocho millas al sur de Nogales el día18, con el capitán Lawton persiguiéndolos, se dirigió hacia Calabasas, Arizona. Ese día 18 son hallados en la mina Planchas de Plata 3 muertos: los estadounidenses J. Sullivan y D. MacKarty, así como un correo del Sr. Barnett, dueño de La Arizona. La banda de Gerónimo no se queda a esperar a sus perseguidores y se dirigen ahora a Santa Cruz en Arizona, en donde emboscan y matan a varios soldados estadounidenses, para después regresar a inmediaciones de La Arizona.

Después, llegando a la parte baja de Santa Cruz, cerca de Tubac, las dos bandas se unieron de nuevo y, pasaron a través de Santa Rita Mountains, cruzaron las vías del South Pacific Railroad en Pantano, y en Rincon Mountains se asentaron, transfiriendo así, la sede de la guerra al norte de la frontera y 150 millas al norte de su campamento, quitándole una constante amenaza.

La gente de Gerónimo estuvo un tiempo diseminada por las montañas del condado de Pima y con frecuencia salían pequeñas partidas a los valles con el fin de mantener a las tropas ocupadas, mientras que el resto de la banda de Gerónimo se mantenía resguardada, esperando el momento de volver al campamento en Sierra Azul, y eventualmente moverse a su campamento de verano en la Sierra Madre.

Se cree que para finales de mayo o principios de junio Gerónimo había regresado a Sonora, para entonces el Gral. Miles, quien había sustituido a Crook, había ofrecido una recompensa de 25 mil dólares por la captura del huidizo jefe apache y 5 mil por cada miembro de la banda. Para entonces ya estaba muy debilitado y dirigiendo a un grupo pequeño personas, ya que una parte de sus gentes se había rendido. El 11 de junio roban ganado de La Arizona, pero su dueño al frente de 30 hombres logra recuperarlo. Después los apaches pasan por Promontorio en donde matan a Santos García.

Para mediados de junio había fuertes evidencias de que se estaban concentrando para moverse a la Sierra Madre y el capitán Lawton el miércoles 13 de junio de 1886, con cincuenta hombres y veinte animales de carga, realizo una marcha forzada de casi cincuenta millas desde el pico de Santa Bárbara, al norte de la Sierra Azul, siguiendo un rastro de nueve caballos, tres a pie, tres mujeres y dos niños pertenecientes al grupo. Sin embargo, a Gerónimo y su grupo se le vería a finales de junio cerca de Magdalena marchando al sur.

El capitán Gatewood con una tropa de caballería, estaba pisándoles los talones, mientras tanto, se habían dado órdenes para estacionar los comandos de los capitanes Macadams y Hatfield; y los tenientes Walsh, Finley y Bigelow en un círculo alrededor del pico de Santa Bárbara, cerca de la cabecera de Santa Cruz y el famoso bastión Apache, creyendo evidentemente que los apaches ahora dispersos, se concentrarían en ese punto para una caminata hacia la Sierra Madre, tan pronto como sus familias y el botín estuvieran fuera del alcance de la persecución. Por otra parte, según declaraciones de Trinidad Verdín, una niña de 11 años raptada por la banda y posteriormente rescatada en un enfrentamiento cerca de Magdalena, comentaba que Gerónimo se encontraba herido de un brazo, aunque al parecer no era de gravedad.

Por su parte, Gerónimo parecía conocer cada movimiento del General Miles y sus tropas, además había tratado de impedir que los indios Pápagos, Pimas y Maricopas se convirtieran en exploradores, por lo que estuvo trabajando e informando a través de emisarios a estas etnias para que se negaran a participar en su persecución.

Un despacho especial de Fort Bowie al periódico Albuquerque Democrat del 19 de julio decía que un telegrama recibido indicaba que los apaches al mando de Gerónimo habían enviado mensajeros a las tropas bajo una bandera de tregua y que deseaban parlamentar con el general Miles, mientras tanto se enviaron órdenes al teniente Parker para que cesara la persecución hasta que se determinara el resultado del parlamento. El general Miles iría al frente de inmediato para reunirse con el jefe apache y recibir a la banda como prisioneros, decía que no se podía esperar de otra manera.

Gerónimo decide dirigirse de nuevo al sur y penetra hasta cerca de Hermosillo donde es perseguido y obligado a tomar rumbo a Moctezuma, distrito al que penetran dispersos y posteriormente se unen. Probablemente a mediados de julio ya se sentía cansado y empezaban a escasear las municiones, porque ya buscaba parlamentar con el general Miles. De la zona de Moctezuma, cerca de donde se junta los ríos Aros y Yaqui, se dirige hacia el norte para, después de esconderse en la Sierra Madre, aparecer a mediados de agosto cerca de Cuchuta.

Antonio González, un mexicano que contrató el gobierno, para llevar despachos al Capitán Lawton, y quien había dejado Fort Huachuca el 4 de agosto, regresaría el día 18, y declararía que el día 9, cuando estaba cerca de Cumpas, Sonora, fue emboscado por apaches y su caballo asesinado. Se escapó y llegó a Oposura y entregó sus despachos al Tte. Benson. A su regreso a Fort Huachuca, a mediados del mes, en un punto a nueve millas al sur de Fronteras, Gerónimo, Natchez y José María Elías y tres mexicanos lo detuvieron y le dijeron que eran amistosos, y sostuvieron una conversación con él en la que afirmaron que iban a ir a Fronteras y tratar de hacer las paces con las autoridades mexicanas. No querían dañar más a los mexicanos, y deseaban asegurar un hogar allí. González también dice que cerca de donde conversó con Gerónimo y otros, vio a otro grupo compuesto por 13 guerreros y dos mujeres, y también varios mexicanos. Todo parecía muy amigable, Gerónimo llevaba su brazo derecho en un cabestrillo por lo que no podía llevar un rifle, solo un revólver. Los indios estaban todos montados y parecían desgastados. Le preguntaron a González si estaba en el servicio de los Estados Unidos, ya que vestía una camisa azul. Él les dijo que no, que se dirigía a su rancho.

El día 14 de agosto, Gerónimo se presentó en Cuchuta sin mostrar hostilidad y hablaron con tres individuos que habían sido enviados por el Presidente Municipal a reconocerlo y después organizó una fuerza al mando del Cap. José Ríos. Este capitán informó que Gerónimo insistía en hablar con una autoridad mayor y que deseaba la paz en Sonora. Otro día el Presidente de Fronteras viaja a Cuchuta y se entrevista con el jefe apache, Jose María Elías, Natchez y un apache más. Después de una larga conferencia se acordó suspender las hostilidades por ocho días mientras se pedían instrucciones superiores, probablemente de Gobierno del Estado. Según lo declarado por Gerónimo su grupo estaba constituido por 25 guerreros, 16 mujeres y 2 muchachos, y todos se entregarían, pero además comentó el Presidente Municipal estaban extenuados, sin alimentos y en muy malas cabalgaduras.

Servía de intérprete a Gerónimo un indio viejo que lo acompañaba, llamado José María Elías. El jefe apache vestía camisa de lana y téguas que le cubrían hasta las rodillas; por cinturón llevaba una cartuchera llena de parque y usaba un elegante relox de oro con cadena del mismo metal.

Días después, el gobernador Luis E. Torres, telegrafía al General Miles desde Hermosillo informándole que Gerónimo había aparecido en Cuchuta y había tenido una conversación con las autoridades de Fronteras, diciendo que deseaba rendirse. El día 19 de agosto el Gral. Forsythe al mando del distrito y el Tte. Erwin, salieron de Fort Huachuca con tropas rumbo a Fronteras, quienes llegan el día 20 a Fronteras y Cuchuta con 160 hombres de caballería, aunque la mayor parte de esta fuerza se devolvió a Fort Huachuca el mismo día.
Mientras tanto, en Bacoachi y Arizpe se organizaban fuerzas para marchar a Cuchuta, el propio Prefecto se puso al frente con más tropas. Al mismo tiempo Gobierno del Estado ordenaba que de Ures también se enviara más gente. El Prefecto de Arizpe Jesús Aguirre, llegaría a Cuchuta con unos 100 hombres de las fuerzas de la guardia nacional el 19 de agosto. Después llegarían 30 hombres de Ures al mando del Cap. José Figueroa, de Moctezuma llegarían otros 30 hombres al frente de Cap. Vicente Silva. También, desde Baviácora hasta Sinoquipe habían salido otras partidas, de tal suerte que para el día 22 de agosto ya había unos 200 hombres prácticamente rodeando a Gerónimo.

El 21 habían llegado las instrucciones de Gobierno del Estado al Prefecto de Arizpe, quien sería acompañado por Agustín A. Pesqueira con carácter de comisionado especial del gobierno estatal para parlamentar con Gerónimo y negociar su rendición.

Según noticias que empezaron a salir de Cuchuta a través del Prefecto de Arizpe y de una carta que recibió un vecino de Fronteras llamado Felipe S. Luna de parte de Agustín A. Pesqueira, Gerónimo y su grupo ya sentían cierta confianza y permanecían en el cerro de las Grullas en espera de parlamentar. Tan en confianza se sentían que dos indias llamadas Felicitas y Cruz de las integrantes del grupo estuvieron en Fronteras el día 17. Una versión dice que Gerónimo las mandó a negociar con los representantes del gobierno mexicano; mientras que otra versión menciona que las mujeres apache dijeron que había bajado a conocer el pueblo. Iban provistas de buenas onzas de oro y dólares, compraron algunos utensilios de cocina y provisiones y a horcajadas se devolvieron en sus caballos a Cuchuta. Felicitas hablaba bien el español y se mostró muy comunicativa y muy ladina. La llamada Cruz parecía muy estúpida y no hablaba, tenía la nariz cortada, castigo que imponían los apaches a las esposas infieles. Ambas eran muy viejas y llevaban vestidos de Indiana a la usanza de las mujeres blancas.

Para estas fechas Gerónimo todavía se encontraba cerca de Fronteras y no había podido negociar nada, ya que tanto las autoridades americanas como mexicanas, querían que la rendición fuera incondicional, pero Gerónimo tenía miedo entregarse de esa manera porque sabía que el General Crook ya no estaba a cargo y no sabía que podía suceder.

El día 22 Gerónimo sospechaba una triación de parte de las autoridades mexicanas y envía a dos hombres a Fronteras para buscar a las mujeres y por suministros, incluido mezcal. Luego, levantaron el campamento y se dirigieron hacia el este, hacia las montañas Teras. Gerónimo colocó el campamento en lo alto de una escarpada cresta en las montañas de Teras, que dominaba la gran curva del río Bavispe. Durante dos días aliviaron su hambre de los suministros adquiridos por las dos mujeres en Fronteras y estuvieron bebiendo mezcal. Los centinelas vigilaban a los estadounidenses que sabían que los estaban buscando. El sentimiento de rendición comenzaron a incrementarse, pero la gente y las condiciones tenían que ser las adecuadas. Gerónimo, en particular, desconfiaba tanto de los oficiales estadounidenses como de los soldados mexicanos. Sin embargo, él y Naiche deseaban unirse con sus familias que habían sido enviadas al este con la gente de Chihuahua que se había rendido al general Crook.

El 24 de agosto, el apache Kanseah estaba observando en la ladera que domina el río y examinaba el valle. Pronto detectó que se aproximaban dos hombres a caballo. Cuando se acercaron, vio a uno sosteniendo una bandera blanca y los reconoció, eran dos rastreadores que recientemente se habían integrado como exploradores del ejército americano y llamó a Gerónimo y otros hombres. Gerónimo instruyó a Kanseah que cuando los dos se acercaran lo suficiente, debería dispararles. Pero fueron reconocidos como Kayitah y Martine. Yahnosha, el primo de Kayitah y uno de los mejores y más leales guerreros de Gerónimo, saltó sobre una roca y preguntó qué querían los dos exploradores. Kayitah respondió que habían sido enviados por el general Miles y el teniente Gatewood para hablar de paz con Gerónimo. Yahnosha los lleva hacia donde se encontraban Gerónimo y Natchez.

Kayitah habló y le describió la penosa condición de él y su gente, y la creciente probabilidad de que los soldados los encontraran y los atacaran. También le habló de su agradable vida en la Reserva de White Mountain e instó a Gerónimo a regresar allí, pero Gerónimo respondió:

"No quiero ir a San Carlos. Me cortan el cuello. Este es mi hogar. Me quedo aquí, aquí mismo. Me persigues, me matas, bien. Yo muero aquí mismo. Debo morir alguna vez."

Kayitah le responde:

“No tienes que morir ahora. Baja y habla con los soldados. Estas bajo una bandera blanca, no te lastimaran."

A lo que Gerónimo argumentó:

"Mangas Coloradas estaba bajo bandera blanca. ¿Qué le hicieron a él?

Kayitah le dice:

"Esos oficiales no harían tal cosa, son de confianza.”

Después de más discusiones, , Geronimo se rindió, diciendo:

"Bueno, vamos, hablaremos. Iré contigo."

Kayitah se quedó en el campamento toda la noche mientras Gerónimo y sus hombres se sentaban en consejo debatiendo qué hacer. Martine bajó de la montaña para reunirse con el teniente Gatewood, a quien los chiricahuas conocían bien y en quien confiaban, y le dijo que Natchez garantizaba su seguridad y que él y Gerónimo se reunirían con él a la mañana siguiente, solo con él y sus oficiales. A la mañana siguiente, se avistó a una tropa de exploradores Apache moviéndose por el sendero hacia su campamento. Natchez envió a tres hombres para que se reunieran con Gatewood y le dijeran que regresara al valle y se trasladara a un cañaveral (juncos) en la curva del río, cerca de Batepito, donde se podían sostener conversaciones en la comodidad del bosque, el agua y la sombra. Además, los exploradores tuvieron que regresar a su campamento de la noche anterior, y ningún otro soldado pudo acercarse.

El 25 de agosto por la mañana, Gatewood y su pequeño grupo, incluidos George Wrattan y otros dos intérpretes, se habían establecido en el lugar elegido y observaron como los chiricahuas salían de la maleza en grupos pequeños, primero los hombres y luego mujeres y niños, en total alrededor de cuarenta. Kayitah llegó junto con ellos. Todos descendieron de sus monturas y desensillaron, dejaron de lado las armas y arrojaron las sillas sobre troncos como asientos. Después de fumar, Gerónimo se acercó y saludó a Gatewood cálidamente, preguntándole por qué estaba tan flaco. Después apareció Natchez y también abrazó a Gatewood. Después de un rápido desayuno, comenzaron a platicar con la traducción de George Wrattan y los otros dos. Gerónimo se sentó en un tronco tan cerca de Gatewood que se tocaron, y el resto se sentó en el suelo formando un semicírculo.

Cuando todos se hubieron sentado, Gerónimo dijo que estaban todos reunidos y escucharían lo que Gatewood tenía que decir. Ante esto, sin rodeos Gatewood respondió de inmediato diciendo:

"Entréguense, y los enviarán a unirse al resto de su gente en Florida, allí podrán esperar la decisión del Presidente de los Estados Unidos en cuanto a su disposición final. Acepta estos términos o pelea hasta las últimas consecuencias".

Se hizo un largo silencio y después Gerónimo solicitó mezcal, pero Gatewood le dijo que no tenían, Gerónimo habló diciendo que: la noche anterior todos los hombres habían discutido el tema habían y que su conclusión era que la guerra terminaría solo si pudieran regresar a la reserva, ocupar sus granjas anteriores, recibir las raciones habituales y otros asuntos, y que se les garantizara la exención del castigo por lo que habían hecho.

La respuesta de Gatewood fue que tenía órdenes precisas del Gral. Miles y que no podía prometer más, y agregó:

“Es probable que sea su última oportunidad de rendirse. Si la guerra continúa, eventualmente todos serán asesinados, o si son capturados, los términos no serán tan generosos.”

El jefe chiricahua estaba en una encrucijada y sabía que estaba en una posición en que debería saltar del sartén al fuego, ya sea que se rindiera a las autoridades americanas o mexicanas. El gobernador Torres lo consideraba como un asesino común, y sin duda, sería ejecutado si lo enviaban a Hermosillo. Si se rendía a las tropas de los Estados Unidos o era capturado por su ejército, no había disposición para negociar condiciones de rendición.

La situación estaba en un punto muerto y nadie quería ceder. Gerónimo estuvo hablando un rato y explicó todas las injusticias que los blancos cometieron con su pueblo. Después se llevó a sus hombres al cañaveral para una discusión privada de una hora. Al regresar, cerca de mediodía, se reunieron para un breve almuerzo con café. Al terminar Gerónimo miró a Gatewood directamente a los ojos y dijo:

"Llevarnos a la reserva o pelear".

Inesperadamente Gatewood sorprendió a todos los apaches con una revelación, diciéndoles que el general Miles había reunido a todos los Chiricahuas en la reserva y los había enviado a Florida. Y sí Gerónimo y su gente regresaban a la reserva, vivirían entre sus enemigos hereditarios, los Apaches de las Montañas Blancas. Una vez más, Gerónimo vio al teniente con una mirada intensa y le preguntó si había dicho la verdad o si había inventado la historia para que se rindieran. Él interrogó detalladamente a Gatewood sobre cómo le podría pasar algo así a una gente siempre alerta.

Finalmente, Gerónimo llevó a sus hombres de vuelta al cañaveral para otra conferencia y regresaron en una hora. Gerónimo, entonces, anunció que cumplirían con sus términos. Pero también dijo que quería que Gatewood subiera a su mula, que se acercara al puesto militar más cercano y se pusiera en contacto con Miles y tratara de persuadirlo de que modificara sus términos, al menos para permitir que todos fueran recogidos y asentados en algún lugar del Oeste. Gatewood explicó que no sabía dónde estaba Miles, y de todos modos Miles había tomado una decisión. Además, Gatewood se sentía enfermo y necesitaba descanso.

Siguieron hablando hasta que, de nuevo, los Chiricahuas se retiraron al cañaveral. Regresaron una hora más tarde para repetir que no se rendirían en los términos de Miles. Gerónimo dijo que debían hablar toda la noche y le pidió a Gatewood que buscara carne para comer, a lo que Gatewood le respondió que no podía. La discusión continuó hasta bien entrada la tarde.

Gerónimo, entonces, decidió cambiar la conversación y hablar sobre el General Miles, pues no lo conocían y empezaron a preguntar: ¿Qué clase de hombre era? ¿Cuántos años tenía? ¿Qué tan alto era? ¿De qué color son sus ojos y su pelo? ¿Habla feo o bonito? ¿Es agradable? ¿De corazón grande o pequeño? Gatewood respondió todas las preguntas y después Gerónimo dijo:

"Debe ser un buen hombre, ya que el Gran Padre lo envió desde Washington, y envió a todos ustedes hasta aquí."

Al atardecer, Gatewood recogió su equipo y dijo que volvería a su campamento ya deberían discutir el asunto toda la noche. Mientras se preparaba para irse, Gerónimo le pidió que se quedara unos minutos, y luego le dijo:

"Queremos tu consejo. Considérate uno de nosotros y no un hombre blanco. Recuerda todo lo que se ha dicho hoy, y como Apache: ¿qué nos aconsejas que hagamos? ¿Deberíamos rendirnos, o deberíamos luchar contra eso?”

Gatewood solo contestó:

"Confiaría en el general Miles y tomaría su palabra".

Gerónimo dijo que regresarían a su campamento de montaña, celebrarían un concilio y tomarían una decisión. Le dijo a Gatewood que sabría el resultado la mañana siguiente, 26 de agosto. Y Lo hizo, Gerónimo y cinco hombres aparecieron cerca del campamento del ejército y gritaron a Gatewood por su nombre apache, Bay-chen-daysen (Nariz larga). A unos cientos de metros del campamento, Gatewood y Gerónimo se estrecharon la mano. El consejo de la noche había tomado una decisión: Él y toda su gente se encontrarían con el general Miles al norte de la frontera y hablarían del asunto con él. Ellos mantendrían sus armas y viajarían por separado, pero la fuerza estadounidense los acompañaría y los protegería de un posible ataque mexicano.

Después. Gerónimo pidió conocer al comandante estadounidense al mando. Gatewood lo escoltó hasta el campamento y le presentó al capitán Lawton. Gerónimo lo abrazó, y todos se sentaron a fumar. Lawton estuvo de acuerdo con la propuesta de Gerónimo y eligieron como lugar de encuentro un lugar llamado Skeleton Canyon, en l montañas Peloncillo Mountains unos 55 km al noreste de Douglas y  a unos sesenta km al sudeste de Fort Bowie.

El 27 de agosto permanecieron en el campamento, esperando que la recua de mulas de carga de Lawton los alcanzara. Mientras tanto, Gerónimo le dictó a George Wrattan una carta para el General Miles, donde comenzaba exigiendo que se le permitiera regresar a Turkey Creek, y esperaba que el gobierno tuviera a su familia allí cuando llegara. Después de nombrar a los exiliados en Florida que quería traer de vuelta, declaró que quería conocer al general en persona, “no hablar en papel”. Él y su gente se encontrarían con Miles al norte de la frontera. El comando del capitán Lawton y su gente se moverían al norte por separado y se visitarían libremente. Gatewood podría viajar con quien quisiera. Gerónimo puso su marca y Lawton firmó como testigo.

Otro día, el 28 de agosto, ambos grupos se encaminan hacia el norte, rumbo a San Bernardino y durante el trayecto observan una columna de mexicanos uniformados de blanco, que avanzaban sobre una cresta y comenzaron a colocar defensas.

Después Lawton ordenaría a Leonard Wood, otros oficiales y al intérprete Tom Horn que interceptaran a los mexicanos, quienes localizan a los mexicanos cuando salían de un cañaveral. Los mexicanos venían al mando de Jesús Aguirre, el Prefecto de Arizpe. Wood le pidió al Prefecto que se detuviera, advirtiéndole que no siguiera avanzando, de lo contrario habría una batalla, ya que tanto el grupo de Gerónimo como las tropas americanas ya estaban en alerta y preparados para ello. Después de un breve intercambio de palabras, Smith, uno de los oficiales que acompañaba a Wood, regresó en busca de Lawton, mientras el resto se quedaba a seguir conversando con el Prefecto. Cuando Lawton llega le dijo a Jesús Aguirre que los apaches se habían rendido a los Estados Unidos y que no permitiría que interfiriera en el proceso.

Tanto Lawton como Wood conocían el carácter del Prefecto de Arizpe, con quien habían conversado en Fronteras días antes. Tenía casi doscientos soldados de infantería, y aunque en primera instancia no buscaba una pelea, estaba de muy mal humor y quería llevar a los apaches de regreso a Fronteras para castigarlos, de acuerdo a las instrucciones de gobierno del estado.

Mientras arriba, donde se encontraban estacionados los Chiricahua en plan de defensa, todo era confuso y había emociones encontradas. Gerónimo muy agitado le dijo a Gatewood que los acompañara, que él y su grupo correrían hacia la frontera, mientras los hombres de Lawton podrían contener a los mexicanos. Rápidamente las mujeres levantaron el campamento y comenzó una desesperada carrera. A ratos corrían, gateaban hacia arriba y sobre crestas y hacia abajo en los barrancos. Natchez y un grupo de guerreros se mantuvieron en la retaguardia, mientras el resto se adelantaba. Después de una hora y de haber recorrido unos diez kilómetros, el grupo se detuvo. Por si era necesario, querían mantenerse cerca de Lawton, para en caso de ser necesario, ayudarlo a combatir a los mexicanos si era, para esto Gerónimo había enviado un emisario avisándole a Lawton.

Poco tiempo después, Wood alcanzaría al grupo de Gerónimo para comunicarle que el Prefecto no estaría satisfecho hasta que el propio jefe chiricahua le dijera que tenía la intención de rendirse a las tropas americanas. Mientras, Lawton había organizado un lugar de reunión, distante de las tropas mexicanas. Jesús Aguirre y otros siete hombres se encontrarían con Gerónimo y siete apaches, todos armados. Gerónimo veía una posible traición en la propuesta, pero accedió después de una larga conversación con Gatewood, quien logró convencerlo de que accediera a la reunión.

El Prefecto Aguirre y sus hombres se encontraban a la espera de Gerónimo sentados bajo un álamo cuando este y Natchez salieron de la maleza. Gerónimo llegó arrastrando su Winchester por el cañón y llevaba una pistola enfundada enfrente de su cadera izquierda. Aguirre rápidamente se puso de pie y presentado por Lawton, le dio la mano a Gerónimo, pero también agarró su propia pistola enfundada y la retiró parcialmente. Gerónimo con una mirada de odio en su rostro, comenzó a tirar de él. Por su parte, los oficiales mexicanos intentaron sacar sus armas, pero los apaches levantaron sus Winchester, entonces Lawton y sus oficiales saltaron entre los dos grupos. El prefecto Aguirre devolvió su pistola a la espalda y Gerónimo se relajó.

Calmados los ánimos, el Prefecto se dirigió a Gerónimo  y le preguntó:
  
“¿Por qué no se había rendido en Fronteras?”

Y Gerónimo respondió:

“Que no lo había hecho porque no quería ser asesinado.”

Enseguida el prefecto replicó:

“¿Te vas a rendir ante los americanos?”

A lo que Gerónimo responde:

"Ya Lo hice, porque puedo confiar en ellos. Sea lo que ocurra, no nos asesinarán ni a mí, ni a mi gente. Y no tengo nada más que decir."

Aguirre agregaría:

"Voy a ir y ver que te rindas."

Gerónimo molesto le responde:

"No, vas hacia el sur y yo hacia el norte. No tendré nada que ver contigo o con cualquiera de tu gente".

Excepto por un soldado que se quedó para vigilar, Aguirre y sus tropas hicieron lo que Gerónimo exigió.

Con las tropas de ambas naciones en la zona, los Chiricahuas levantaron el campamento temprano el 29 de agosto y se movieron cautelosamente hacia San Bernardino al este de Douglas. Por orden de Lawton, las tropas americanas se quedaron en la retaguardia. Lawton, Wood y el teniente Thomas Clay después alcanzaron a los apaches y les pidieron que esperaran a las tropas de Lawton. Pero no llegaron ese día ni al siguiente. Los americanos, incluido Lawton, fueron su búsqueda, pero no regresaron. Preocupado, cerca de la caída de la noche, Gerónimo se movió otras ocho millas y encontró una zona donde podía defenderse en caso de un ataque. Al amanecer del 30 de agosto, los apaches se movieron otro tanto y encontraron un arroyo en el cual estuvieron esperando a las tropas, que finalmente llegaron esa mañana. Cuando las tropas finalmente alcanzaron a Gerónimo, comandaba el teniente Abiel L. Smith. Lawton le había dejado el comando después de encontrarlo a seis millas al sur del rancho San Bernardino, ya que había decidido entrar en el rancho y tratar de comunicarse con Miles por “heliógrafo” (un sistema de espejos parpadeantes de pico a pico), y como Smith era el siguiente oficial de rango el mando recaía en él. Antes de irse, Lawton confió a Smith su temor de que pudiera fallar en cumplir su promesa a Miles de entregar a los Chiricahuas de manera segura. Siniestramente, Smith respondió: "No les he prometido nada (a los apaches). Usted...comuníquese con Miles y tomaré el mando."

Smith, dirigido por Wood, guio el comando al campamento de los apaches y al día siguiente, 31 de agosto, ambas grupos cruzaron la línea fronteriza y se dirigieron al cañón de Guadalupe, cerca de donde nace el río San Bernardino. Pero los apaches estaban muy inquietos, habían escuchado algunos comentarios realizados por algunos de los oficiales que despertaron sus sospechas, por lo que deciden salir rápidamente del cañón, separándose de las tropas americanas, pero Gatewood los alcanza y habla con ellos. Gerónimo le preguntó a Gatewood qué haría si las tropas estadounidenses atacaban. Él respondió que saldría corriendo e intentaría detener el fuego y si fracasaba, huiría con los apaches. Natchez se había unido a la plática y le dice a Gatewood que se quedara con él y con Gerónimo porque algunos de los jóvenes, pensando que los traicionarían y podrían tratar de matarlo.

Quien, con sus comentarios, había alertado a los chiricahuas, había sido el propio Smith, pero al enterarse de la actitud hostil de este, Wood, Gatewood y otros oficiales se llevan a Wrattan y se reúnen con Gerónimo, y marcharon en un solo grupo. Smith quería encontrarse con los chiricahuas y exigió una reunión, pero Gatewood se negó y discutieron, pero Gatewood se mantuvo firme, diciéndole que sabía que pretendía matar a Gerónimo, y que mataría al primero que intentara hacerlo. Ante esta crítica situación, Wood envió a su asistente para que lo más rápido posible hiciera que regresara Lawton, quien por la noche arriba al sitio y la situación se calmó. Lawton después marchó hacia el campamento de Gerónimo y cenó con ellos tranquilizándolos.

En cambio, Gatewood quien desde que lo mandaron llamar no quería participar en la persecución de Gerónimo. Fue con Lawton y le propuso que se iría, Lawton argumentó que era indispensable para completar la rendición. Si los indios escapaban, ambos estarían en problemas. Lawton dijo que si era necesario, usaría la fuerza para mantenerlo en el sitio y ante esta presión, Gatewood decidió quedarse.

Finalmente, la tarde del día 2 de septiembre, ambos grupos arribaron a Skeleton Canyon en las montañas Peloncillo. Aventurándose en la estrecha entrada, los apaches notaron que se ensanchaba y se dividía en dosTambién vieron que varias unidades del ejército ya habían acampado, y llegarían más antes de que pudieran llegar al campamento. Los numerosos soldados y los muchos correos que iban y venían, hacía que los chiricahuas estuvieran más nerviosos y suspicaces de lo que ya estaban; por lo que le informaron a Lawton que se moverían más adentro del cañón, donde estuvieran solos.

Localización de San Bernardino por donde cruza Gerónimo hacia Arizona y del Skeleton Canyon lugar donde finalmente se entrega al Gral. Miles (Imagen: Google Earth).

De la misma forma, que cuando se reunió con Crook en Cañón de los Embudos, estaba molesto, le inquietaba la ausencia del general Miles. Con su innata habilidad para observar el terreno, Gerónimo seleccionó una meseta en la confluencia de los dos cañones. Desde allí podían observar a los soldados que estaban debajo y examinar el valle de San Bernardino a lo lejos, así como también podría defenderse si era necesario. Gatewood y Wrattan acamparon con ellos.

La inquietud de los apaches persistió durante toda la noche, y otro día, 3 de septiembre, desde su campamento vieron el polvo que se levantaba por la llegada de unas carretas y supusieron que había llegado el General Miles. Gerónimo le pidió a Gatewood para que lo acompañara en la reunión con Miles. Cerca de la desembocadura del cañón se encontraron el jefe apache y el general americano cara a cara. Fue un encuentro más significativo que el de Gerónimo con Crook en en marzo pasado. Tanto para Gerónimo como para Miles, el resultado sería trascendental. Podría significar la rendición de los apaches y el fin de la guerra o un inmediato intercambio de disparos entre apaches y soldados, con el probable regreso de los chiricahuas a México Los dos se acercaron cautelosamente y luego hablaron brevemente. Gatewood, sentado en la parte trasera, comento que Miles simplemente les dijo que se rindieran y serían enviados a Florida para esperar la respuesta del presidente. Luego Gerónimo se volvió hacia Gatewood y dijo:

"Bien, usted dijo la verdad"

Estrechó la mano de Miles y declaró que iría con él sin importar lo que se decidiera.

Por su parte, Natchez no había acompañado a Gerónimo ni había decidido rendirse. Su hermano de se había ido a México en busca de un pony perdido y quizás los mexicanos lo habían matado por que no regresó y Natchez había ido a las colinas a llorar. Después de la reunión con Miles, Gerónimo fue en busca de Natchez y lo convenció para que se reuniera con el general. Se reunieron con Miles otro día, 4 de septiembre, por la mañana. Natchez seguía sospechando de las buenas intenciones de Miles, y aún no había entregado a su grupo, que era más grande que el de Gerónimo. Miles explicó con más detalle su plan para los chiricahuas. Poco más tranquilo y alentado por Gerónimo, Natchez finalmente también acepta la rendición.

El 5 de septiembre, acompañados por Gerónimo, Natchez, tres hombres y una mujer, Miles y el teniente Clay, salieron rumbo a Fort Bowie con la intensión de llegar el mismo día. Lawton partió con el resto de los chiricahuas, viajando a un ritmo mucho más lento y llegaron al fuerte el 8 de septiembre por la mañana. Ese mismo día, todos fueron subidos en carretas, mientras la Cuarta Banda de Caballería tocaba "Auld Lang Syne". Los carromatos se movieron hacia el norte, rumbo a estación Bowie, donde los esperaba el tren. Después de que un fotógrafo tomara una fotografía, subieron a los vagones: quince guerreros chiricahua (incluidos los exploradores Gatewood Kayitah y Martine), nueve mujeres y tres niños, veintisiete en total. El capitán Lawton se hizo cargo con una escolta de veinte soldados de caballería. Miles y su personal viajaron hasta el Río Grande, en Nuevo México, y luego cambiaron de tren hacia Albuquerque, de allí el tren tomo rumbo al este y se dirigió a la Florida.

De esta manera terminaría el aciago periodo de 25 años (1861-1886) de una cruenta guerra de guerrillas a la que se le denomino la Guerra Apache, periodo  durante el cual, la raza apache estuvo a punto de la extinción y para sobrevivir tuvieron que aceptar el vivir en reservaciones alejados de sus tierras ancestrales, bajo condiciones poco favorables para ellos.

Gerónimo y su grupo antes de partir a la Florida en septiembre de 1886 (Foto: J. Hook).

GOBIERNO DE SONORA SE ENTERA DE LA RENDICION DE GERONIMO

Días después de que Gerónimo huyera de la zona de Cuchuta, el prefecto de Arizpe que había salido tras el jefe chiricahua, con fecha 29 de agosto de 1886 desde Batepito, mandaba un informe a gobierno del estado de su participación en la persecución y negociación de los apaches hasta San Bernardino, donde cruzaría la frontera el astuto Gerónimo junto con las tropas americanas. A continuación se reproduce íntegramente el mencionado informe que decía:

“ESTADO DE SONORA.”

“Prefectura del Distrito de Arizpe.”

“En virtud de haber solicitado hacer la paz el indio Gerónimo, en el pueblo de Fronteras, pasé a aquel punto con las fuerzas que violentamente pude organizar en la cabecera de este Distrito, en el pueblo de Bacoache y en el citado Fronteras, y encontrándome en dicho lugar situé la fuerza en los lugares más convenientes, para en caso de no arreglarse la paz solicitada por el mencionado indio Gerónimo y su banda, atacarlo tan pronto como fuera posible, hasta lograr destruirlo.”

"El 21, a mi llegada a aquel lugar, recibí a dos indias emisarias del indio Gerónimo, a quienes les manifesté la buena voluntad del Gobierno para aceptar la paz que solicitaba su capitancillo, garantizándoles la vida, y después de darles algunos agasajos, se retiraran el 22, quedando de volver a los dos días por estar bastante lejos los indios, a los que aguardé hasta el 24 y no habiendo vuelto el 25, emprendí la campaña sobre dicho enemigo con 39 hombres infantes y 78 de caballería por el rumbo del Cajón del Agua Caliente, los Pilares, Teras, el Cajón de los Güérigos, hasta el punto de San Rafael, al Norte de la sierra de Teras, a dónde llegué hoy forzando las marchas, hasta donde ha sido posible, sobre la huella de los indios, los que viéndose perseguidos tan de cerca y con un número tan considerable de fuerza, y creyendo quizá que por haber faltado a su palabra se les atacaría, se sometieron de paz a una fuerza americana que está a las órdenes del capitán Lawton, con quien obro en combinación según sus instrucciones. Esto sucedió cerca de Batepito, tomando desde luego los apaches la divisa de los indios mansos soldados y retirándose desde luego rumbo a San Bernardino, tan violentos que en menos de 4 horas anduvieron como 8 leguas. Mis avanzadas, que a una distancia de 3 leguas llevaba a la vanguardia, dieron parte de lo ocurrido y desde luego forcé la marcha de la tropa, y ya alcanzándolos recibí un oficial americano enviado por el capitán para que suspendiera la marcha o el ataque a los indios porque se le habían presentado pidiendo la paz y los había admitido con la condición de que los tratados serian celebrados por el General Miles, en San Bernardino, por haberlo así solicitado el indio Gerónimo; que esta súplica tenía por objeto no malograr la captura de un enemigo de ambas naciones, que cualquiera de ellos que lo quitara, el beneficio seria mutuo. Ya con este motivo y considerando conveniente, sin suspender la marcha de la fuerza, apresurar la mía y acompañado de dos jefes, dos oficiales, un intérprete, un trompeta y tres soldados de mi tropa, monté en las mejores bestias, tomé la vanguardia y a una distancia de más de 9 leguas de la fuerza que dejaba la retaguardia con las. instrucciones respectivas, pude ya al ponerse el sol dar alcance a los indios, que caminaban con los indios mansos soldados, rumbo a San Bernardino; y en la entrevista que tuve con el indio Gerónimo y algunos de sus compañeros, me manifestó temblando casi sin poder hablar, que ya iba en paz con la fuerza extranjera, y pasaba a San Bernardino a celebrar los tratados con el General Miles; y para efecto iba con las fuerzas; así mismo le hice presente a dicho indio, después de otras cosas, que el Gobierno de Sonora le concedía la paz que había solicitado, garantizándole su vida y la sus compañeros; que le proporcionaba toda clase de víveres, habitaciones en las poblaciones del centro del Estado. A esto nada contestó, pero otro indio llamado Lillas bastante castellano, hizo presente que él quería la paz en Sonora, pero Gerónimo no cedía: que este la quería en el extranjero, porque allí tenía a sus otras mujeres, que están en la Florida, cuya condición aceptó el capitán Lawton. Después de otras cosas terminó la conversación, manifestando el indio Gerónimo disgusto porque le hice presente que pasaría a San Bernardino con sus fuerzas atendiendo a lo interesante de la captura de este horda de bandidos, acordé con el capitán Lawton, situarme en este punto, dirigiéndome oficialmente en el acto con un propio del General Miles, para en caso de que tuvieran lugar las negociaciones, retirar las tuerzas y de lo contrario continuar la campaña. También debo hacer presente que el indio Gerónimo no se consiente que se le acerquen fuerzas y para el efecto sitúa sus vigías a larga distancia, y creo con fundada razón que por el número de fuerzas americanas y mexicanas que se aglomeraron, en número como de 700 hombres en Fronteras y puntos inmediatos, no se dio de paz, pues así también me lo manifestó dicho indio quien temía a mi fuerza porque era en número de 117 y creía que lo iban a asesinar.”

“A mi salida del pueblo de Fronteras, llegó la fuerza de Ures y junto la de los pueblos del Sur de este Distrito, la que desde luego no pudo marchar por lo incapaz que estaba en atención a haber andado 66 leguas, y la situé entre las sierras del Pinito, Púrica y otras, con las órdenes del caso.”

“Yo permanezco en este punto inmediato a San Bernardino, en observación del enemigo y en espera de la solución que tengan los tratados que celebre el indio Gerónimo con el General Miles, cuyo resultado espero con el extraordinario que mandé al expresado Señor General Miles, pues me situé en este punto considerando lo sagas del indio Gerónimo, cuya mirada es penetrante y a fin de que no se malogre la captura del referido indio y su banda. Me permito hacerle presente que la jornada para dar alcance al indio, fue tan rápida que un soldado se me enfermó de insolación, así como que el Capitán Manuel Rivera Padilla, que llegó con 30 hombres del Distrito de Moctezuma, y el Capitán Miguel Rivera del 11º Regimiento con igual número de fuerza; me manifestaron no traer órdenes para salir a campaña sobre los indios, que solo venían a dar auxilio durante paces que se tratan con el indio Gerónimo, retirándose enseguida.”

“Comunicaré oportunamente el resultado de las negociaciones en el rancho de San Bernardino.”
“Libertad y Constitución. Rusbayo de Batepito, Agosto 29 de 1886.
Jesús Aguirre.
AI Secretarlo de Estado.- Hermosillo.”

Con fecha 6 de septiembre de 1886, el general Miles envía al general Torres, Gobernador del Estado, un telegrama informándole de la rendición de Gerónimo y su grupo en los términos siguientes:

"Fort Bowie, Setiembre 6 de 1886.

“Sr. Gobernador Luis E. Torres.”

"Los apaches hostiles se me rindieron como prisioneros de guerra el día 4. Llegué aquí anoche con Gerónimo, Natchez y otros tres. El capitán Lawton trae el resto. Estoy moviéndolos a todos de la reservación de Apache, y creo que el confinamiento de unos y otros hostiles a dos mil millas al Este, dará permanente seguridad a los habitantes de México, Arizona y Nuevo México.”

"Mucho ha contribuido la valiosa y decidida cooperación de usted a la solución de este difícil problema."
“Nelson Miles, Brig. Gen.”

BIBLIOGRAFÍA

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